L¨ªbano ans¨ªa un nuevo comienzo
La situaci¨®n actual exige que Occidente escuche con humildad y respalde con firmeza las demandas de la poblaci¨®n local, que hace gala de una mayor cohesi¨®n de la que pretenden sus l¨ªderes pol¨ªticos
La capital intelectual del Oriente ¨¢rabe¡± y ¡°el lugar ideal para el florecimiento plet¨®rico y el pluralismo¡±. Con esas palabras describe el Beirut de los a?os sesenta uno de los hijos m¨¢s c¨¦lebres de la ciudad levantina: el escritor Amin Maalouf, premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras del a?o 2010. Su ¨²ltima obra, El naufragio de las civilizaciones, relata la ca¨ªda en desgracia de aquel L¨ªbano vibrante y resplandeciente, tras ser arrasado por el mismo sectarismo que rob¨® su prometedor futuro a tantos otros pa¨ªses de la regi¨®n.
A principios del mes de agosto, gran parte de la capital libanesa qued¨® literalmente arrasada. Seg¨²n apuntan todos los indicios, la tr¨¢gica explosi¨®n que se produjo en el puerto de Beirut se debi¨® a una serie de negligencias directamente vinculadas a la esclerosis pol¨ªtica que se ha adue?ado del pa¨ªs. Justo en la v¨ªspera de la explosi¨®n, el ministro de Asuntos Exteriores liban¨¦s dimiti¨®, advirtiendo que los estrechos intereses partidistas amenazan con convertir a L¨ªbano en un Estado fallido.
La explosi¨®n en el puerto de Beirut es solo la punta del iceberg. A ra¨ªz de la profunda crisis econ¨®mica y financiera que ya atravesaba L¨ªbano, en el pasado mes de octubre surgi¨® una oleada de protestas contra la inoperancia de los pol¨ªticos libaneses, la corrupci¨®n sist¨¦mica y las continuas injerencias por parte de potencias extranjeras. Desde entonces, las cosas han ido de mal en peor. El Programa Mundial de Alimentos calcula que, entre octubre de 2019 y junio de 2020, el precio de los alimentos en L¨ªbano se increment¨® un 109%. A esto hay que a?adir, por supuesto, los efectos de la covid-19, que se han visto agravados por el caos ligado a la explosi¨®n. Y cabe recordar, asimismo, que este L¨ªbano en horas bajas cuenta con la mayor tasa de refugiados per c¨¢pita del mundo: los refugiados sirios constituyen hoy en d¨ªa el 30% de la poblaci¨®n del pa¨ªs.
L¨ªbano se encuentra inmerso en su crisis m¨¢s grave desde la guerra civil que tuvo lugar entre 1975 y 1990. A decir verdad, el pa¨ªs nunca logr¨® cerrar con un portazo ese aciago cap¨ªtulo de su historia. La trayectoria reciente de L¨ªbano representa un caso paradigm¨¢tico de lo que la acad¨¦mica brit¨¢nica Mary Kaldor llama ¡°nuevas guerras¡±. Estos conflictos se caracterizan por el inter¨¦s de los contendientes en fomentar identidades extremistas y perpetuar las hostilidades, con tal de dar rienda suelta a pr¨¢cticas extractivas. Los acuerdos de paz son usados por los l¨ªderes de las facciones implicadas para consolidar sus esferas de poder y sus redes clientelares. Eso mismo ocurri¨® en L¨ªbano con el Acuerdo de Taif de 1989, que modific¨® levemente el sistema de cupos basado en criterios confesionales que ha imperado en los ¨®rganos p¨²blicos del pa¨ªs desde su independencia, y que ha obstaculizado la gobernanza y la construcci¨®n de una identidad nacional.
Tal y como se?ala Kaldor, a menudo, los acuerdos de paz no se traducen siquiera en el fin de la violencia. Sirva de muestra la emergencia durante la posguerra libanesa del grupo islamista chi¨ª Hezbol¨¢, que muchos pa¨ªses catalogan como una organizaci¨®n terrorista, y que se ha servido del patrocinio de Ir¨¢n y Siria para establecer lo que suele definirse como ¡°un Estado dentro del Estado¡±. El 18 de agosto, un tribunal especial respaldado por Naciones Unidas conden¨® a un integrante de Hezbol¨¢ por el asesinato de Rafic Hariri ¡ªel primer ministro liban¨¦s m¨¢s destacado de la posguerra¡ª en un atentado que tambi¨¦n cost¨® la vida a otras 21 personas en 2005. La c¨²pula de Hezbol¨¢, no obstante, fue exonerada.
En definitiva, L¨ªbano lleva ya mucho tiempo a la deriva, y la comunidad internacional no puede desentenderse de ello. No en vano, el embri¨®n del actual Estado liban¨¦s fue engendrado hace justamente un siglo por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial, tras la disoluci¨®n del Imperio otomano. Hasta 1943, la Sociedad de Naciones situ¨® a L¨ªbano bajo mandato de Francia, que todav¨ªa mantiene estrechas relaciones con el pa¨ªs levantino. Mediante su visita a Beirut dos d¨ªas despu¨¦s de la explosi¨®n, y su posterior impulso de una conferencia de donantes apoyada por la ONU, el presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, enfatiz¨® que su pa¨ªs y las dem¨¢s potencias mundiales se hallan ante el deber inmediato de proveer ayuda de emergencia, algo que la Uni¨®n Europea ha hecho con presteza y generosidad. Pero no se trata ¨²nicamente de eso: Occidente, en particular, tiene la responsabilidad hist¨®rica de fomentar sistemas efectivos de gobernanza en L¨ªbano y el resto de la regi¨®n.
Con demasiada frecuencia, sin embargo, los pa¨ªses occidentales no han estado a la altura de esta responsabilidad hist¨®rica. La voluntad de afirmar su control les ha llevado a incurrir en excesos intervencionistas y actitudes paternalistas. El caso de Libia, por ejemplo, demuestra que un Estado fallido puede surgir de modos muy diversos, y que la soberbia occidental a la hora de auspiciar cambios de r¨¦gimen sin planes viables de reconstrucci¨®n es susceptible de contribuir a ello. Por encima de todo, cualquier iniciativa de car¨¢cter humanitario deber¨ªa respetar una de las m¨¢ximas elementales de la medicina: primum non nocere, esto es, ¡°lo primero es no hacer da?o¡±.
El actual contexto liban¨¦s exige que Occidente escuche con humildad y respalde con firmeza las demandas de la poblaci¨®n local, que hace gala de una mayor cohesi¨®n de la que pretenden sus l¨ªderes pol¨ªticos. El malestar popular ya ha provocado que el Gobierno liban¨¦s dimita en pleno, pero eso no bastar¨¢. Adoptando incluso lemas asociados a las primaveras ¨¢rabes, los manifestantes abogan por una renovaci¨®n completa del sistema, aunque la empresa se antoje harto complicada. Ni la clase dirigente libanesa ni los pa¨ªses vecinos m¨¢s influyentes aceptar¨¢n esta reforma integral de buen grado, y la experiencia de las primaveras ¨¢rabes dista mucho de ser halag¨¹e?a. La revoluci¨®n tunecina fue la ¨²nica que desemboc¨® en una democracia, e incluso esa historia de ¨¦xito no ha sido una panacea.
En cualquier caso, si existe alguna esperanza de que L¨ªbano resurja de sus cenizas, esta radica en permitir el desarrollo de din¨¢micas end¨®genas y movimientos sociales de base, como sucedi¨® en T¨²nez. A fin de resaltar las voces aut¨®ctonas, me permitir¨¢n que concluya este art¨ªculo como lo he empezado: con las sabias reflexiones de Amin Maalouf. ¡°En la actualidad estoy convencido¡±, asegura Maalouf, ¡°de que el ideal ¡ªpara mi pa¨ªs natal, pero no s¨®lo para ¨¦l¡ª no reside ni en el sistema de cupos, que encierra a la sociedad en una l¨®gica perversa y conduce directamente a lo que se quer¨ªa evitar, ni en la negaci¨®n de las diferencias, que disimula los problemas y contribuye a menudo a agravarlas. Lo que est¨¢ en juego es la propia supervivencia de la naci¨®n, su prosperidad, su lugar en el mundo y su paz civil¡±.
Javier Solana es distinguished fellow en la Brookings Institution y presidente de EsadeGeo-Center for Global Economy and Geopolitics.
? Project Syndicate, 2020.
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