Profesi¨®n: sus insultos
Los faltones, que tanto abundan desde la irrupci¨®n de las redes sociales, olvidan que el bot¨ªn es nimio
Mucho antes de que Pablo Iglesias planteara su propuesta, que tanto revuelo arm¨® en su momento, de naturalizar los insultos ya hab¨ªa amplios sectores en este pa¨ªs que, sin alardear de ella ni preocuparse en teorizarla, llevaban tiempo poni¨¦ndola en pr¨¢ctica. Se me dir¨¢ que no es lo mismo insultar desde un lugar que desde otro, y que lo que resulta intolerable en este caso es pretender hacerlo desde el poder. Incluso aunque pudiera aceptarse el matiz, algunos de los que hoy fingen escandalizarse ante las declaraciones del vicepresidente llevan tiempo ellos mismos insultando desde alguno de los espacios controlados por el poder.
?O es que insultar impunemente desde medios de comunicaci¨®n p¨²blicos controlados de manera directa por el Gobierno de turno (los auton¨®micos vienen incluidos, claro est¨¢) no es una variante de insultos desde el poder? Resultar¨ªa farisaico que estos ¨²ltimos no contaran y solo computaran los formulados expresamente por miembros del Gobierno y altos cargos. En realidad, no deja de llamar la atenci¨®n que en esta cuesti¨®n se haya puesto tanto el acento en el qui¨¦n, en vez de en el qu¨¦, ¨²nico asunto que deber¨ªa preocuparnos.
Deber¨ªa hacerlo porque, para nuestra desgracia, este es un pa¨ªs en el que no solo se entierra muy bien, como dec¨ªa Rubalcaba, sino que tambi¨¦n se insulta muy bien. O tal vez mejor dicho, en el que el insultador suele ser una figura muy jaleada, con independencia de que el destinatario de sus invectivas se las pueda tener merecidas o no. Probablemente el ¨¦xito que en su momento obtuvo una figura de los medios de comunicaci¨®n como Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa fuera debido a su capacidad para generar nuevos insultos (su cl¨¢sico ¡°Pablo, Pablito, Pablete¡¡±) o recuperar antiguos (correveidile, tiralevitas, abrazafarolas¡). Buena parte de los que hoy insultan crey¨¦ndose ¨¦mulos de don Francisco de Quevedo no son m¨¢s que aspirantes al trono vacante del popular radiofonista deportivo.
El devenir de los medios de comunicaci¨®n en este pa¨ªs, sobre todo a partir de la irrupci¨®n de los medios digitales y las redes sociales, ha convertido en encarnizada la batalla por ocupar el m¨¢s alto lugar en la jerarqu¨ªa de los faltones. La competencia es mucha y feroz, parecen pensar estos. Pero tal vez olvidan lo m¨¢s importante: el bot¨ªn es nimio. No es que el rey est¨¦ desnudo: es que se ha quedado sin reino. Y lo que es peor: no lo sabe.
O tal vez sea que quienes poseen como ¨²nica destreza el insultar a lo sumo pueden variar de destinatarios de sus insultos, pero no de forma de proceder. Como se trata de una patolog¨ªa, habr¨¢ que dejar claro que este tipo de personajes no aparecen exclusivamente en un determinado sector pol¨ªtico o ideol¨®gico. As¨ª, por poner el ejemplo que tengo m¨¢s a mano, aunque el independentismo catal¨¢n, en un alarde de narcisismo colectivo al que es muy proclive (al respecto, y a escala individual, las declaraciones de Oriol Junqueras del pasado 19 de julio en TV3, alardeando sin el menor sonrojo de su contrastada bondad personal, son literalmente insuperables), guste de referirse a s¨ª mismo como el no va m¨¢s de la educaci¨®n y el respeto, cuenta con abundantes especialistas en tales pr¨¢cticas.
Uno de ellos hac¨ªa el otro d¨ªa un aparente y sobreactuado acto de contrici¨®n p¨²blica en un medio de comunicaci¨®n local, supuestamente desenga?ado por la deriva seguida por el proc¨¦s en los ¨²ltimos tiempos. Fiel a su patolog¨ªa, lo hac¨ªa insultando a aquellos a los que hasta hace poco jaleaba. Alg¨²n ingenuo podr¨ªa haber esperado que, ya que al personaje se le hab¨ªa revelado de manera s¨²bita la verdad, ahora lamentar¨ªa los viejos insultos que en el pasado dedic¨® injustificadamente a otros. Pero no fue as¨ª. Cay¨® del caballo, cual un Saulo redivivo, pero no se le hizo la luz, sino que, simplemente, se dio un golpe en la cabeza. Se conoce que lo que estos personajes consideran su m¨¢s destacada cualidad, esto es, su capacidad de ofender, constituye de hecho su m¨¢s caracter¨ªstica limitaci¨®n.
Si tanto ¨¦l como muchos otros de los presuntos desenga?ados que empiezan a proliferar ¨²ltimamente en ese mismo sector ideol¨®gico-pol¨ªtico hubieran sido capaces de ver m¨¢s all¨¢ de sus insultos tal vez se hubieran dado cuenta de la profunda contradicci¨®n en la que estaban incurriendo. Porque si, como tanto repitieron a lo largo de estos ¨²ltimos a?os, el proc¨¦s no era cosa de ¨¦lites, ni de unos pol¨ªticos u otros, sino del poble catal¨¤ en su conjunto, que hab¨ªa puesto en marcha un movimiento espont¨¢neo al que los partidos con vocaci¨®n soberanista no ten¨ªan m¨¢s remedio que sumarse, si la cosa funcionaba de abajo arriba y no de arriba abajo ?a qu¨¦ viene declararse traicionados por unos dirigentes que, seg¨²n esta versi¨®n, nunca pintaron nada?
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona y senador por el PSC-PSOE en las Cortes Generales.
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