La lujuria
Sea cual sea la opini¨®n de los lectores al respecto, creo que convendr¨¢n conmigo en que a los pecados les pasa como a los delitos: que no se heredan
La palabra lujuria procede del lat¨ªn luxus y posee el significado conocido del placer carnal tenido por pecado, pero alberga tambi¨¦n un segundo significado menos com¨²n y muy poco empleado: lujuria es en espa?ol el exceso y la opulencia. Nuestros antepasados ten¨ªan tan poco que escrituraban hasta las sillas y los pa?os, posiblemente la ¨²nica demas¨ªa que pod¨ªan permitirse era la que solo depend¨ªa de echar el pestillo y disfrutar con el cuerpo propio o ajeno. Por eso, en la Edad Media la palabra lujuria qued¨® reducida a su primer significado reprendido como pecado: la lascivia, condenada por el sexto mandamiento. Mi coterr¨¢neo Antonio de Nebrija traduc¨ªa la palabra lujuria como mulierositas, pensando en su horizonte que todo placer carnal estaba asociado al cuerpo de las mujeres. Pasaron siglos, hasta mediados del XVII, para que la voz lujo, hermana de lujuria y tambi¨¦n derivada de luxus, se extendiera en la lengua espa?ola como forma de nombrar la suntuosidad.
La tontuela pregunta que se mantiene en algunas entrevistas de ¡°?qu¨¦ te llevar¨ªas a una isla desierta?¡± nos invita a considerar qu¨¦ tenemos por imprescindible y qu¨¦ es un lujo. Si, a la luz de las noticias de este verano, propusi¨¦ramos esa pregunta sobre nuestro Gobierno y su organizaci¨®n, cabr¨ªa dudar: ?es un exceso tener 22 ministerios, alguno de ellos mero ascenso de una antigua secretar¨ªa general? ?Es un lujo inmanejable contar con esas decenas de organismos en capas que, competencia arriba, competencia abajo, han mostrado lo complejo que les resulta organizar el flujo de la gente en la calle ahora que su regulaci¨®n se muestra vital? Si aplicamos la pregunta a nuestra Monarqu¨ªa constitucional, ?es un lujo tener un rey? La monarqu¨ªa es una tradici¨®n europea, y quedan cerca buenos ejemplos de monarqu¨ªas de este continente con m¨¢s valores democr¨¢ticos que algunas rep¨²blicas de otros lares; los reyes, dentro del papel que les otorgan sus respectivas constituciones, son buenos agentes de visibilidad internacional y de diplomacia, no mediatizados por las gafas reductoras del partido pol¨ªtico de turno. Pero el debate social planteado en este verano parece en realidad m¨¢s relacionado con la real lujuria, con la mulierositas y sus consecuencias, que con los fundamentos del 78. Sea cual sea la opini¨®n de los lectores al respecto, creo que convendr¨¢n conmigo en que a los pecados les pasa como a los delitos: que no se heredan.
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