Fiasco de Waterloo
La renuncia de Puigdemont descabeza el proyecto unilateralista de Junts
El expresidente de la Generalitat y actual promotor de Junts per Catalunya fugado a Waterloo, Carles Puigdemont, ha rechazado encabezar a su nuevo partido en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas. La renuncia arroja a sus fieles a una severa orfandad, al dejar descabezado su ¨²ltimo proyecto.
Ninguna de las explicaciones barajadas sobre esa decisi¨®n le honra. Unos le atribuyen un temor cerval a ser derrotado ¡ªcomo prev¨¦n las encuestas¡ª por su rival Oriol Junqueras, de Esquerra, a quien ha dedicado sus m¨¢s ¨¢cidas diatribas. Otros sospechan que prefiere asentarse en el generoso (aunque fr¨¢gil) confort de su esca?o en Estrasburgo. O que ignora c¨®mo volver a seducir a los electores tras su promesa de 2017 de que si llegaba el primero, volver¨ªa: lleg¨®, s¨ª, pero los dej¨® en la estacada. La coartada de que no se postula por culpa de ¡°la represi¨®n del Estado¡± es falsa. La acci¨®n judicial hoy no difiere de la de hace tres a?os, y entonces la ignor¨®.
Haber designado y teledirigido al ya olvidado Quim Torra como su vicario en el interior le responsabiliza de su vaciedad, de su af¨¢n por fragmentar a los catalanes y de las rupturas del exbloque secesionista, ¨²nicas tareas que ejecut¨® a la perfecci¨®n. Y est¨¢, adem¨¢s, el dejar a Catalu?a a trav¨¦s de Torra por vez primera desde 1931 sin president. Ni siquiera el franquismo consigui¨® dicha haza?a, por la digna resistencia institucional de Josep Tarradellas desde el verdadero exilio. El fiasco de Waterloo se completa con una declinante eficacia de su imaginativa estrategia propagand¨ªstica exterior, al evidenciarse que la ciudadan¨ªa es refractaria a repetir aventuras imposibles. Y con la mancha a?adida de la ¨ªnfima moral individual ¡ªcuesti¨®n distinta a las presuntas responsabilidades legales¡ª exhibida por los miembros del Estado Mayor del proc¨¦s que le secundaron. Unos, seg¨²n apuntan inquietantes indicios, para amasar o ampliar heterodoxas fortunas; otros, para influir desde el secretismo y la conspiraci¨®n: todos, huyendo de la transparencia, la democracia y el respeto institucional.
Con el agravante de haber consumado la divisi¨®n de su propio partido: sus pretendidos Junts son quienes centrifugaron al PDeCAT original, usando a Torra como azote de los leales al proyecto hist¨®rico convergente, que al cabo han recuperado su autonom¨ªa y persiguen un perfil propio de cierta moderaci¨®n soberanista.
Ni est¨¢n juntos ni revueltos; solo fracturan y se dividen entre s¨ª. Solo les a¨²na por minutos la pulsi¨®n unilateralista y el desprecio supremacista a toda vinculaci¨®n espa?ola. Y un incre¨ªble desparpajo ante la corrupci¨®n propia. Como prefigura su historia reciente, a este movimiento populista le aquejar¨¢n nuevos desgarros. Tras los desastres de Waterloo no se avizora la c¨¢lida isla de Elba, sino la difusa y lejana imagen de la de Santa Elena.
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