Cuando el Drag¨®n estornuda
Europa debe abandonar su autoculpable minor¨ªa de edad y emanciparse, caminar sola sin lazos de dependencia con EE UU y afrontar las contradicciones del mundo
Cada orden, sistema o jerarqu¨ªa es el resultado de una correlaci¨®n de fuerzas disonantes, un equilibrio que quiebra cuando algo externo entra en la balanza. Por ejemplo, nos guste o no, el irrebatible ascenso de Asia es una enmienda al actual orden establecido, aunque la suicida insistencia en dinamitarlo de sus fundadores, nuestros viejos amigos anglosajones, sea una ayuda inestimable. Estamos tan embebidos en nuestras propias coordenadas que ni siquiera lo vemos. Nos parece que todo a nuestro alrededor es Occidente, y el resultado es que no tenemos ni idea de d¨®nde estamos. Dice el polit¨®logo Andr¨¦s Malamud que ¡°uno de cada cinco seres humanos que habitan la Tierra es chino, otro indio y otro africano: los otros dos son de todo el resto de Asia, Europa, Am¨¦rica y Ocean¨ªa¡±. Ese es nuestro lugar, pero ¡°no nos damos cuenta porque a nuestro alrededor son todos occidentales¡±. Queremos que el mundo se adapte a ¡°nuestro orden¡± y por lo visto eso deber¨ªa bastar para que Asia asienta y consienta.
Nuestra falta de perspectiva explica la soberbia con la que nos pronunciamos sobre el mundo, la ilusoria pretensi¨®n de que el aterrizaje del gigante asi¨¢tico en el orden global sea conforme a nuestras coordenadas. En la Euroc¨¢mara, conservadores, liberales y verdes compart¨ªan esta semana la misma visi¨®n de las cosas. Los primeros alertaban contra la amenaza china a nuestra identidad; los liberales, m¨¢s atentos a la perspectiva ideol¨®gica, hablaban de la quiebra del imaginario democr¨¢tico en el mundo; los verdes se refer¨ªan a la amenaza a los derechos humanos del r¨¦gimen de Pek¨ªn. Los tres acertaban, pero sus cr¨ªticas leg¨ªtimas no son sino subterfugios para no mirar de frente el estado de las cosas: Europa est¨¢ sola en el mundo y nuestro peso es, cuando menos, relativo.
El problema es que Occidente ya no existe como bloque, pues ha dejado de operar coordinadamente al perder el liderazgo norteamericano. Asia crece mientras Occidente se deshilvana como unidad pol¨ªtica, una desaparici¨®n acelerada por la malformaci¨®n democr¨¢tica del populismo de Trump y del Brexit, s¨ªntomas agudos de un mal mayor. La pregunta para Europa, ahora que somos solo una parte de ¡°los occidentes¡±, es la siguiente: ?c¨®mo mantener y afirmar valores universales reconociendo la alteridad asi¨¢tica? Para responderla, deber¨ªamos abandonar esa irritante mezcla naif y soberbia que reflejaban esas intervenciones en nuestro Parlamento Europeo. La salida, aun en pleno despertar de la geopol¨ªtica, solo puede ser, parad¨®jicamente, kantiana: Europa debe abandonar su autoculpable minor¨ªa de edad y emanciparse, caminar sola sin lazos de dependencia con EE UU y afrontar las contradicciones del mundo. Desarrollar esta nueva mirada adulta sobre el mundo implicar¨¢ transparencia, reciprocidad y cooperaci¨®n, pero tambi¨¦n dejar de temblar cada vez que el Drag¨®n estornude.
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