El miedo
Este sentimiento puede activar la irracionalidad que reclama salvapatrias con promesas m¨¢gicas o la racionalidad que reivindica laboriosos acuerdos por el bien com¨²n
Esta semana observ¨¦ a dos hombres mayores encontrarse fortuitamente en mitad de la calle. Ven¨ªan ya haci¨¦ndose gestos con la mano en la distancia, embozados cada uno detr¨¢s de su mascarilla. Al estar por fin uno frente al otro, cara a cara, se quitaron la mascarilla para saludarse, de forma autom¨¢tica, como quien se quita el sombrero. Son amigos, era evidente, y estaban felices de encontrarse. Si en la calle nos cuesta marcar distancia, cu¨¢nto m¨¢s en nuestra casa o en la casa de la gente querida. ?C¨®mo puede venirme nada malo de un amigo? ?O de un hijo? ?O de una hermana? Nos inculcaron que el miedo se ten¨ªa a los otros, a los desconocidos.
Entre las crueldades de este virus, no es la menor obligarte a marcar distancias justo de quienes querr¨ªas abrazar y tener siempre cerca. La nueva normalidad consiste en evitar o revisar todos los c¨®digos de relaci¨®n con los m¨¢s pr¨®ximos. Y ser¨¢ especialmente necesario durante este verano de reencuentros. Todos hemos sido testigos de la incomodidad que provoca intentar distanciarse de alguien que no entiende que ambos podemos constituir un peligro para el otro.
De la pol¨ªtica deber¨ªamos esperar justo lo contrario. El desaf¨ªo es tan enorme y nos deja a todos tan aislados, tan peque?os y vulnerables, que solo una suma muy amplia de actores conseguir¨¢ evitar males a¨²n mayores. Este virus ha transformado ya el mundo del trabajo, obliga a revisar conceptos como la seguridad nacional, si dura forzar¨¢ a replantear las casas y la vida en las ciudades. Y afecta inevitablemente a la pol¨ªtica, aunque no sepamos en qu¨¦ direcci¨®n. De momento, vemos a los pol¨ªticos aplicar estrategias y lenguaje del pasado a una realidad que en nada se parece a enero de 2020. Quiz¨¢s necesiten tiempo, el mismo que nosotros para ajustar nuestro c¨®digo de relaciones. Tiempo tambi¨¦n para comprobar de qu¨¦ lado se decanta el miedo. Durante estos meses de encierro, me ha sorprendido comprobar el grado de visceralidad y groser¨ªa que he visto desplegar a gente normalmente mesurada. Como si el desasosiego y la incertidumbre quitaran capas de civilizaci¨®n. El miedo puede activar la irracionalidad que reclama salvapatrias con promesas m¨¢gicas o la racionalidad que reivindica laboriosos acuerdos por el bien com¨²n. Y hasta que la crisis econ¨®mica no emerja del todo, no sabemos cu¨¢nto miedo se puede acumular todav¨ªa.
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