Proyecto europeo: ¡®zero points¡¯
Lo que pretend¨ªa ser un coro se ha convertido en una versi¨®n del Festival de Eurovisi¨®n pero sin fiesta
Cuando los padres fundadores del proyecto europeo dieron los primeros pasos ten¨ªan en mente algo parecido a un coro. Unir voces muy distintas ¡ªque hasta entonces no solo hab¨ªan cantado por separado sino que se hab¨ªan insultado constantemente¡ª en una misma armon¨ªa que causara asombro de propios y extra?os. ?C¨®mo, de pronto, esos cantantes tan diferentes y que se odiaban podr¨ªan ejecutar una pieza hermosa? Hubiera sido posible, pero a tenor de lo que sucede en los ¨²ltimos tiempos en la Uni¨®n Europea el experimento musical se ha ido transformando en una competici¨®n entre pa¨ªses por ver qui¨¦n impone su melod¨ªa a los dem¨¢s y donde la calidad de lo que se canta es a menudo manifiestamente mejorable. Es decir: el Festival de Eurovisi¨®n, pero sin buen ambiente ni fiesta.
A la hora de la verdad, el espect¨¢culo ofrecido en Bruselas este fin de semana no dista mucho del que se vive una vez al a?o mientras las capitales europeas van votando a sus canciones preferidas. Hay de todo: artistas mel¨®dicos como Conte, amantes del folklore nacional como Orb¨¢n o empe?ados en gustar a todos como S¨¢nchez. Holanda ha sorprendido este a?o con el estilo punk-destroyer de Rutte, estilo hu¨¦rfano tras el abandono de sus creadores en la Uni¨®n: los brit¨¢nicos.
La din¨¢mica eurovisiva tiene sus cosas. Quienes suben al escenario como favoritos muchas veces sufren un revolc¨®n cuando llegan las votaciones. El int¨¦rprete puede ser bueno y la canci¨®n aceptable, pero los votos deciden y al final al cantante no le queda m¨¢s que ondear la banderita, sonre¨ªr y aceptar el resultado. Ah¨ª est¨¢ la candidatura de Nadia Calvi?o al Eurogrupo, perdida en el ¨²ltimo minuto en el televoto a manos de un irland¨¦s. No en vano, Irlanda ha ganado en siete ocasiones el Festival y ostenta el liderazgo eurovisivo. Por detr¨¢s va Suecia, cuyo primer ministro, el socialdem¨®crata Stefan Lofven, ya le dijo a Pedro S¨¢nchez antes de la cumbre que, aunque comparten estilo musical ¡ªambos son socialdem¨®cratas¡ª, no contara para la reuni¨®n de Bruselas con los doce puntos de Suecia, ni con los diez, ni con los ocho¡
No hay que ser derrotistas. A Eurovisi¨®n se le dio por muerto hace unos a?os y, guste o no, es innegable su resurrecci¨®n. Introdujo algunos cambios, alguno incluso sorprendente como invitar a participar a Australia. Y ha sido un ¨¦xito. No significa esto que haya que proponer a Camberra la incorporaci¨®n como Estado miembro a la UE, aunque como respuesta al portazo brit¨¢nico hay que reconocer que no estar¨ªa nada mal. La soluci¨®n a esta disonancia arm¨®nica deber¨¢ salir de dentro, sin fuegos en el escenario, caretas, ni trucos para contentar al electorado propio. Siempre hay esperanza. Un d¨ªa puede aparecer un portugu¨¦s con un piano y unos violines que deje a todo el mundo con la boca abierta. Salvador Sobral lo hizo.
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