El fondo europeo, ?un nuevo Plan Marshall?
Las ayudas deben servir de incentivo para adoptar medidas necesarias, incluso impopulares
Tras su aprobaci¨®n en julio, el presidente de Gobierno espa?ol defini¨® el fondo europeo de recuperaci¨®n como ¡°un nuevo Plan Marshall¡±. La referencia al Programa de Recuperaci¨®n Europea anunciado en 1947 por el secretario de Estado George Marshall es recurrente en situaciones de crisis. Pareciera que invocarlo fuera una especie de conjuro que garantizara la repetici¨®n de sus positivos resultado.s. No obstante, para discernir si el programa de ayudas aprobado por la UE puede tener un impacto similar es necesario entender cu¨¢les fueron las razones del ¨¦xito del que fue, en palabras de los economistas norteamericanos Bradford DeLong y Barry Eichengreen, el ¡°programa de ajuste estructural m¨¢s exitoso de la historia¡±.
En contra de la creencia popular, el ¨¦xito del Plan Marshall no se bas¨® en la financiaci¨®n de la reconstrucci¨®n que ya estaba bien encaminada cuando el programa comenz¨®; ni en el volumen de la ayuda, significativo, pero por s¨ª solo insuficiente. Su principal contribuci¨®n fue facilitar que la pol¨ªtica econ¨®mica europea se centrara en garantizar la estabilidad financiera y monetaria, en promover el comercio y, en general, en asentar un modelo de econom¨ªa mixta basado en el mercado libre cuyos efectos distributivos m¨¢s indeseables se corrigieron con un generoso Estado de bienestar. Fueron esas pol¨ªticas, esas reformas estructurales, las que propiciaron el aumento de la productividad cimentando la etapa de crecimiento econ¨®mico m¨¢s intenso de la historia europea.
El Plan Marshall determin¨® el curso de la pol¨ªtica econ¨®mica a trav¨¦s de la condicionalidad. Los fondos pod¨ªan convertirse en subvenciones o pr¨¦stamos a bajo inter¨¦s para perseguir los objetivos previstos en el acuerdo bilateral firmado con EE UU en el que cada pa¨ªs se compromet¨ªa a seguir las pol¨ªticas de libre mercado promovidas ya en los acuerdos de Bretton Woods. Al propio tiempo, los pa¨ªses participantes deb¨ªan integrarse en una organizaci¨®n internacional (OECE, m¨¢s tarde OCDE) financiada con cargo al plan y destinada a presentar un plan conjunto de liberalizaci¨®n del comercio intraeuropeo. El incentivo de la ayuda ¡ªo, si se prefiere, el temor a perderla¡ª sirvi¨® para vencer las resistencias internas a esas medidas, evitando que explotaran de nuevo los conflictos distributivos que afligieron a Europa en los a?os veinte y treinta, mientras la cooperaci¨®n en el marco de la OECE permiti¨® superar el problema de coordinaci¨®n que supon¨ªa la apertura comercial.
M¨¢s all¨¢ de la profusa utilizaci¨®n de las met¨¢foras b¨¦licas durante los ¨²ltimos meses, los problemas a los que se enfrenta la econom¨ªa europea tras la pandemia son, en cierta manera, comparables a los que la asolaban tras la Segunda Guerra Mundial. Tambi¨¦n ahora se trata de poner de nuevo a pleno funcionamiento la capacidad productiva subutilizada. La demanda y la actividad econ¨®mica se han desplomado a consecuencia de los confinamientos. En una espiral destructiva que solo las ayudas p¨²blicas han podido ralentizar, las quiebras de empresas van en aumento, el desempleo se ha disparado y muchas familias est¨¢n agotando sus ahorros a la espera de la vuelta a la normalidad. La incertidumbre acerca de nuevos rebrotes continuar¨¢ atenazando a los consumidores por un tiempo, mientras la inversi¨®n tardar¨¢ todav¨ªa m¨¢s en recuperarse. Por ¨²ltimo, la pandemia est¨¢ afectando en mayor medida a los sectores m¨¢s vulnerables de la poblaci¨®n, acentuando todav¨ªa m¨¢s los graves problemas de desigualdad que se arrastran desde la crisis anterior.
El Plan Marshall demostr¨® que los pa¨ªses europeos se necesitaban mutuamente para superar su colapso. D¨¦cadas de integraci¨®n econ¨®mica han acentuado esa interdependencia, pero las ¨²ltimas experiencias, incluidas las primeras reacciones ante la pandemia, revelaron un cierto decaimiento de aquel esp¨ªritu de cooperaci¨®n. Por esta raz¨®n, el primer motivo de optimismo es simplemente el hecho de que sean las instituciones europeas las que hayan tomado las riendas, aprobando un programa de recuperaci¨®n que pretende no solo compensar los efectos negativos de la pandemia, sino tambi¨¦n impulsar una reconversi¨®n industrial basada en la transici¨®n digital y ecol¨®gica. ?Podr¨¢ hacerlo?
La primera lecci¨®n del plan Marshall es que los resultados dependen no tanto del volumen de las ayudas como del modo en que se implemente el programa y el uso que se haga de los fondos. La condicionalidad es, pues, fundamental. Las ayudas deben servir de incentivo para la adopci¨®n de las medidas necesarias, incluso las impopulares. Para que esto sea posible, sin embargo, se necesita un proyecto colectivo que asegure que nadie va a quedar atr¨¢s. Esa es la otra lecci¨®n decisiva del plan. La Gran Depresi¨®n puso de manifiesto los peligros de hacer recaer los costes de los ajustes sobre los m¨¢s desfavorecidos, dinamitando el consenso social. La pasada crisis evidenci¨® que esos riesgos siguen presentes. No se conocen todav¨ªa los detalles de su funcionamiento, pero para que el programa suponga un avance ser¨¢ necesario evitar esos riesgos. El Plan Marshall fue una respuesta excepcional a una situaci¨®n ¨²nica. La respuesta de la UE a la pandemia est¨¢ siendo igualmente extraordinaria. Esperemos que tambi¨¦n en este caso se trate de una historia de ¨¦xito.
Elena Mart¨ªnez Ruiz es profesora de Econom¨ªa en la Universidad de Alcal¨¢.
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