Aprendices de brujo
Al populismo hay que combatirlo, no usarlo. Incluso aunque pienses que lo puedes controlar, el monstruo acaba siempre por cobrar vida propia
La elecci¨®n de Donald Trump fue para muchos la prueba palpable de la crisis de la democracia liberal. Se ha dicho pr¨¢cticamente de todo sobre ella, sobre su signifi-caci¨®n y sentido, pero resulta evidente que no puede valorarse como un hecho aislado o excepcional. El viejo Habermas hablaba de ¡°la descomposici¨®n de estilo trumpiano¡±, y de c¨®mo estaba afectando al coraz¨®n de Europa. Se refer¨ªa a la forma en la que los populistas acceden al poder fingiendo encarnar al pueblo; a c¨®mo, alcanzado el objetivo, eliminan todo obst¨¢culo que les impida ejercer sus autoritarios ordeno y mando envueltos en una torticera idea de la voluntad general.
Pero ya conocemos el abc del manual populista: los controles y contrapesos que limitan al poder en los sistemas liberales son barreras a eliminar, pues nada ni nadie debe mediatizar el dominio del s¨¢trapa una vez encaramado a la cima. Es el famoso ¡°la democracia es un tranv¨ªa¡± de Erdogan, que a?ad¨ªa: ¡°cuando llegas a tu parada, te bajas¡±. La democracia, en fin, como simple instrumento de acceso al poder, lo que incluye el desprecio por todo lo que condicione la aspiraci¨®n de permanencia ad perpetuam, como hemos visto esta semana con el esperado cuestionamiento del magnate de las elecciones presidenciales v¨ªa Twitter. Puro populismo l¨ªquido. Pero incluso una sociedad hipermediatizada como la nuestra puede decidir, cuando sufre problemas reales, no ser entretenida sino gestionada con rigor.
Aunque el problema con los populistas no es que instrumentalicen la democracia, sino que otros pol¨ªticos sucumban a la tentaci¨®n de instrumentalizar a los populistas para lograr sus propios objetivos. Que se intente deslegitimar una elecci¨®n presidencial, y el da?o que se causa con ello a las instituciones, no interpela solo a los votantes, sino a quienes Anne Applebaum califica como ¡°colaboracionistas¡±. Lo explicaba en un maravilloso texto en el que se?alaba directamente a los republicanos, al ladino abandono de sus principios para usar en su propio beneficio a un presidente ¡°inmoral y peligroso¡±. Es el viejo partido centenario quien tiene la enorme responsabilidad de denunciar las acciones de Trump, lo que env¨ªa, adem¨¢s, un mensaje para navegantes: nuestro ¨¦mulo de Trump es Vox, y esa peligrosa relaci¨®n de los republicanos con el trumpismo (con honrosas excepciones) late en las t¨¢cticas de convergencia usadas por el Partido Popular para mantener poder regional. Pero al populismo hay que combatirlo, no usarlo. Incluso aunque pienses que lo puedes controlar, el monstruo acaba siempre por cobrar vida propia. Intentar instrumentalizarlo al albur de supuestos intereses concurrentes nos acaba haciendo aprendices de brujos. Es eso lo que nos cuenta la emblem¨¢tica serie Baron Noir, un excelente ejemplo ahora que, definitivamente, sabemos que la realidad supera a la ficci¨®n.
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