La corona m¨¢gica
Tanto mon¨¢rquicos como republicanos contemplan la discusi¨®n en t¨¦rminos dicot¨®micos en lugar de abrirse a terceras v¨ªas: ?por qu¨¦ no otra corona, una m¨¢s ajustada a su tiempo?
?rase una vez un pa¨ªs que ten¨ªa una corona m¨¢gica. La mitad de sus habitantes, llamados mon¨¢rquicos, s¨®lo pod¨ªan ver una parte de la misteriosa aureola que adornaba la testa del jefe del Estado: una luz blanca que irradiaba estabilidad a todo el sistema pol¨ªtico. La otra mitad de los ciudadanos, conocidos como republicanos, s¨®lo percib¨ªan la oscura fuerza que emanaba de ella, la injusticia de que s¨®lo una familia pudiera ponerse la corona. Porque tanto mon¨¢rquicos como republicanos contemplan la discusi¨®n en t¨¦rminos dicot¨®micos ¡ªCorona s¨ª o no¡ª en lugar de abrirse a terceras v¨ªas: ?Por qu¨¦ no otra corona, una m¨¢s ajustada a su tiempo?
La necesidad de adaptarse a los tiempos es compartida incluso por la monarca m¨¢s longeva, y de m¨¢s rancio abolengo, del mundo, la reina Isabel II de Inglaterra. Ya en 1997, en el discurso conmemorativo de su 50? aniversario de boda, dijo que, aunque parece existir un abismo entre la monarqu¨ªa hereditaria y un gobierno electo, en realidad la diferencia no es tan grande. Ambas se complementan y existen s¨®lo gracias al consentimiento del pueblo. Para el primer ministro el consentimiento se expresa a trav¨¦s de las urnas, a veces de forma brutal, pero el mensaje es claro. Para la familia real, continu¨® Isabel II, el mensaje de los ciudadanos es m¨¢s dif¨ªcil de leer, enterrado por la deferencia y los s¨²bitos cambios de opini¨®n p¨²blica, ¡°pero debemos leerlo¡±.
Felipe VI, y los pr¨®ceres de la naci¨®n, deber¨ªan tomar nota de esta sabia admonici¨®n, porque como los Windsor, los Borbones encadenan ya varios annus horribilis. Pero, si los mon¨¢rquicos pasan por alto que los reyes derivan su legitimidad del pueblo y no de la mera costumbre, los republicanos olvidan que lo relevante no es si nos gusta la monarqu¨ªa, sino cu¨¢l es la alternativa factible.
En la pr¨¢ctica, ninguna otra forma de jefatura del Estado ofrece mejores garant¨ªas para preservar los derechos democr¨¢ticos que una monarqu¨ªa parlamentaria. Las rep¨²blicas son atractivas, pero no dan las mismas prestaciones. El sustituto de un rey constitucional puede ser un ¨¢ngel meritocr¨¢tico, pero tambi¨¦n un s¨¢trapa inconstitucional.
Eso sin contar el proceso de elecci¨®n del presidente: ?se imaginan ustedes qui¨¦n podr¨ªa representarnos a todos los espa?oles? Ni nuestros personajes m¨¢s valorados fuera, de Felipe Gonz¨¢lez a Rafa Nadal, gozar¨ªan del m¨ªnimo consenso. @VictorLapuente
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.