?Qu¨¦ est¨¢ pasando en el feminismo espa?ol?
Este conflicto no es solo una confrontaci¨®n entre partidos, tampoco entre el nuevo o viejo feminismo, tiene que ver con un profundo debate ideol¨®gico donde ninguna postura es nueva
Durante los ¨²ltimos a?os el movimiento feminista ha logrado grandes conquistas sociales e institucionales, permeando el sentido com¨²n y produciendo cambios de fondo. Sin embargo, despu¨¦s de un periodo de crecimiento exponencial, est¨¢n apareciendo fracturas cada vez m¨¢s profundas y asistimos a diario a enfrentamientos muy violentos, especialmente en las redes sociales. Mucha gente que se ha acercado al feminismo en este tiempo observa esos debates con inter¨¦s, pero sin poder comprender del todo lo que est¨¢ en juego en estos conflictos. ?Qu¨¦ est¨¢ ocurriendo? La disputa entre PSOE y Unidas Podemos explica parte de lo que vemos, pero esto no va solo de un conflicto entre partidos. Tampoco se trata de la confrontaci¨®n entre un feminismo ¡°viejo¡± y un feminismo ¡°nuevo¡±. Lo que est¨¢ en juego en el feminismo en nuestro pa¨ªs tiene que ver con un largo y profundo debate ideol¨®gico dentro del cual ninguna de las posturas son nuevas.
A menudo se ha dicho que las feministas estamos de acuerdo en un gran conjunto de cosas salvo en la cuesti¨®n de la prostituci¨®n. No es verdad. Y prueba de ello es la violencia con la que ha irrumpido en nuestro espacio p¨²blico el ¡°debate¡± sobre el reconocimiento legal de la identidad de g¨¦nero de las personas trans. La cuesti¨®n es que los dos grandes cismas de la discusi¨®n feminista de estos tiempos ¡ªel de la identidad de g¨¦nero y el de la prostituci¨®n¡ª no son cuestiones inconexas. Ambas forman parte de un debate de fondo que atraviesa gran cantidad de problemas y que ha enfrentado a las corrientes feministas en distintos momentos de nuestra historia. Se trata de una larga y compleja discusi¨®n en el marco de la cual estas corrientes han pensado la relaci¨®n del sexo con el poder, la violencia o el g¨¦nero. Entender lo que est¨¢ ocurriendo en el feminismo espa?ol pasa por hacer un ejercicio de memoria y genealog¨ªa feminista.
Las llamadas ¡°guerras del sexo¡± enfrentaron al movimiento feminista de Estados Unidos en los ochenta y constituyeron dos corrientes que han seguido siendo irreconciliables hasta hoy. Por un lado, dentro del marco del autodenominado feminismo radical (que es, en realidad un significante en disputa), las abolicionistas antipornograf¨ªa, con Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon a la cabeza. Por otro lado, un feminismo con una visi¨®n muy distinta de la sexualidad que defend¨ªa los derechos de las trabajadoras sexuales, mucho m¨¢s vinculado a los movimientos LGTB y a las luchas de las comunidades trans y que ha tenido entre sus portavoces a Gayle Rubin o, m¨¢s tarde, a Judith Butler, un feminismo que a menudo se ha conocido como pro-sex y que es hermano de las posteriores luchas queer. Aunque el debate se centr¨® en la pornograf¨ªa, y as¨ª ha pasado a la historia, tuvo como punto de partida las reflexiones acerca del acoso sexual y avanz¨® desencadenando perspectivas contrapuestas acerca de gran cantidad de cuestiones. Las feministas abolicionistas defendieron medidas prohibicionistas contra la pornograf¨ªa que encontraron, al otro lado, la respuesta de un feminismo cr¨ªtico con la censura y defensor de la primera enmienda y de la libertad de expresi¨®n. Las feministas de la corriente de Dworkin y MacKinnon entendieron que las mujeres est¨¢n abocadas a una posici¨®n sexual sumisa y pasiva en relaci¨®n con los hombres en esta sociedad patriarcal. No es de extra?ar que en el seno del feminismo radical abolicionista surgieran corrientes como el lesbianismo pol¨ªtico. En parte, era la conclusi¨®n inevitable de entender que ¡ªcomo la pornograf¨ªa expresaba de forma genuina¡ª hab¨ªa una relaci¨®n consustancial entre la violencia, la dominaci¨®n y el sexo heterosexual. Por su parte, las integrantes de la corriente prosexo centraron sus discursos en la ampliaci¨®n del campo del placer, mantuvieron una actitud de desconfianza hacia un excesivo papel del Estado y sostuvieron que el aumento del control y de la regulaci¨®n sobre la sexualidad juega en contra de la libertad sexual de las mujeres. Defendieron m¨²ltiples formas de disidencia sexual ¡ªentre las que Gayle Rubin incluye el lesbianismo, el sexo no mon¨®gamo, el BDSM, las relaciones sexuales intergeneracionales o el trabajo sexual¡ª pero criticaron cualquier intento de restaurar una normatividad sexual o una forma de tener ¡°sexo feminista¡±. Este feminismo sostuvo que en el terreno de la sexualidad era crucial mantener la distinci¨®n entre la fantas¨ªa y la realidad y que hab¨ªa que ampliar para las mujeres el margen de sus deseos para poder jugar sin censuras con los roles de poder y, por ejemplo, practicar el sadomasoquismo.
Entre las voces del ¡°feminismo lesbiano¡± vinculado al abolicionismo americano y al movimiento antipornograf¨ªa est¨¢ Janice Raymond. Public¨® en 1979 un texto que ha sido fundacional para el feminismo contrario a la incorporaci¨®n de las mujeres trans a la lucha feminista, un libro titulado El imperio transexual, donde identificaba la transexualidad femenina con una ¡°violaci¨®n del cuerpo de las mujeres¡±. Raymond ha sido invitada a participar en el marco de la Segunda marcha abolicionista europea ¡°contra la pornograf¨ªa, la prostituci¨®n, los vientres de alquiler y el g¨¦nero¡± el pr¨®ximo 20 de septiembre. De aquellos barros, estos lodos.
Los debates americanos tambi¨¦n se dieron en el contexto espa?ol en los ochenta y el devenir del feminismo en nuestro pa¨ªs est¨¢ tambi¨¦n marcado por ellos. Es indudable que el PSOE fue la herramienta institucional para hacer posibles algunas reformas feministas necesarias y que, durante d¨¦cadas de bipartidismo, ha sido el ¨²nico partido feminista con capacidad para aprobar leyes. Ahora bien, apost¨® siempre por un feminismo abolicionista muy dado a utilizar la prohibici¨®n y el c¨®digo penal, con una visi¨®n un tanto normativa y moralista sobre la sexualidad y una mirada homogeneizadora de las mujeres muy poco atenta a las diferencias. A la izquierda del PSOE existi¨® siempre otro feminismo menos esencialista defendido por mujeres que participaban en el movimiento feminista y que militaban en organizaciones de izquierdas. Quienes nos unimos a Podemos desde sus comienzos y pusimos en marcha el ?rea de Igualdad del partido ten¨ªamos como horizonte pol¨ªtico construir una apuesta feminista propia para el espacio del cambio rescatando justamente esa tradici¨®n y esa genealog¨ªa a la que Paloma Ur¨ªa dedica su libro El feminismo que no lleg¨® al poder. Algunas de las resistencias iniciales que nos encontramos tuvieron que ver con la convicci¨®n, por parte de importantes dirigentes, de que el feminismo no era una apuesta en la que Podemos pudiera sobresalir; la hegemon¨ªa era ya del PSOE y Podemos llegar¨ªa, como mucho, a pintar lo mismo que el PSOE. Pero la otra gran resistencia con la que nos topamos fueron las posiciones de compa?eras feministas cuya trayectoria se hab¨ªa forjado en los entornos del PSOE, que estaban en sinton¨ªa con gran parte de las posiciones del feminismo abolicionista y que cre¨ªan que esa era la l¨ªnea que Podemos deb¨ªa seguir.
Las guerras del sexo tambi¨¦n llegaron a Podemos. Por un lado est¨¢bamos quienes quer¨ªamos hacer un feminismo menos esencialista, esto es, no circunscrito solo a las mujeres y a los espacios no mixtos y en alianza profunda con las luchas LGTB, un feminismo que rompiera los grandes tab¨²es del PSOE, que abriera nuevos debates sobre la pornograf¨ªa, que tuviera una mirada menos censora sobre el deseo femenino y que incorporara a las trabajadoras sexuales como compa?eras cuyos derechos hay que defender. Por otro lado, un feminismo cuya principal posici¨®n se construy¨® desde la defensa del abolicionismo y que ¡ªtal y como hace hoy el PSOE contra Podemos¡ª constru¨ªa caricaturas ideologizadas para argumentar que toda defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales es una alianza con los proxenetas y que la teor¨ªa queer es neoliberal. En la disputa interna de Unidas Podemos ese es el feminismo que gan¨®.
Esto no tendr¨ªa por qu¨¦ ser un problema para el actual Gobierno de coalici¨®n si Podemos y el PSOE compartieran todas sus posiciones feministas. Ambos partidos reforzar¨ªan juntos la hegemon¨ªa del abolicionismo en nuestro pa¨ªs y el PSOE aceptar¨ªa la cesi¨®n del Ministerio de Igualdad a cambio de que Podemos asumiera su ideario. Al fin y alcabo, a la larga, la hegemon¨ªa seguir¨ªa siendo del PSOE, porque para hacer feminismo abolicionista ya est¨¢ el PSOE y nadie lo har¨¢ nunca mejor que el PSOE. El problema es que Podemos se ha salido del tiesto trasladando al Congreso una nueva ley trans que demandaban las asociaciones y colectivos y que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, se defiende con solvencia desde una tradici¨®n feminista muy diferente a la que el PSOE est¨¢ abanderando. Lo que est¨¢ pasando entre los partidos del Gobierno tiene que ver con una guerra de poder ¡ªazuzada fundamentalmente por quienes lo acaban de perder¡ª pero tambi¨¦n como una larga disputa que pertenece a la historia del feminismo.
La reciente actuaci¨®n del PSOE ha enfadado a todas y todos aquellos que queremos desterrar los procesos m¨¦dicos y patologizantes de las vidas de las personas trans en nuestro pa¨ªs y esa indignaci¨®n generalizada revela el enorme error pol¨ªtico que han cometido. Pero preocupa ver, al otro lado, a tanta gente sum¨¢ndose a ese antiteoricismo tan antipol¨ªtico y tan de moda en nuestros d¨ªas. Eso de separar, por un lado, la defensa de los derechos ¡ªcomo si fueran autoevidentes¡ª y, por otro, los debates te¨®ricos de ideas ¡ªcomo si fueran opcionales, fr¨ªvolos o triviales¡ª supone relegar la importancia de la teor¨ªa y de las ideas cuando hacen m¨¢s falta que nunca. Supone infravalorar las aportaciones te¨®ricas de una tradici¨®n feminista alternativa a la del PSOE y supone subestimar a un feminismo socialista que cuenta con un poderoso bagaje te¨®rico a sus espaldas y que tiene muy claro que la batalla cultural de los pr¨®ximos a?os se gana construyendo un corpus feminista ideol¨®gicamente coherente. Si el ¡°abolicionismo¡± ha pasado a ser un significante universal es porque el feminismo vinculado al PSOE est¨¢ construyendo una teor¨ªa org¨¢nica en la que la pornograf¨ªa, la prostituci¨®n, la violencia sexual o la transexualidad se comprenden dentro de una determinada manera de pensar la sexualidad. No hay nada m¨¢s ventajoso para este abolicionismo, implantado en todas las universidades de nuestro pa¨ªs, que subestimar la importancia de las ideas y la teor¨ªa.
Se avecina una gran disputa ideol¨®gica que va a marcar los debates de los pr¨®ximos a?os y Podemos, aunque ha apostado con valent¨ªa por los derechos de las personas trans, carece de mimbres s¨®lidos para afrontarla. Porque, salvando la valiosa excepci¨®n que supone el feminismo de Barcelona en com¨² ¡ªforjado en una ciudad con una hist¨®rica tradici¨®n de activismo queer, transfeminista, libertario, proderechos y prosex¡ª, a d¨ªa de hoy Podemos no tiene un discurso distinto al del PSOE en cuestiones como la prostituci¨®n, la pornograf¨ªa o la violencia. Eso sit¨²a a las feministas socialistas en condiciones de se?alar incoherencias y contradicciones. Justamente porque algunas de las dirigentes de Podemos est¨¢n de acuerdo con muchas de las perspectivas del PSOE y muchos de los argumentos que hoy el PSOE lanza contra Podemos fueron incorporados en su d¨ªa por las propias bases feministas de Podemos.
Hoy es menos posible que nunca decir que las feministas s¨®lo discrepamos acerca de la prostituci¨®n porque, en efecto, hay un gran debate abierto en el feminismo. No es el ¨²nico que existe, no es el ¨²nico posible, pero hay un feminismo que no es abolicionista, que considera que la manera de combatir el abuso de poder al que se enfrentan las prostitutas en un mundo patriarcal es darles poder, autonom¨ªa y derechos frente a terceros, que no es punitivo, que quiere mirar la sexualidad con complejidad, sin culpas y sin censuras, que considera que la exclusi¨®n a la que se enfrentan las personas trans ¡ªy no solo las mujeres¡ª es un problema que compete de lleno al feminismo. No es neoliberal; es, de hecho, la alternativa ideol¨®gicamente m¨¢s poderosa a ese feminismo que lleva a?os localizando el neoliberalismo en la teor¨ªa queer pero no en la reforma del 135, que parece que descubre el capitalismo cada vez que habla de la prostituci¨®n pero que no ha dudado en aprobar recortes estructurales y reformas laborales lesivos para las mujeres.
Este feminismo, m¨¢s libertario en el terreno de la sexualidad y m¨¢s interseccional en sus an¨¢lisis, tiene a sus espaldas una larga historia m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras, una genealog¨ªa en el contexto espa?ol y una importante tradici¨®n te¨®rica. Comparte una mirada menos esencialista sobre el sujeto del feminismo, sobre las mujeres, sobre los hombres, sobre las violencias y sobre la sexualidad y es eso lo que lo convierte en una vacuna contra las derivas identitarias que inundan nuestros contextos pol¨ªticos, que est¨¢n intoxicando la lucha feminista y pueden empezar a hacer lo mismo con la lucha trans.
?ltimamente las redes, los debates televisivos o los argumentarios de los partidos se han empezado a llenar de gente que habla de la teor¨ªa queer para denostarla y estigmatizarla. No hay una teor¨ªa queer, sino muchas, pero s¨ª hay una genealog¨ªa. Y es desde esa tradici¨®n desde donde mejor puede entenderse la batalla cultural que va a recorrer al feminismo los pr¨®ximos a?os. Si algo hemos aprendido de la historia de las luchas que esta palabra tiene detr¨¢s, es que no hay nada m¨¢s eficaz contra la estigmatizaci¨®n que reivindicar los insultos con orgullo. Existe un feminismo orgullosamente queer.
Clara Serra es profesora de Filosof¨ªa y escritora. Su ¨²ltimo libro es Manual ultravioleta: Feminismo para mirar el mundo (Ediciones B).
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