Medio siglo
No me atrevo a releerme pero algunos me reprochan:"?cu¨¢nto has cambiado!". Y yo pienso y no respondo: "pues anda que el mundo..."
Cuando sometieron a Borges a un cuestionario insulso atribuido a Proust, ¨¦l se encarg¨® de dinamitar con ingenio el cat¨¢logo de obviedades (mi preferida: ¡°P: ?Qu¨¦ piensa usted de los viajes espaciales? R: Bueno, todo viaje es espacial, ?no?¡±). Cuando le preguntaron por su personaje hist¨®rico preferido acab¨® nombrando a don Quijote (?) pero antes dijo lo importante: ¡°Todos somos hist¨®ricos, ?no es cierto?¡±. Yo me qued¨¦ con esa iron¨ªa chocante por innegable: la condici¨®n hist¨®rica no es un privilegio de unos cuantos sino una fatalidad de todos. A veces somos m¨¢s conscientes de ello. Por ejemplo, constato que hace medio siglo apareci¨® mi primer libro, Nihilismo y acci¨®n. Un hecho hist¨®rico pero de la intrahistoria, como dir¨ªa Unamuno, incluso de la intrahistoria min¨²scula, privada. Conmocion¨® ingenuamente el alma de un yo que fui, que ya no existe, que recuerdo mal. Lo que no olvido es que aquel yo no quer¨ªa escribir ese libro ni otro mejor o peor sino ser autor por fin de un libro que me sirviese como certificado de ser escritor. Firmar un libro, confirmar una vocaci¨®n. Aunque fuese el ¨²ltimo, imperceptible y remoto, de la lista soberbia encabezada por Homero, Dante y Shakespeare...
No me atrevo a releerme pero algunos me reprochan: ¡°?Cu¨¢nto has cambiado!¡±. Y yo pienso y no respondo: ¡°Pues anda que el mundo...¡±. Ellos se refieren a las opiniones, los encomios o censuras, el cielo y el infierno en que cada autor reparte a los habitantes de su presente. Pero el cambio radical acaecido, ni lo atisban. Cuando empec¨¦, quer¨ªa cumplir el sue?o de mi infancia: justificar con hechos el amor a la lectura. Despu¨¦s aprend¨ª que el amor que cuenta no es a algo, sino a alguien. Tard¨¦ casi medio siglo. Luego la perd¨ª.
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