La Habana y Washington, campos de fuerza conservadora
Por pura malcriadez sentimental, por puro melodrama hist¨®rico, Latinoam¨¦rica le ha entregado Cuba a Estados Unidos, y Venezuela tambi¨¦n
La semana pasada, el periodista cubano Abraham Jim¨¦nez fue interrogado por la Seguridad del Estado durante casi cinco horas. Lo desnudaron, lo pusieron de cara contra una pared, lo esposaron y lo metieron en un auto con la cabeza gacha para conducirlo hasta Villa Marista, el cuartel general de la polic¨ªa pol¨ªtica del castrismo.
A sus 31 a?os, Abraham es columnista de opini¨®n en The Washington Post en espa?ol, y lo reprimen y buscan intimidarlo para que desista de ejercer su profesi¨®n sin el consentimiento del Estado, pero esa es la ¨²nica manera en que se puede ejercer el periodismo en Cuba.
Conozco a Abraham desde que ten¨ªamos 19 a?os y ¨¦l quer¨ªa convertirse en relator de deportes de la emisora de radio de La Habana. Todav¨ªa no le interesaba escribir, que es lo que ha venido haciendo sin interrupci¨®n desde entonces, contando a trav¨¦s de decenas de art¨ªculos y reportajes la vida de su pa¨ªs y la suya propia: qu¨¦ significa ser negro en Cuba, qu¨¦ significa ser periodista independiente, qu¨¦ significa que un poder autoritario te acose y vigile.
En ese per¨ªodo, hemos sido los amigos m¨¢s cercanos. Jugamos siempre en los mismos equipos de b¨¦isbol, tanto en La Habana como en Villa Clara y Holgu¨ªn, y luego fundamos El Estornudo, una revista censurada que molesta a los cancerberos ideol¨®gicos y funcionarios culturales cubanos, lo que justifica con creces su existencia.
Digo todo esto para que sepan que s¨¦ de qui¨¦n estoy hablando. Desde una ¨®ptica cercana, he visto c¨®mo en cuesti¨®n de unos pocos d¨ªas se han puesto en marcha las rotativas de la propaganda, sus viejos trucos ret¨®ricos, la manera en que determinada ficci¨®n pol¨ªtica empieza a actuar sobre un individuo y las partes de cierto relato hist¨®rico vigente ¨Cel relato hist¨®rico de la Guerra Fr¨ªa¨C se coordinan de modo mec¨¢nico e impersonal, con asombrosa prontitud.
Se trata de una construcci¨®n uniforme, como una casa ensamblada. El aura industrial de este procedimiento son los intereses de los poderes f¨¢cticos, y la casa es el cuerpo ideol¨®gico cerrado que conforman esos intereses una vez se articulan entre s¨ª. Adentro de la casa no vive nadie, porque no hace falta tampoco que nadie viva, sino que aparente vivir. M¨¢s que casas, como vemos, se trata de fachadas.
La detenci¨®n arbitraria de Abraham fue denunciada, entre tantos otros, por Mike Pompeo, secretario de Estado de la Administraci¨®n Trump. Su pronunciamiento interesa particularmente, porque permite entrar en el orden de las representaciones. La polic¨ªa pol¨ªtica dice que Abraham responde a los intereses de un gobierno extranjero. Pompeo escribe un tuit en su defensa, y entrega la evidencia del v¨ªnculo que la polic¨ªa pol¨ªtica necesita. Est¨¢n deteniendo a Abraham por una cosa que va a suceder despu¨¦s. Lo interrogan para que su delito ocurra.
Ha sido esta una pr¨¢ctica usual en Cuba. Por ejemplo: expulsan a alguien de un puesto laboral porque supuestamente quiere emigrar. Luego ese alguien, que ha sido desplazado y condenado a una muerte c¨ªvica, emigra. No le ha quedado m¨¢s remedio. Entonces la instituci¨®n que lo expuls¨®, asiente satisfecha. Se dice a s¨ª misma que ten¨ªa raz¨®n. Su mirada previsora vio venir los acontecimientos. Pero la mirada previsora, m¨¢s bien, indujo los acontecimientos, o, incluso, la mirada previsora aconteci¨®.
La destrucci¨®n del orden civil de los hechos, el quiebre de su dial¨¦ctica sencilla, permite la invenci¨®n e imposici¨®n del tiempo pol¨ªtico del Estado, y esto es lo que revela el rasgo totalitario del mismo. Todo poder padece dicha tentaci¨®n, la tentaci¨®n de amasar su eternidad, pero el grado de incumplimiento de ese deseo es tambi¨¦n su grado de legitimidad presente.
La carga solidaria del pronunciamiento de Pompeo viene por su identificaci¨®n con el sujeto oprimido, al que, hasta cierto punto, le cubre las espaldas y protege de manera efectiva, y la dosis de c¨¢lculo reside en que se trata de un sujeto oprimido funcional a sus prop¨®sitos. Cuba es una dictadura y esto justifica moralmente las sanciones econ¨®micas impuestas por Washington, aun cuando nadie haya podido demostrar en d¨¦cadas el recrudecimiento del embargo frene la represi¨®n en la isla o la vuelva un sitio ligeramente menos estalinista. En ¨²ltima instancia, la pol¨ªtica de asfixia no es, como dice ser, un misil que se dirija al coraz¨®n del r¨¦gimen, sino una reacci¨®n ejecutiva y legislativa que en el orden pol¨ªtico La Habana sabe conducir.
Este caso ilustra c¨®mo dos fuerzas conservadoras, opuestas en apariencia, tiran hacia la misma direcci¨®n, act¨²an de modo previsible, y hacen lo que cada una espera y necesita de la otra. Tal juego de roles cuenta con otro actor silencioso, nocivo, que habla desde el mutismo: la instituci¨®n realmente existente de la izquierda latinoamericana. Incapaz de expresar con contundencia su apoyo a los periodistas y actores pol¨ªticos reprimidos en Cuba, esa izquierda casposa le entrega el capital simb¨®lico del gesto comprometido a la Casa Blanca, y luego su conciencia duerme tranquila en la pr¨¢ctica de la estrategia ineficaz, a remolque, que conocen: no hacerles el juego a los gringos, aunque no se sepa bien ya lo que eso significa. Por pura malcriadez sentimental, por puro melodrama hist¨®rico, Latinoam¨¦rica le ha entregado Cuba a Estados Unidos, y Venezuela tambi¨¦n.
Esa madeja finamente trenzada convierte a Abraham en un instrumento, objetualiza las causas y las personas. Lo que quiero decir es lo siguiente: las palabras, actuando en el vac¨ªo hist¨®rico, dibujan un espejo de realidad. El individuo es ese espejo, y las fuerzas reaccionarias se miran en ¨¦l. Hay ah¨ª una respuesta plausible a la pregunta de por qu¨¦ tantos cubanos apoyan a Trump.
Arrojados a esa suerte de hueco afectivo, los cubanos son el c¨®mputo triste de las ideolog¨ªas muertas que act¨²an sobre ¨¦l. Otros pueblos tienen su desastre particular. Ese es el nuestro. A pesar de la represi¨®n y el acoso al que ha sido sometido, Abraham debe volverse un espejo que no refleje aquello que ahora se supone tiene que reflejar. Creo que ¨¦l lo sabe. Como nosotros, tiene por delante la ardua tarea de la libertad.
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