La hora de las residencias
La extensi¨®n de pruebas es urgente, y tambi¨¦n la revisi¨®n del modelo
La muerte de cerca de 20.000 ancianos por coronavirus en residencias, muchos de ellos sin la hospitalizaci¨®n que requer¨ªan, es solo una dram¨¢tica se?al de un sector que requer¨ªa un mayor escrutinio desde hac¨ªa tiempo y que la pandemia ha puesto en el punto de mira. Los protocolos aprobados en algunas comunidades para restringir la derivaci¨®n a los hospitales, ante el desbordamiento de la sanidad p¨²blica, y el desgarro de ese aislamiento en los momentos finales son algunos de los hitos m¨¢s dolorosos que han marcado esta etapa. La cruda realidad de los ancianos desnud¨® un sistema sanitario que cre¨ªamos fuerte y un modelo, el de las residencias de mayores, que se ha visto abandonado a su suerte y sostenido solo por el esfuerzo descomunal de trabajadores generalmente precarios.
Se calcula que cerca de 380.000 mayores viven ingresados en m¨¢s de 5.400 residencias en Espa?a en un contexto de creciente esperanza de vida y dificultad de conciliaci¨®n. Y la muerte de tantos ha sido solo la punta del iceberg de un sistema desequilibrado que hoy, dos meses despu¨¦s del fin del estado de alarma, se ve carente de los refuerzos y las medidas necesarias para abordar nuevas oleadas de la pandemia.
Un informe de M¨¦dicos sin Fronteras, que ha trabajado en casi 500 centros de hasta 10 comunidades, refleja no solo la dejadez en los medios materiales y la falta de una atenci¨®n m¨¦dica a la que el Estado est¨¢ obligado, sino tambi¨¦n la deshumanizaci¨®n que han sufrido los ancianos o la presi¨®n extrema sobre trabajadores que sin la formaci¨®n adecuada afrontaban situaciones cr¨ªticas. El estudio, aunque retrata una situaci¨®n ya superada, pone el foco en el riesgo que a¨²n afrontan las residencias: 1.200 ancianos se han contagiado en los nuevos brotes, y las organizaciones patronales y sindicales del sector est¨¢n alertando de las carencias que a¨²n sufren.
El Gobierno y las comunidades pactaron la semana pasada nuevas medidas, como la restricci¨®n de las salidas de los ancianos, de las visitas de sus familiares, as¨ª como la realizaci¨®n de pruebas PCR a los nuevos ingresados y a trabajadores reci¨¦n incorporados. Pero los test peri¨®dicos a los empleados, que los expertos defienden especialmente en zonas de mayor incidencia, han quedado en recomendaci¨®n. Y la extensi¨®n masiva de test a ancianos es otra demanda insatisfecha digna de evaluar.
En un sector que en Espa?a se ha convertido en un modelo alejado del control p¨²blico, la exigencia puede ser una v¨ªa m¨¢s eficaz que la recomendaci¨®n. Son muchos los retos que afrontan los gestores, tanto del Gobierno como de las comunidades: uno es la extensi¨®n de pruebas con la rapidez y periodicidad necesarias; otro, la verdadera coordinaci¨®n con el sistema de atenci¨®n primaria y hospitalario, y, el de mayor alcance, la propia revisi¨®n y control de un modelo que ha crecido en ocasiones sin los medios ni los perfiles profesionales necesarios. Que se haya convivido con todo esto hasta ahora sin revisi¨®n alguna no significa que, ante el apremio de una nueva oleada, no se cuide a una generaci¨®n que de sobra prest¨® ya sus servicios a la sociedad en tiempos convulsos. Vamos tarde.
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