Segundo mandamiento
La pol¨ªtica es la nueva guerra de religi¨®n
Dice as¨ª: no tomar¨¢s el nombre de Dios en vano. Y vendr¨ªa bien record¨¢rselo a todos aquellos que se lanzan a una cruzada para defender su fe. Como el exministro Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz quien, tras reconocer que ¡°el diablo quiere destruir Espa?a¡±, es l¨®gico que quisiera montar operaciones en la c¨²pula de Interior para (presuntamente) combatir con m¨¦todos mafioso-inquisitoriales a imp¨ªos nacionalistas y herejes como el extesorero del partido. Y es que, si tu fin es tan elevado como sacar a tu pa¨ªs de las garras de Satan¨¢s, cualquier medio est¨¢ justificado.
Adem¨¢s de parecer un delito, tomarse la justicia por la mano es un pecado. Los fundadores del cristianismo, Jes¨²s y Pablo de Tarso, insistieron en que, al juzgar a los dem¨¢s, te condenas a ti mismo. Creerse ejecutor de un designio divino no es s¨®lo un pecado de soberbia, sino ir en contra de la idea misma de Dios tal y como se concibe en la tradici¨®n judeocristiana.
Antes de Yahv¨¦, los gobernantes eran considerados dioses. Si los reyes de Babilonia o los faraones egipcios hubieran organizado un dispositivo para espiar al antiguo tesorero del templo sin el conocimiento de los escribas, no s¨®lo no pod¨ªan ser criticados, sino que deb¨ªan ser alabados por entenderse que actuaban siguiendo designios divinos. El pueblo jud¨ªo cre¨® a Dios (o ¨¦ste cre¨® a aquellos, lo dejo a la libertad del lector, aunque es un detalle menor) para que ning¨²n ser humano se creyera dios. Dios existe para evitar que nadie entre nosotros se considere divino.
Pensar que un grupo importante de tus conciudadanos ¡ªnada m¨¢s y nada menos que los millones de votantes de partidos independentistas o poscomunistas¡ª trabaja para el diablo es el ep¨ªtome de la teor¨ªa de la conspiraci¨®n. Pero tambi¨¦n es conspiranoico deducir que Espa?a es un Estado opresor, como afirman muchas voces soberanistas. En un Estado opresor no hay jueces que investiguen las acciones del Gobierno y los cr¨ªticos son purgados por m¨¦todos extralegales. Es lo que hacen Putin y Lukashenko, reg¨ªmenes curiosamente poco cuestionados por el independentismo y el podemismo.
La satanizaci¨®n del enemigo no es exclusiva de Espa?a. En EE UU, cuatro de cada diez republicanos (y otros tantos dem¨®cratas) creen que sus rivales pol¨ªticos, tradicionalmente vistos como adversarios, son ¡°inequ¨ªvocamente malvados¡±. La pol¨ªtica es la nueva guerra de religi¨®n. @VictorLapuente
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