Estado aluminoso y naci¨®n dividida
Nunca se ha procedido realmente a afrontar un proceso de sanaci¨®n de la historia de Espa?a a partir de un esfuerzo sincero de reconciliaci¨®n democr¨¢tica, lo que explica los numerosos desencuentros que se producen
Espa?a est¨¢ dando la medida de s¨ª misma entrado el siglo XXI y el balance est¨¢ siendo decepcionante. La historia nos ha puesto por desgracia ante el reto colectivo de gestionar una aut¨¦ntica calamidad p¨²blica y, m¨¢s all¨¢ de honrosas excepciones como nuestros sanitarios, docentes y Fuerzas Armadas y de seguridad, estamos fallando como pa¨ªs, tanto a nivel pol¨ªtico, como institucional y social.
El desenlace es frustrante. Tanto que volvemos a la casilla de salida de la centenaria anormalidad hist¨®rica al compararnos con lo hecho por la mayor¨ªa de los pa¨ªses de nuestro entorno europeo. Algo sobre lo que discutieron generaciones de intelectuales en el pasado y que, si no rectificamos a tiempo, puede poner las bases de un aut¨¦ntico colapso nacional.
Y aunque no podemos comparar la situaci¨®n con otras tan tr¨¢gicas como las de 1898 o 1936, lo cierto es que sus sombras deber¨ªan hacernos pensar muy seriamente sobre la insensatez colectiva en la que estamos incurriendo. De hecho, si no ponemos remedio, y pronto, nos adentraremos irreversiblemente en el umbral de una de esas crisis colectivas que pueden condenarnos durante generaciones a tener que purgar los errores de no haber sabido estar a la altura de las circunstancias de una historia que nos interpela directamente.
En este sentido, atribuir la culpa a alguien en concreto ser¨ªa un error cuando vivimos una situaci¨®n que es consecuencia de una distribuci¨®n agregada de culpas que no exonera a casi nadie, pues, ?alguien piensa que no tiene que hacerse perdonar algo a ra¨ªz de c¨®mo se ha desarrollado la gesti¨®n individual y colectiva, p¨²blica y privada, de la pandemia desde febrero hasta ahora? Y aunque, sin duda, hay niveles distintos de responsabilidad, especialmente en el ¨¢mbito pol¨ªtico e institucional, la interacci¨®n compleja de la pandemia ha hecho que se diluyan finalmente ante el extraordinario impacto hol¨ªstico de una calamidad p¨²blica que nos precipita a una crisis sanitaria, econ¨®mica y social que descuaderna al pa¨ªs y disloca al conjunto de la sociedad.
Nunca desde la Guerra Civil hemos vivido un test-pa¨ªs tan intenso por su dificultad como el que estamos viviendo bajo la presi¨®n de la covid-19. El balance hasta el momento arroja un panorama desolador, con decenas de miles de fallecidos, cientos de miles de enfermos, ca¨ªda del PIB sin precedentes estad¨ªsticos y un impacto social y emocional dif¨ªcil de evaluar debido a la cotidianidad de una tragedia que interiorizamos en tiempo real y sin procesos de sanaci¨®n que amortig¨¹en sus efectos. Un test-pa¨ªs que, adem¨¢s, a nivel pol¨ªtico e institucional nos sit¨²a dentro de un marco de democracia ag¨®nica y excepcionada que, aunque es com¨²n a casi todas las democracias, sin embargo, en Espa?a adopta un perfil de conflictividad desorbitada debido a un populismo que intoxica a casi todos los partidos y que contribuye a romper los cada vez m¨¢s d¨¦biles ejes de legitimidad liberales.
Ni la crisis econ¨®mica de 1973 a 1985, ni la intentona golpista de 1981, ni probablemente el terrorismo de ETA, ni tampoco los atentados del 11-M o la crisis econ¨®mica de 2008 a 2014, ni, por supuesto, la crisis secesionista catalana de 2017, han comprometido tan directamente, y en un momento cr¨ªtico tan espec¨ªfico, la viabilidad de Espa?a, as¨ª como su cr¨¦dito dentro y fuera de nuestras fronteras
De hecho, la gesti¨®n de la pandemia est¨¢ evidenciando, ante la mirada del mundo, que arrastramos debilidades sist¨¦micas en los materiales b¨¢sicos sobre los que se asienta la estabilidad pol¨ªtica y social de Espa?a. Unas debilidades que empiezan por el dise?o de un Estado que ha evidenciado la aluminosis de la dictadura que lo concibi¨® y que, limit¨¢ndose a su descentralizaci¨®n territorial y competencial bajo la democracia, ha replicado y perpetuado a nivel auton¨®mico un modelo lineal de decisiones basado en una unidad de mando no cooperativa en el ejercicio de sus competencias exclusivas. Una visi¨®n totalizadora, excluyente y unitaria de la gesti¨®n en un mundo de interacciones complejas como ha demostrado la pandemia y que, adem¨¢s, se ha mantenido en pie y multiplicado por 17. Y, adem¨¢s, sin pasarelas eficaces de cooperaci¨®n que fueran leales m¨¢s all¨¢ del respeto a la competencia exclusiva de la que alguien es titular. Al tiempo que la maquinaria estatal y auton¨®mica sigue fund¨¢ndose en un dise?o de Administraci¨®n que, cuando progresa y avanza la inteligencia artificial y el big data, prejuzga la eficacia operativa de los resultados asociados a la gesti¨®n del inter¨¦s general, con un modelo de acceso a ella basado en el m¨¦rito y la capacidad memor¨ªstica de sus miembros.
Pero si este Estado aluminoso ha evidenciado con la pandemia la fatiga de sus materiales heredados de la dictadura, m¨¢s a¨²n lo ha hecho una idea de naci¨®n que fue consecuencia del trabajo intelectual de un franquismo que pens¨® ideol¨®gicamente las premisas de su unidad a partir de un nacionalismo que situ¨® en la debilidad unitaria de la naci¨®n espa?ola la raz¨®n m¨¢s acuciante del atraso hist¨®rico de nuestro pa¨ªs. Algo que el franquismo resolvi¨® emprendiendo, a partir de los substratos emocionales removidos por la Guerra Civil y sobre el solar dislocado por el choque de las dos Espa?as, una unidad forzada que fue cosida ideol¨®gicamente mediante el hilo represivo de una victoria militar.
As¨ª, se lleg¨® a una unidad que no analizaba los fundamentos hist¨®ricos reales de su diversidad cultural, ni que tampoco naci¨® de la reconciliaci¨®n, sino que se construy¨® sobre la imposici¨®n de unos sobre otros. Esta circunstancia se deposit¨® como una culpa enciza?adora en los dispositivos inconscientes de una pol¨ªtica que, aunque la Transici¨®n y la Constituci¨®n democratizaron gracias a la generosidad de las generaciones que protagonizaron la Guerra Civil, sin embargo, qued¨® latente como una posibilidad que, seg¨²n fue avanzando nuestra democracia, se ha ido evidenciando. Esto explica los numerosos desencuentros vividos hasta el momento y que ahora se han hecho m¨¢s abruptamente palpables que antes.
La clave de ello est¨¢ en que nunca se ha procedido realmente a afrontar un proceso de sanaci¨®n de nuestra historia a partir de un esfuerzo sincero de reconciliaci¨®n democr¨¢tica. De ah¨ª, la facilidad con la que se ha roto con la lealtad transgeneracional al pacto de 1978 durante estos meses de polarizaci¨®n y lo que nos hace entender por qu¨¦ en Espa?a se ve al Gobierno de la naci¨®n no como el Gobierno de todos, sino como el Gobierno de unos frente a otros. Algo que es fatal, como estamos viendo. Entre otras cosas porque arroja luz sobre los motivos ¨²ltimos de nuestro fracaso colectivo ante la pandemia, al tiempo que patentiza un contexto de Naci¨®n dividida y de ruptura de la concordia que puede conducirnos a una situaci¨®n de no retorno. Ojal¨¢ que la pol¨ªtica y sus actores comprendan que, en democracia, dependemos de ella para que con su ejemplaridad estemos todos a la altura de lo que nos demanda la historia. Que as¨ª sea.
Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle fue secretario de Estado de Cultura entre 2011 y 2016 y de Agenda Digital, entre 2016 y 2018.
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