Conciliar en todos sus sentidos
Si tampoco era posible compatibilizar arm¨®nicamente trabajo remunerado, de cuidado y dom¨¦stico antes de la pandemia, la respuesta de los poderes p¨²blicos a la emergencia sanitaria lo ha hecho todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil
Me hab¨ªa propuesto insistir en esta columna sobre el que considero uno de los mayores desaf¨ªos para nuestra sociedad y que la pandemia ha hecho todav¨ªa m¨¢s flagrante: la dificultad para conciliar vida laboral y familiar. Al mismo tiempo, me parece urgente abordar otro reto de actualidad: la necesidad de desarrollar estrategias coordinadas en respuesta a la pandemia que tomen en cuenta el mayor n¨²mero posible de aspectos de la vida colectiva. Me di cuenta de que la propia palabra conciliar me permite hablar de ambas cosas a la vez.
Su primera acepci¨®n, de acuerdo al diccionario de la RAE, es ¡°poner de acuerdo a dos o m¨¢s personas o cosas¡±. Ese es tambi¨¦n el sentido de la pol¨ªtica: llegar a acuerdos entre diferentes actores pol¨ªticos e instituciones y, en ese proceso, conciliar las diversas demandas y necesidades de la ciudadan¨ªa, en ocasiones, contradictorias. En el contexto actual, este equilibrio es, si cabe, todav¨ªa m¨¢s delicado. Como bien saben los analistas de pol¨ªticas p¨²blicas, no hay pol¨ªtica que genere exclusivamente beneficios ¡ªincluso en circunstancias normales¡ª y, a veces, los efectos no previstos de una pol¨ªtica pueden generar m¨¢s costos que los beneficios buscados. Ya hay voces que advierten de que las muertes en el mundo por los efectos de las restricciones sanitarias superar¨¢n a las causadas por la pandemia. Por eso es tan importante que las pol¨ªticas no se conciban a trav¨¦s de un ¨²nico prisma ¡ªsea este sanitario, econ¨®mico u otro¡ª; ni en una suerte de vac¨ªo, como si una determinada pol¨ªtica no fuera a interactuar con otras. Sin ir m¨¢s lejos, las medidas que se tomen en materia laboral deben conciliarse con aquellas que se tomen en materia educativa y a la inversa. Esto exige, entre otras cosas, que las instituciones miren m¨¢s all¨¢ del estricto ¨¢mbito de sus competencias y se pongan de acuerdo entre ellas.
No es casualidad que el ejemplo que pone la RAE de la segunda acepci¨®n de conciliar, ¡°hacer compatibles dos o m¨¢s cosas¡±, sea ¡°conciliar la vida laboral y la vida familiar¡±. Basta, hoy en d¨ªa, con decir conciliar, sin m¨¢s precisiones, para que todos entendamos que a eso nos referimos. En la pr¨¢ctica, sin embargo, se trata de una aspiraci¨®n, m¨¢s que una realidad. Al principio de la pandemia, se habl¨® de que el confinamiento podr¨ªa hacernos reconsiderar nuestras prioridades y colocar la vida y los cuidados asociados a ella en el centro de la agenda pol¨ªtica. Seis meses m¨¢s tarde, apenas hay indicios de ello. No hay conciliaci¨®n en la nueva normalidad era el t¨ªtulo de un reciente art¨ªculo de Ariane Aumaitre en estas p¨¢ginas. Si tampoco era posible compatibilizar arm¨®nicamente trabajo remunerado, de cuidado y dom¨¦stico antes de la pandemia, la respuesta de los poderes p¨²blicos a la emergencia sanitaria lo ha hecho todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil. Lo que no queda claro es si esta situaci¨®n es el resultado de pol¨ªticas poco pluralistas y escasamente coordinadas entre ellas, conforme a lo arriba explicado; o porque los costos de la imposibilidad de conciliar son, como dir¨ªan los expertos, tolerables. A fin de cuentas, los que sufren las consecuencias son madres y padres, sobre todo, aquellos socialmente m¨¢s vulnerables, a quienes no les queda tiempo y energ¨ªa suficiente para movilizarse pol¨ªticamente; y ni?os¡ que no votan.
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