Revelaciones y esperanzas
Las desigualdades sociales y la falta de hospitales complican en Per¨² la lucha contra la pandemia
Las cat¨¢strofes revelan verdades muy bien conocidas. La aparente normalidad nos hab¨ªa hecho intimar con lo inaceptable, a cuya rutina nos hab¨ªamos acostumbrado por necesidad. Aun as¨ª, al inicio de la pandemia, algunos pa¨ªses, habituados a una historia de cat¨¢strofes, reaccionaron con celeridad.
Es lo que ocurri¨® en Per¨². El primer caso de un paciente infectado, revelado el 6 de marzo, provoc¨® una reacci¨®n inmediata del Gobierno del presidente Vizcarra que declar¨® la emergencia sanitaria. Nueve d¨ªas despu¨¦s se declar¨® la cuarentena, un estado social de emergencia y el aislamiento obligatorio. Se dispusieron bonos econ¨®micos para los pobladores m¨¢s pobres. Las medidas fueron aplaudidas y, a comienzos de abril, un estudio de IPSOS, realizado a l¨ªderes de opini¨®n y periodistas de pa¨ªses latinoamericanos, ubicaba a Vizcarra como uno de los presidentes mejor reconocidos de la regi¨®n. Durante esas semanas, en muchos barrios de Lima se escuchaban aplausos a los polic¨ªas que vigilaban la cuarentena y a los m¨¦dicos y enfermeras que luchaban en los hospitales. Hab¨ªa una confianza en lo que pod¨ªa suceder.
Esa confianza se fue erosionando en las semanas siguientes. La realidad de nuestra econom¨ªa informal (cerca del 70%) y la precariedad hist¨®rica de los servicios de salud tomaron el mando. A pesar de los esfuerzos del Gobierno y en parte debido a algunos errores (no relacionarse con las organizaciones sociales y depender demasiado de las instituciones estatales), la pandemia ha seguido cobrando v¨ªctimas. Per¨² a¨²n ocupa hoy uno de los primeros lugares en n¨²mero de infectados en la Am¨¦rica Latina. Todo eso ha llevado a que el Gobierno decretase el fin de la cuarentena, pero no del estado de emergencia, el martes 30 de junio. Las calles han vuelto a poblarse, pero en muchos barrios se mantiene la cautela. El miedo ha instaurado un tiempo nuevo, que el fil¨®sofo Miguel Giusti llam¨® un ¡°tiempo detenido¡±.
Como siempre ocurre, en cualquier pa¨ªs, pero sobre todo en un pa¨ªs que arrastra hist¨®ricas falencias institucionales, los m¨¢s pobres son los que m¨¢s se mueren. ?ramos una sociedad con desigualdades sociales, falta de hospitales y pobreza econ¨®mica desde mucho antes de la pandemia, y ahora parecemos serlo m¨¢s. Y es cierto que las cifras macroecon¨®micas del pa¨ªs eran privilegiadas. Pero esas reservas no se tradujeron en una mejora sustancial de los servicios p¨²blicos. En vista de que ha tenido que heredar problemas de muchas d¨¦cadas, resulta significativo que el presidente Vizcarra siga manteniendo una alta aprobaci¨®n (entre 65% y 70%, seg¨²n las encuestas de junio).
Los nuevos datos tambi¨¦n son alentadores. Las cifras m¨¢s recientes indican que hay menos infecciones que altas en los centros de salud. Por primera vez hay una tendencia decreciente en los contagios. Si esa tendencia se confirma, el Gobierno tendr¨ªa el resto del a?o para recuperar la econom¨ªa, que hoy por hoy tiene un pron¨®stico sombr¨ªo del Banco Mundial. Una encuesta de hace unos d¨ªas revel¨® que la mayor parte de la poblaci¨®n piensa que la cuarentena fue una medida acertada.
A prop¨®sito de todo eso, algunas historias han aparecido de personas que viven cerca de la pandemia. Mientras hac¨ªa la investigaci¨®n sobre un libro, visitando hospitales, el periodista Eloy J¨¢uregui se infect¨® con el virus. Durante los d¨ªas de su enfermedad public¨® un diario con una frase repetida: ¡°Como periodista, tengo curiosidad por la muerte¡±. Un comerciante con m¨¢s temor al hambre que al virus, sali¨® a la calle a vender sus productos, desafiando la cuarentena. Cuando una periodista le pregunt¨® por qu¨¦ lo hac¨ªa, infringiendo la ley, el hombre le pregunt¨® si ella iba a llevar el pan a su casa para alimentar a sus hijos.
Una labor a resaltar entre tantas es la del padre guatemalteco Albino Mendoza y la de los Misioneros de la Santa Redenci¨®n, que han organizado ollas comunes y atenci¨®n m¨¦dica a los enfermos en el barrio de Villa Mar¨ªa del Triunfo. Su misi¨®n es una de las muchas que sostienen la esperanza en los barrios marginales de Lima. Por otro lado, en las ciudades de altura como Cusco y Puno hay menos infectados que en el resto del pa¨ªs. Una fuente publicada en el portal Respiratory Physiology and Neurobiology se?ala que los habitantes de esa zona, con menos ox¨ªgeno, han desarrollado rasgos biol¨®gicos en los pulmones que les permiten resistir al virus.
Durante estos meses he recordado con frecuencia la conferencia que dio Jorge Luis Borges en 1936 sobre la ciudad de Buenos Aires. Los s¨ªntomas del declive de la urbe ya se iniciaban y Borges declar¨® hacia el final de su charla que ¡°Buenos Aires nos impone el deber terrible de la esperanza¡±. Las muestras de solidaridad, como la del padre Albino, en algunos sectores de la sociedad peruana de estos d¨ªas indican que la esperanza (¡°esa cosa con plumas que se posa en el alma¡±, seg¨²n Emily Dickinson) tambi¨¦n puede sostenernos en estos tiempos de nueva formaci¨®n.
Alonso Cueto es escritor.
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