Los aut¨¦nticos amos de la embarcaci¨®n
Joseph Conrad sab¨ªa que para saber estar al mando hac¨ªa falta olvidarse de uno mismo
Los meses de verano son distintos de los del resto del a?o. Llegan las vacaciones, se deja el domicilio habitual, suele haber planes de viaje, sales al extranjero o te vas a la monta?a, al r¨ªo o a la playa, hay quienes se aplican a la introspecci¨®n y otros se aturden con la bebida y el desparrame. El final del confinamiento coincidi¨® pr¨¢cticamente con el inicio de esta temporada que suele ser tan distinta, as¨ª que el verdadero encuentro con esa otra realidad que ha dejado la crisis del coronavirus empieza la pr¨®xima semana. La vuelta al colegio de los peque?os siempre ha sido la se?al de que se acab¨® ese tiempo de par¨¦ntesis, y este a?o se presenta envuelta por un manto de inquietudes, preocupaciones, temores. Los viajeros del barco se asoman para ver c¨®mo est¨¢ el mar y, tras su aparente calma tras unas cuantas sacudidas por los rebrotes, no encuentran ni un solo signo que invite a la calma.
Esto del barco, disculpen, es una de esas tentadoras met¨¢foras de las que tanto se abusa en esta ¨¦poca de tribulaci¨®n. Al Gobierno de Pedro S¨¢nchez le gust¨® m¨¢s la de la guerra y orquest¨® al inicio del estado de alarma unas comparecencias en las que tambi¨¦n interven¨ªan relevantes cargos uniformados. Seguramente le tent¨® la idea de estar al mando de un poderoso ej¨¦rcito que nunca ceder¨ªa ante los embates de un enemigo al que terminar¨ªa triturando bajo su firme direcci¨®n. Es posible que, am¨¦n de por las inc¨®modas declaraciones que hizo en su momento uno de los generales, el director de escena decidiera cambiar de gui¨®n al constatar que, a todas luces, no exist¨ªa ning¨²n ej¨¦rcito enemigo al frente. Lo que hab¨ªa era una min¨²scula criatura, tan peque?a que no hay manera de verla y bastante impredecible, por lo que resultaba complicado apuntarle con los ca?ones de la artiller¨ªa y aplastarla con los bombardeos de aviones equipados con la ¨²ltima tecnolog¨ªa. Igual, pues, sobraban las trompetas y los aspavientos militares. Con lo que regresaron a un modelo donde tuviera m¨¢s protagonismo la ciencia.
Ese recurso al barco que puede hundirse en las fauces de un salvaje oleaje de una naturaleza rebelde no es tampoco una met¨¢fora que vaya mucho m¨¢s all¨¢. Lo que ocurre simplemente es que Joseph Conrad tiene unas bell¨ªsimas p¨¢ginas sobre el mar. Y cualquier cosa que se lea durante esta temporada extra?a parece siempre que estuviera hablando de la pandemia. Del miedo, porque tenemos miedo; del valor, porque esperamos tenerlo si la cosa se complica; de la obediencia, porque confiamos en que igual va mejor que alguien est¨¦ al frente; de las leyes, por el temor a que sean trituradas y dejen de protegernos. En fin, asuntos todos que tienen que ver con el reto de surcar los oc¨¦anos (y de vivir).
Conrad recogi¨® en El espejo del mar, que tradujo magistralmente Javier Mar¨ªas, cuanto aprendi¨® durante su larga vida de marino. ¡°Los que han llegado a ser aut¨¦nticos amos de su embarcaci¨®n ¡ªesto lo digo con la seguridad que me otorga mi experiencia mar¨ªtima¡ª no han pensado en nada que no fuera en hacerlo lo mejor posible con el buque que estuviera a su mando¡±, escribi¨®. ¡°Olvidarse de s¨ª mismo, renunciar a todo sentimiento personal en aras de ese bello arte es, para un marino, el ¨²nico modo de desempe?ar fielmente su cargo¡±. Las met¨¢foras no sirven, importan las palabras. E igual estas sirven, y es que, en esta traves¨ªa en la que estamos, solo parecen imponerse los intereses partidistas.
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