En defensa del periodismo
La dimisi¨®n del director de Opini¨®n de 'The New York Times' confirma el poder del supuesto ¡°periodismo comprometido¡±, que exige a los medios la b¨²squeda de la verdad que favorezca una determinada causa
De todos los acontecimientos inquietantes que en los ¨²ltimos meses se acumulan en Estados Unidos, el m¨¢s grave me parece, quiz¨¢ por mi deformaci¨®n profesional, la dimisi¨®n a comienzos de junio del director de Opini¨®n del peri¨®dico The New York Times. Es un alarmante indicador del avance del activismo sobre el periodismo y una se?al m¨¢s de la degradaci¨®n de las democracias modernas, que sacrifican sin pudor el derecho a la discrepancia y al libre pensamiento en aras de un poder identitario que cada d¨ªa se hace m¨¢s incontenible con las tradicionales armas del debate y la raz¨®n. Incluso el hecho de que el episodio haya pasado relativamente inadvertido, tanto en Estados Unidos como en Espa?a, es una prueba de lo secundaria que empieza a resultar ya la libertad de expresi¨®n.
Por situar las cosas en su contexto, es conveniente se?alar que el director de Opini¨®n de un peri¨®dico norteamericano act¨²a con plena independencia del director y a su mismo nivel jer¨¢rquico. Representa la garant¨ªa de que, sean cuales sean las prioridades informativas que el director marque, la opini¨®n ser¨¢ siempre plural, abierta y no se ver¨¢ condicionada por los caprichos de la actualidad ni por las inclinaciones de los reporteros. El director de Opini¨®n ocupa, por tanto, una posici¨®n institucional a¨²n m¨¢s relevante que la del director como referente de la l¨ªnea editorial y la imparcialidad del peri¨®dico.
James Bennet ocupaba ese cargo en The New York Times hasta que el 6 de junio present¨® su renuncia por la publicaci¨®n tres d¨ªas antes de un art¨ªculo del senador republicano Tom Cotton en el que apoyaba el empleo de tropas militares para hacer frente a las protestas que se suced¨ªan en las calles de varias ciudades del pa¨ªs por la muerte de George Floyd. Entre la aparici¨®n del texto y la dimisi¨®n de Bennet se produjeron presiones de los periodistas del diario, quienes en una asamblea expresaron su indignaci¨®n por un art¨ªculo que, aparentemente, representaba un insulto para sus compa?eros negros. A eso se sum¨® una intensa campa?a en Twitter contra lo que se present¨® como una indecencia moral por parte de The New York Times y una aut¨¦ntica afrenta para todos aquellos que protestaban contra el racismo en las calles. Bennet se qued¨® solo en la Redacci¨®n, la empresa decidi¨® ceder a esa presi¨®n y el periodista, un ilustre colega al que se pronosticaba un brillante futuro en el oficio, accedi¨® a dejar el puesto admitiendo p¨²blicamente su error, agravado, al parecer, por no haber le¨ªdo personalmente el texto antes de su publicaci¨®n. S¨ª lo ley¨®, seg¨²n ha trascendido, su n¨²mero dos, James Dao, que le dio el visto bueno y ha sido despu¨¦s trasladado a otra posici¨®n en el peri¨®dico.
El delito de ambos es haber publicado un art¨ªculo, no de un desconocido que pretend¨ªa llamar la atenci¨®n, sino de un senador de Estados Unidos, de un senador, adem¨¢s, a quien se le atribuyen ambiciones presidenciales. Por lo dem¨¢s, su propuesta de movilizar al Ej¨¦rcito para contener las protestas, por equivocada que me parezca, no es en absoluto un desatino. Varias ciudades, entre ellas Washington, con una alcaldesa dem¨®crata y negra, sacaron a la calle a la Guardia Nacional, un cuerpo que participa en la guerra y dispone de la misma preparaci¨®n y armamento que cualquier unidad del Ej¨¦rcito. Tampoco le parece un desatino a un 52% de norteamericanos que, seg¨²n una encuesta de ABC News, apoyaba el despliegue de tropas.
Incluso aunque el art¨ªculo s¨ª fuera, en realidad, un disparate, ?cu¨¢l es la raz¨®n para impedir su publicaci¨®n? ?No estar¨ªa el peri¨®dico contribuyendo a mejorar la informaci¨®n de sus lectores al ofrecerles un art¨ªculo sobre el pensamiento disparatado, nada m¨¢s y nada menos que de un senador que quiere ser presidente del pa¨ªs? ?A qui¨¦n se ayuda con su prohibici¨®n? Solo a Cotton, que es ahora mucho m¨¢s famoso.
Pero, no nos enga?emos, no es eso lo que provoc¨® la dimisi¨®n de este periodista. Bennet fue v¨ªctima, simplemente, de la caza a la disidencia que se ha desatado en tantos ¨¢mbitos e instituciones de las democracias occidentales, incluidos los peri¨®dicos. Bennet cay¨® porque ni sus compa?eros ni la empresa tuvieron el valor de resistirse a las hordas que imponen su causa, por justa que sea, sobre la libertad de expresi¨®n, por equivocadas que sean las ideas que se expresan. Como ha escrito la columnista del diario The Washington Post Kathleen Parker, ¡°no hace falta mucho coraje para sumarse a la turba y prohibir un art¨ªculo o arruinar una carrera; lo que requiere coraje es quedarse solo frente a una avalancha de Twitter en la defensa del libre intercambio de ideas, incluso si son malas¡±.
Obviamente, esto no es un problema exclusivo del NYT, aunque duele particularmente este terrible traspi¨¦s en un s¨ªmbolo de la prensa libre. Tambi¨¦n The Washington Post se ha visto se?alado en las redes por la salida de un periodista negro que exig¨ªa un mayor compromiso de su director con la causa de Black Lives Matter y escribi¨® en Twitter sobre la necesidad de ¡°reconstruir el periodismo para que opere en un espacio de claridad moral¡± contra ¡°el experimento fracasado del periodismo objetivo y la atenci¨®n a los dos lados de una noticia¡±.
?Claridad moral? ?De qui¨¦n? ?Para qu¨¦? Nunca he cre¨ªdo en la objetividad del periodista, pero s¨ª en su honestidad intelectual y su integridad ¨¦tica para no deformar la realidad e imponer ¡°claridad moral¡± de acuerdo con los intereses de su ideolog¨ªa o de su causa. Hemos de admitir, sin embargo, que se ha abierto paso con fuerza desde ya alg¨²n tiempo el supuesto periodismo ¡°comprometido¡±, que exige a los profesionales algo m¨¢s que la b¨²squeda de la verdad, su ¨²nico y verdadero compromiso; exige la b¨²squeda de la verdad que favorezca una determinada causa.
Desgraciadamente, cuando se trata de acomodar el periodismo y la verdad a las necesidades de una causa ¡ªsea cual sea esta causa¡ª, se est¨¢ prostituyendo la verdad, y cuando la verdad desaparece, prevalece el totalitarismo.
Ninguna causa vale m¨¢s que la verdad porque ninguna causa puede avanzar leg¨ªtimamente sin la verdad, porque cuando se tapa la verdad con t¨¦cnicas propagand¨ªsticas o intimidatorias se pone en riesgo tambi¨¦n la validez de la causa que se pretende defender. Se ha hablado mucho en Espa?a de la manifestaci¨®n del 8 de marzo y su repercusi¨®n en la extensi¨®n de la epidemia. ?Cu¨¢nto m¨¢s ¨²til hubiera sido tener esa discusi¨®n antes de la manifestaci¨®n! ?Cu¨¢nto mejor hubiera sido tener en su momento la libertad de opinar sobre la conveniencia de celebrar ese evento sin miedo al linchamiento que se producir¨ªa con certeza!
Valga esa calamidad en las redes, por alto que sea el precio que pagamos. Pero preservemos al menos los peri¨®dicos. Los peri¨®dicos est¨¢n para publicar art¨ªculos que nos gustan y los que nos irritan, y son mejores cuantos m¨¢s de estos ¨²ltimos ofrecen. Son mejores porque hacen mejores lectores, m¨¢s cr¨ªticos, m¨¢s libres.
Por supuesto que necesitamos saber lo que piensa el senador Cotton. Y necesitan saberlo sobre todo los que discrepan de ¨¦l. No solo para conocerlo mejor y votar acorde con ese conocimiento, sino porque escuchar respetuosamente al senador Cotton o a cualquiera situado en el frente contrario a nuestro pensamiento es la expresi¨®n m¨¢s elemental y b¨¢sica de la convivencia civilizada y de esa difusa y fr¨¢gil criatura que llamamos democracia.
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