Antropol¨®gica
A corto plazo la acci¨®n pol¨ªtica pasa por reforzar un sentido de la solidaridad y en contrataci¨®n de rastreadores y personal sanitario, aprovechamiento de infraestructuras p¨²blicas, reforzamiento de atenci¨®n primaria...
Hace algunos a?os escuch¨¦ una historia, supuestamente real, que podr¨ªa haber inspirado una de esas series hospitalarias que tanto me gustan. Aunque ¨²ltimamente estoy m¨¢s enganchada a los telefilmes de forenses y me sorprendo a m¨ª misma presenciando espect¨¢culos nauseabundos de tripas comidas por gusanos. Desde que el doctor Gannon comenzara con sus diagn¨®sticos, yo les he sido fiel al doctor Vilches, al doctor House y al Buen Doctor que se pone de los nervios si alguien coloca al rev¨¦s el rollo de papel higi¨¦nico. He visto episodios de la doctora Queen, doctor en Alaska y doctor en Los Alpes. Vi M.A.S.H. y ?Qu¨¦ me pasa, doctor? Ahora que virus mutantes colonizan la Tierra a trav¨¦s de nuestros maltrechos cuerpos hospedadores, reparamos en la pertinencia de la devoci¨®n por las ficciones sanitarias. Pero mi historia es un hecho real: investigadores estadounidenses descubren que ni?os y ni?as con c¨¢ncer, procedentes de familias ¡°hispanas¡±, se recuperan mejor que los de familias anglosajonas. La causa reside en que las familias ¡°hispanas¡± nos abrazamos y damos m¨¢s calor, tangible y pegajoso, que las familias de culturas para las que la cercan¨ªa es invasiva. Esto, que supone una ventaja en ciertas situaciones patol¨®gicas, en otras nos mata: a veces se achaca nuestra elevada tasa de contagio a una idiosincrasia sobona que no sabe conversar si no es tocando carne.
Pens¨¦ en estas cuestiones despu¨¦s de la charla que, cada mi¨¦rcoles, mantenemos Manuel Delgado, ?ngels Barcel¨® y yo en la SER. All¨ª hablamos de la dificultad de cambiar comportamientos culturalmente tan asentados en la base de nuestra sociabilidad que, por mucho que nos recomienden o proh¨ªban, cuando los reprimimos, surge la extra?eza, incomodidad, la sensaci¨®n de vivir una vida a medias o entre par¨¦ntesis. Los aprendizajes son lent¨ªsimos hasta que se transforman en adquisiciones. As¨ª que hay quien asume la fatalidad antropol¨®gica, tira la toalla, se va al bar a tomar una ca?a o declara que todos los ni?os de Madrid se van a contagiar. Y se queda tan pancha. Porque como aqu¨ª no se vive en ning¨²n lado, pero algo malo deb¨ªa de tener esto del sol y la extraversi¨®n. Parece que estos comportamientos son casi impermeables a la acci¨®n pol¨ªtica a no ser que coloquemos el logro del objetivo en el plazo remoto. A corto plazo la acci¨®n pol¨ªtica, que servir¨ªa de contrapeso a nuestra indeleble idiosincrasia mediterr¨¢nea y t¨¢ctil, pasa por reforzar un sentido de la solidaridad que para los temas de salud tambi¨¦n est¨¢ antropol¨®gicamente arraigado en nuestra cultura ¡ªmedalla de oro en donaciones de sangre, trasplantes y cari?oso cuidado a las personas enfermas¡ª, y en tomar medidas que no me canso de repetir: contrataci¨®n de rastreadores y personal sanitario, aprovechamiento de infraestructuras p¨²blicas, reforzamiento de los centros de atenci¨®n primaria. Esto ser¨ªa m¨¢s ¨²til que la medicalizaci¨®n de hoteles o la opaca contrataci¨®n de servicios privados para realizar test de anticuerpos a docentes convocados con atropello antes del comienzo de curso. Pero es que a Madrid le tienen man¨ªa, d¨®nde ha visto usted a un presidente que ataque as¨ª a su capital, hay cuatro escenarios para la vuelta al cole ¡ªuno, cuatro, dos, tres¡¡ª y, cuando el Bar?a gana, al PSOE le va bien. Que parece usted antropol¨®gicamente tonto, oiga.
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