La victoria de la decencia
Los estadounidenses han dado la presidencia de Estados Unidos a Joe Biden, un hombre moderado que defiende los ideales progresistas sin menospreciar al contrario ni alimentar el extremismo
Desde la presidencia, Donald Trump ha causado dolor innecesario a una escala abrumadora, y ha sometido a las instituciones democr¨¢ticas del pa¨ªs a la prueba m¨¢s dura en m¨¢s de un siglo. Las instituciones han sobrevivido. Joe Biden ha derrotado a Trump por un estrecho margen, poniendo fin a una pesadilla de cuatro a?os.
Una Administraci¨®n competente y humana se prepara ahora para entrar en la Casa Blanca. Aunque muchos de los problemas a los que se enfrenta el pa¨ªs seguir¨¢n siendo dif¨ªciles de manejar, el 46? presidente de EE UU trabajar¨¢ sin duda para afrontar la amenaza de la pandemia, y no para restarle importancia; para mejorar las vidas de emigrantes y minor¨ªas en vez de hacerlas peligrar; y para unir a los estadounidenses, m¨¢s que para dividirlos.
?Qu¨¦ significa la victoria de Biden? Al principio de la campa?a, los expertos se refer¨ªan a Biden como a un anacronismo al que se le hab¨ªa pasado la oportunidad. El candidato a presidente naci¨® durante la Segunda Guerra Mundial y jur¨® su cargo de senador la misma semana que George Foreman gan¨® el Campeonato Mundial de Pesos Pesados. La primera vez que intent¨® llegar a la presidencia, el Muro de Berl¨ªn a¨²n estaba en pie, y casi la mitad de los estadounidenses actuales todav¨ªa no hab¨ªa nacido. Mientras que sus predecesores dem¨®cratas Bill Clinton y Barack Obama fueron elegidos cuando eran unos j¨®venes impacientes por conquistar el futuro, Biden asumir¨¢ el cargo como un abuelo aparentemente nost¨¢lgico de un pasado m¨¢s pl¨¢cido. Sin embargo, Biden es un hombre mucho m¨¢s en sinton¨ªa con este momento hist¨®rico a pesar de su edad y su experiencia, o precisamente por ellas.
Sus oponentes en las primarias pensaron que pod¨ªan hacerse con la nominaci¨®n dem¨®crata repitiendo un discurso extremadamente pesimista sobre el pa¨ªs y sus perspectivas. Su rival en las presidenciales cre¨ªa que pod¨ªa aferrarse al poder apelando a los instintos m¨¢s b¨¢sicos de EE UU. Biden fue el ¨²nico que logr¨® romper con el juego de suma cero de la guerra cultural que ha consumido a nuestra clase pol¨ªtica. Ni defensor ni detractor del movimiento por la conciencia sobre la justicia racial y social, ha logrado con esfuerzo una rara victoria contra un titular del cargo siendo, sencillamente, decente.
Si en 2016 los estadounidenses premiaron la ira y el extremismo, en 2020 han dado la victoria a un hombre moderado que defiende los ideales progresistas sin menospreciar a los conservadores, y que cree que se puede ser sincero respecto a los defectos del pa¨ªs y, al mismo tiempo, estar orgulloso de sus puntos fuertes. Biden ha ganado porque ha reconocido que la mayor¨ªa est¨¢ mucho menos hambrienta de extremismo pol¨ªtico de lo que los presentadores de los informativos por cable del pa¨ªs y las celebridades de las redes sociales parecen creer.
Es demasiado pronto para escribir la versi¨®n final de uno de los cap¨ªtulos m¨¢s oscuros de Estados Unidos. Sin embargo, la derrota decisiva de Trump da a entender que la primera versi¨®n ¡ªescrita por expertos, pol¨ªticos, polit¨®logos y por el propio presidente a lo largo de los ¨²ltimos cuatro a?os¡ª era exageradamente pesimista.
Cuando Trump gan¨® una primaria tras otra y derrot¨® a Hillary Clinton en una victoria inesperada, los expertos y los polit¨®logos atribuyeron su ascenso al racismo. Algunos dieron por sentado que un gran n¨²mero de estadounidenses esperaban con ansia los reclamos racistas que fueron indiscutiblemente fundamentales en la primera campa?a.
Una investigaci¨®n acad¨¦mica de Diana Mutz contribuy¨® a consolidar esta visi¨®n al sostener que ¡°las elecciones de 2016 fueron un esfuerzo por parte de los miembros de los grupos ya dominantes de asegurar su dominio continuado¡±. Pero las verdaderas conclusiones del estudio eran mucho m¨¢s ambiguas que los res¨²menes que hicieron los medios de comunicaci¨®n convencionales. La autora reconoc¨ªa que la mayor¨ªa de los estadounidenses que votaron a Trump lo hicieron porque eran votantes del Partido Republicano desde hac¨ªa mucho tiempo. Y aunque la mayor parte de los estadounidenses que pasaron de dar su apoyo a Obama en 2012 a d¨¢rselo a Trump en 2016 ten¨ªan la sensaci¨®n de que su posici¨®n social estaba amenazada, su motivaci¨®n no fue fundamentalmente de car¨¢cter racista.
Mutz analiz¨® tres indicadores del miedo a perder la posici¨®n social: ¡°el apoyo al comercio internacional, el apoyo a la inmigraci¨®n, y si la relaci¨®n entre Estados Unidos y China constitu¨ªa una amenaza o una oportunidad¡±. En otras palabras, dos de los tres indicadores que, seg¨²n una serie de informes de prensa, demostraban que el resentimiento racial estadounidense hab¨ªa sido decisivo, en realidad apuntaban m¨¢s a los problemas econ¨®micos.
El racismo probablemente explique por qu¨¦ Trump logr¨® atraer el apoyo ferviente de una parte de la base republicana y ganar unas primarias sobradas de candidatos hace cuatro a?os. Adem¨¢s, muchos estadounidenses estuvieron vergonzosamente dispuestos a pasar por alto la declaraci¨®n de intolerancia de Trump cuando le dieron su apoyo en 2016. Sin embargo, desde la perspectiva del presente, no parece ni mucho menos claro que la intolerancia de Trump le haya ayudado. M¨¢s bien todo indica que el racismo ha resultado perjudicial para la consideraci¨®n del mandatario entre la opini¨®n p¨²blica estadounidense en general, y que ha sido la causa de que un n¨²mero considerable de sus antiguos partidarios haya votado en su contra en 2020.
Cuando se pregunt¨® a los votantes estadounidenses sobre el desempe?o de Trump de sus funciones durante el ¨²ltimo a?o en el cargo, le dieron notas comparativamente buenas en econom¨ªa, y fueron sorprendentemente generosos en su valoraci¨®n de la gesti¨®n de la pandemia. El tema en el que sali¨® peor parado con cierta diferencia fue en el de la raza.
El enfado con las ideas de Trump sobre la raza qued¨® de manifiesto en verano, durante mi participaci¨®n en un grupo de debate de mujeres trabajadoras que antes hab¨ªan dado su apoyo al presidente. Cuando se les pregunt¨® por la econom¨ªa o la pandemia, inventaron una serie de excusas. Aunque pensaban que Trump no lo hab¨ªa hecho muy bien en ninguno de los dos casos, insistieron en que no hab¨ªa tenido las cosas f¨¢ciles. En cambio, cuando se les pregunt¨® sobre las manifestaciones del presidente sobre el asesinato de George Floyd, se pusieron furiosas. El deseo evidente Trump de inflamar las tensiones raciales las sublevaba, y no ten¨ªan el menor inconveniente en reconocerlo.
Los sondeos a pie de urna indican que muchas de ellas, efectivamente, han dado la espalda a Trump. El titular del cargo ha ganado apoyos significativos entre los afroamericanos y, en especial, los latinos. Si de todas maneras ha perdido, ha sido porque un gran n¨²mero de votantes blancos que optaron por ¨¦l en 2016 ahora lo han abandonado.
Apartado del poder, Trump har¨¢ cuanto est¨¦ en su mano para sacar lo peor de Estados Unidos. El pa¨ªs sigue estando profundamente dividido. La Administraci¨®n entrante no tiene ni un momento que perder para reparar el da?o causado por los ¨²ltimos cuatro a?os y restablecer la reputaci¨®n del pa¨ªs en el mundo.
Pero tras cuatro a?os de intimidaci¨®n y verg¨¹enza, es el momento de la esperanza y el orgullo. Estados Unidos ha impedido que un populista autoritario destruya sus instituciones democr¨¢ticas. Su ciudadan¨ªa ha concurrido en un n¨²mero sin precedentes para demostrar que, aunque sea por escaso margen, Trump no es la verdadera cara de este pa¨ªs. Por eso, debemos atrevernos una vez m¨¢s a ser optimistas con respecto a la posibilidad de construir una democracia pr¨®spera e inclusiva que, cada a?o que pase, est¨¦ m¨¢s a la altura de sus grandes ideales.
Hace 18 meses, durante la presentaci¨®n de su campa?a presidencial en la ciudad de Filadelfia, en un gui?o a los ideales consagrados en la Constituci¨®n de Estados Unidos, Joe Biden dijo: ¡°Todos sabemos qui¨¦n es Donald Trump. Ahora tenemos que hacerles saber qui¨¦nes somos nosotros¡±.
Y lo hemos hecho.
Yascha Mounk es profesor de la Facultad de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins y autor de El pueblo contra la democracia (Paid¨®s).
Traducci¨®n de News Clips.
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