Falta un disparo para la guerra, falta un beso para el amor
Cuando te pilla por medio una pandemia, lo raro es no despertarse con una sirena anunciando el simulacro: ¡°Imaginen que hoy es un d¨ªa normal, vamos a actuar como si lo fuese por si alg¨²n d¨ªa se da ese contratiempo¡±
De ni?os particip¨¢bamos en simulacros. En el colegio, sobre todo. Lo que pasa es que se hac¨ªan con la misma sirena del recreo, y la mayor¨ªa de las veces sal¨ªamos de clase unos encima de otros, enloquecidos. No tem¨ªamos al fuego, sino a perder un minuto m¨¢s all¨ª dentro. De mayor no volv¨ª a participar en ning¨²n simulacro, supongo que porque en la edad adulta ya hay bastante de eso; en realidad, cuando eres mayor el simulacro es fingir que no hay fuego para saber c¨®mo actuar. Y si te pilla por medio una pandemia, lo raro es no despertarse con una sirena gigante anunciando el simulacro: ¡°Imaginen que hoy es un d¨ªa normal, vamos a actuar como si lo fuese por si alg¨²n d¨ªa se da ese contratiempo¡±.
Lo m¨¢s curioso es que tengo la sensaci¨®n de que mi generaci¨®n mira hacia atr¨¢s y a¨²n no termina de reconocerse. Como una imitaci¨®n de nosotros mismos que est¨¢ empezando a formarse; una parodia que exige entrenamiento y suerte. Uno aqu¨ª ha de quitarse el maquillaje y, en la soledad del camerino, rodeado de rosas frente al espejo de bombillas, escribirse a s¨ª mismo sin cautela, como si se estuviese despedazando limpiamente. Las palabras han de formarse como esas bolas en el tapete del billar que esperan a que alguien las haga estallar como un ligero Big Bang, un Big Bang t¨ªmido. Un Big Bang del que decir: ¡°Sigan su camino, aqu¨ª no hay nada que ver¡±.
La guerra est¨¢ a un tiro de distancia, el amor s¨®lo a un beso (Gimme Shelter, Rolling Stones; el t¨ªtulo del art¨ªculo es de Andr¨¦s Calamaro, que lo ha escrito mejor). Se acaba de publicar Sim¨®n, de Miqui Otero (Blackie Books). Es uno de esos libros que tienen la virtud de que les viene a¨²n mejor la ¨¦poca en la que se leen que la ¨¦poca en la que se escriben. Por ejemplo, nada m¨¢s empezar: ¡°Parece mentira que con la cantidad de gente que cree tener la raz¨®n en el mismo momento y en todos los bares del planeta, el mundo no sea un lugar inmune a la enfermedad, ajeno a la desgracia, libre de infelices, plagado de maravillas¡±. No s¨®lo es un inicio maravilloso; era una verdad amarga cuando Miqui Otero la escribi¨®, y es una verdad insoportable ahora: ni inmunes a la enfermedad, ni ajenos a la desgracia, ni libres de infelices. Cada vez menos.
Sim¨®n es un protagonista a punto de perder el equilibrio, como todo lo que existe a esa edad en la que uno empieza a cruzar la calle solo. Hay un momento en que todo conspira para que falte s¨®lo un disparo para la guerra y un beso para el amor; a veces ese momento son a?os, a veces les ocurre a las personas, otras veces, a los pa¨ªses (en el nuestro llevamos a?os acostumbr¨¢ndonos a que esto ocurra as¨ª, si bien ahora la costumbre es tan grande que ya no tenemos derecho ni a la guerra ni al amor, sino a nada). Lo subray¨® Rico, el primo de Sim¨®n, en uno de sus libros: ¡°T¨¢pate las orejas para no tener que desobedecer¡±.
O para salvarte. Es lo que hace Nicole Diver cuando ve a su marido Dick coqueteando burdamente con una jovencita. Est¨¢ en Suave es la noche, de Francis Scott Fitzgerald; la novela que habla de la manera m¨¢s ¨ªntima posible de la aniquilaci¨®n del amor, cuando ya todo es Vietnam: la ca¨ªda de Saig¨®n en un dormitorio. Dick convence a Nicole para nadar hasta la balsa en la que est¨¢ la chica. Pero Nicole prefiere no subir a la balsa y se queda nadando alrededor; escucha su conversaci¨®n, y bucea cuando dicen algo que le duele. El ¨²nico problema es el ox¨ªgeno.
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