La fragilidad de la democracia
La sensaci¨®n de pertenecer a algo que nos une, aun siendo diferentes, es imposible cuando todo est¨¢ lleno de brechas que asedia el populismo
Las im¨¢genes ayudan a entender ideas. Lo corrobora la geograf¨ªa de las ciudades, con sus espacios generosamente planeados y reconstruidos, como Berl¨ªn, que quiere ser cosmopolita y europea. En el andar de un fl?neur, puedes toparte con el Parlamento y su c¨²pula de cristal, como una b¨®veda surgida del cielo, arqueada solemnemente en el centro de la C¨¢mara. El monumento donde reside la soberan¨ªa del pueblo busca una luz natural que lo ilumine incluso en tiempos de oscuridad. Dec¨ªa Arendt que, con las met¨¢foras, ¡°manifestamos po¨¦ticamente el car¨¢cter ¨²nico del mundo¡±, y es m¨¢s f¨¢cil entender as¨ª que la b¨®veda del Bundestag sugiere la fragilidad de la propia democracia. La imagen alude a una arquitectura extremadamente delicada donde reside un poder que no es de nadie y que, por su pasado, no puede reducirse a una expresi¨®n electoralista. La tensi¨®n entre liberalismo y populismo nos hace olvidar que existe un car¨¢cter genuinamente democr¨¢tico que consiste en cultivar y vigilar, pero tambi¨¦n, sencillamente, en cuidar la delicada arquitectura que lo sostiene todo.
Sucede tambi¨¦n con la memoria y su conexi¨®n con la idea de responsabilidad. Hay momentos en los que se habla de repartir culpas, precisamente cuando nadie las asume. Caminamos, son¨¢mbulos al borde del desastre, observando fr¨ªvolamente el desasosegante resultado que nuestra banalidad produce en el mundo. Pero el sonambulismo se corrige con se?ales: placas en calles y suelos marcados por la historia y la tragedia de Europa; monumentos reconstruidos para recordar y evitar la reificaci¨®n, la tendencia a pensar que las cosas suceden como resultado de fuerzas naturales, o que la opini¨®n p¨²blica se bambolea de un lado a otro de manera inextricable. Las se?ales permiten conectar visiblemente acciones y consecuencias, y hacen emerger la idea de la responsabilidad como un impulso, ese que nos compele a mirar a los ojos al acontecimiento para hacernos cargo de ¨¦l. Lo maravilloso es que es un impulso hacia el futuro, un simple gesto comunicativo que es posible gracias al reconocimiento, un concepto pol¨ªtico hermoso amordazado por la guerra cultural.
Pero en el fondo late la idea de una democracia por la que merece la pena luchar porque permite un mundo com¨²n. Cuando quebramos la sensaci¨®n de pertenecer a un proyecto compartido, la democracia muere. Tal vez la crisis de este espacio compartido es el trasfondo de lo que ocurre en nuestro desnortado Occidente, o incluso entre nosotros. En alg¨²n momento decidimos dejar de ser parte de un solo cuerpo ciudadano para regresar a la tribu. La sensaci¨®n de pertenecer a algo que nos une, aun siendo diferentes, es imposible cuando todo est¨¢ lleno de brechas que asedia el populismo. Son tiempos en los que se nos exigir¨¢n adhesiones. No caigamos. Confiemos mejor en los pol¨ªticos que las combaten.
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