Zald¨ªvar
Ni Joaqu¨ªn Beltr¨¢n ni Alberto Sololuze, deseaban morir, y mucho menos de esa manera. Fue un accidente. Nadie deseaba su muerte
Los cuerpos de dos hombres permanecen sepultados, bajo muchas toneladas de basura, de inmundicias, en un vertedero situado en Zald¨ªvar, en Bizkaia, desde el 6 de febrero. Hace ya muchas semanas de que el accidente, porque fue un accidente, se llev¨® por delante a esos dos hombres, de los que apenas se habla, o s¨ª, pero no tanto como se deber¨ªa, porque un bicho maligno se ha dedicado a sembrar otro tipo de muerte en Espa?a: el coronavirus que se ha llevado a otra vida, o mejor dicho, a otra muerte, a unos 30.000 paisanos, a 600.000 en todo el mundo.
Es imposible saber de qui¨¦nes se sent¨ªan m¨¢s cerca los muertos del vertedero. No sabemos, ni sabremos nunca, casi seguro, si pertenec¨ªan a alguna comunidad, si se sent¨ªan cercanos a alguna identidad, a lo que son tan aficionados sus paisanos vascos. Y es tambi¨¦n imposible saber ahora, y a qui¨¦n rayos le importa eso, la jerarqu¨ªa de razones para morir que tuvieran. Si la patria, la familia, el juego de pelota¡
Porque lo que es casi seguro, en los dos casos, es que no quer¨ªan morir. Mucho menos, sepultados por toneladas de basura. Ni Joaqu¨ªn Beltr¨¢n ni Alberto Sololuze deseaban morir, y mucho menos de esa manera.
Fue un accidente. Nadie deseaba su muerte.
Pero tampoco se hizo todo lo posible por evitarla. Hay ya unos detenidos por ello. Por no haber puesto en marcha los mecanismos, que los hay, de protecci¨®n de unas vidas.
Casi seguro que los detenidos por las dos muertes entre los responsables del vertedero se sienten inocentes. Como nos pasar¨ªa a casi todos.
Lo que pasa es que tiene que haber un antes y un despu¨¦s de Zald¨ªvar. Porque es una ley casi general en Espa?a que el derecho al trabajo se ejerza casi fuera de la ley.
Desde muy pronto, decenas de trabajadores se pusieron a buscar a los sepultados. Lo hicieron rebuscando entre toneladas de amianto. Quienes luchan en Madrid contra la empresa del metro por su resistencia a asumir los da?os causados por ese material en los pulmones de los currelas, se echaron las manos a la cabeza al saberlo.
Ni Joaqu¨ªn ni Alberto quer¨ªan que m¨¢s trabajadores se unieran a la larga lista de muertos por la codicia y la desidia.
Hagamos un hueco en nuestra cabeza a quienes desde los sindicatos pelean para que trabajar no suponga jug¨¢rsela.
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