La medalla de oro es de ¨®xido
La decisiva regi¨®n de EE UU que regal¨® la poltrona a Trump en 2016 no ha visto culminadas sus expectativas con el presidente republicano
Al final, como ocurri¨® en 2016, la medalla presidencial ser¨¢ de ¨®xido. Salvo que el intento de sal¨®n de golpe de Estado judicial urdido por el presidente saliente se imponga.
Y muy probablemente dependa tambi¨¦n, como entonces, de unos miles de votos. En tres de los cuatro Estados del cintur¨®n oxidado ¡ªMichigan, Wisconsin, Pensilvania¡ª, que en aquella ocasi¨®n fueron dirimentes. Unos Estados-emporio de la industria manufacturera ajada por la historia: la extractiva minera, el primer ferrocarril, el autom¨®vil de los viejos buenos tiempos. Esa cultura mellada por la globalizaci¨®n y la competencia de las nuevas tecnolog¨ªas.
La decadencia productiva de este sector nutrido de obreros blancos de cierta edad, tradicionalmente dem¨®cratas, fue lo que les condujo a cambiar su costumbre y entregar su confianza a un vendedor de presunto futuro. Donald Trump les prometi¨® empleo y prosperidad, mediante la recuperaci¨®n de las sedes y las factor¨ªas de las industrias que se deslocalizaron hacia M¨¦xico o Asia por impulso de la liberalizaci¨®n comercial que aprovechaba los menores costes laborales de esas zonas.
?C¨®mo? Revirtiendo aquel liberalismo en beneficio de un neoproteccionismo rampante. Hilvanado sobre la ruptura de los tratados comerciales previos o en camino: el NAFTA con Canad¨¢ y M¨¦xico, que fue recauchutado; el de Asia-Pac¨ªfico, que acab¨® en la retirada aislacionista de Washington, bien aprovechada por Beijing para asentar su hegemon¨ªa continental; o la negociaci¨®n con Europa del TTIP, cuya respiraci¨®n a¨²n lat¨ªa, aunque asm¨¢tica, en la ¨²ltima fase de Barack Obama.
Un proteccionismo asentado asimismo en la anulaci¨®n de facto de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio por la v¨ªa de boicotear la elecci¨®n de nuevos jueces-¨¢rbitros a medida que iban llegando a su vencimiento los anteriores mandatos. Y exagerado mediante la imposici¨®n unilateral de aranceles, sobre todo a los productos de China, pero tambi¨¦n a los de la Uni¨®n Europea y de sus socios americanos.
Esas guerras comerciales que se promet¨ªan como lenitivo a la decadencia del Medio Oeste eran ¡ªy son¡ª el verdadero n¨²cleo duro del trumpismo econ¨®mico y de la pretendida recuperaci¨®n del liderazgo de la gran naci¨®n, puesto en cuesti¨®n por el modelo autoritario de capitalismo asi¨¢tico. Es el factor diferencial con sus predecesores republicanos.
Porque el resto se calca de las recetas de Reagan y los Bush padre e hijo: grandes reducciones de impuestos, sobre todo a las clases altas y las grandes empresas; desaf¨ªo al Estado de bienestar (sanidad incluida); enorme gasto fiscal; y d¨¦ficit y deuda crecientes, como saldo resultante. El impacto final, un calentamiento de la econom¨ªa brillante en lo inmediato (sobre todo si se hereda un buen legado de crecimiento, como el dejado por su predecesor) pero dif¨ªcilmente sostenible a largo plazo, como se ha comprobado. Y que la Reserva Federal ha podido prolongar a base de tipos de inter¨¦s cero y expansi¨®n de las compras de bonos.
Pues bien, ese factor diferencial de Trump, esas guerras comerciales a las que fiaba la prosperidad y el futuro se han traducido en humo al convertirse en cifras. El fiasco ha sido impresionante. El d¨¦ficit comercial de EE UU creci¨® de 750.000 millones de d¨®lares a 864.000 (de 642.000 a 740.000 millones de euros) entre 2016 y 2019 y las exportaciones estadounidenses a China solo aumentaron un 1,8% en el ¨²ltimo a?o (de agosto a agosto), mientras sus importaciones desde el gigante asi¨¢tico crecieron ¡°un impresionante 20%¡±, como ha resumido la economista ortodoxa Anne Krueger.
As¨ª que el fiasco ha sido impresionante. La guerra exterior no ha logrado relanzar la industria tradicional y el empleo fabril manufacturero ha seguido reduci¨¦ndose, bajo el mandato Trump, hasta el 8,4% en todo el pa¨ªs: 12, 2 millones de trabajadores, frente a 17,2 millones a final de 2000. Y tambi¨¦n en los Estados bisagra del Medio Oeste.
De esta forma, el grueso de los ciudadanos de esa regi¨®n no podr¨ªa contestar afirmativamente a la pregunta de Reagan sobre si viven mejor o peor que tras el ¨²ltimo mandato presidencial. Claro que la orientaci¨®n del voto no la determina solo la econom¨ªa familiar, ni siquiera la econom¨ªa global. Pero explica en este caso la dificultad del presidente a cargo para renovar su contrato con la regi¨®n que antes le regal¨® la poltrona. Pronto veremos si ahora se la devuelve al rival dem¨®crata, como sol¨ªa.
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