Visca el catal¨¤!
Las batallas de la pol¨ªtica con excusa ling¨¹¨ªstica suelen ser miserables: apelan a sentimientos profundos, elevan an¨¦cdotas a categor¨ªa y se empe?an en dividir a la ciudadan¨ªa
Las batallas de la pol¨ªtica con excusa ling¨¹¨ªstica suelen ser miserables. Porque apelan, muchas veces fr¨ªvolamente, a sentimientos profundos, elevan an¨¦cdotas a categor¨ªa y se empe?an en dividir a la ciudadan¨ªa.
Pero tambi¨¦n porque distorsionan la realidad. La convivencia de lenguas en la democracia espa?ola es un ¨¦xito. Los casos de conflicto ¡ªaunque m¨ªnimos, ninguno merece desprecio¡ª son m¨¢s bien epis¨®dicos o anecd¨®ticos. Y el castellano o espa?ol ha salido final y dignamente indemne de los intentos de utilizarlo como punta de lanza del nacionalismo agresivo y centralista que procur¨® la dictadura.
Y en el caso que absorbe m¨¢s pol¨¦micas peri¨®dicas, el catal¨¢n, sucede lo mismo: nunca como hoy m¨¢s personas han hablado y escrito en este idioma; nunca su lengua goz¨® de mayor prestigio; nunca la escuela fue m¨¢s exitosa en brindarlo a todos sus usuarios, y nunca los escolares catalanes mostraron mejor dominio que sus pares en el manejo del castellano. Y con roces escas¨ªsimos. De los 5.027 centros escolares de Catalu?a, se cuentan con los dedos los que han vivido fricciones significativas.
Tanto la desaparici¨®n o decadencia del castellano en Catalu?a (que pretendieron combatir Juan Ram¨®n Lodares y otros fil¨®logos) como la tendencia irreversible a la desaparici¨®n del catal¨¢n (pronosticada por el manifiesto victimista de Els Marges en 1979 y el xeno-esc¨¦ptico Koin¨¦ en 2016) son ficci¨®n sin apoyatura de datos.
Desde hace decenios se registra un intenso paralelismo entre dos procesos, aut¨®nomos, pero co¨¦taneos ¡ªlo que algo deber¨¢ a la arquitectura del Estado democr¨¢tico de las autonom¨ªas¡ª: la expansi¨®n, tambi¨¦n internacional, del espa?ol y la normalizaci¨®n y ampliaci¨®n del conocimiento de todos los idiomas de los espa?oles. Tienen el castellano como lengua materna 483 millones de personas, lo emplean 580 millones y casi 22 millones lo estudian como lengua extranjera (2019); el 94,63% de los catalanes entiende el catal¨¢n (2013), m¨¢s del 80% lo habla y lo lee; m¨¢s del 60% lo escribe, lo que cuatriplica la cifra de 1980. Ese paralelismo sugiere que ambas expansiones funcionan sin menoscabo mutuo, que no hay suma cero, que ambos idiomas ¡ªy, sobre todo, sus due?os¡ª son ganadores.
Todo admite mejora. Pero nada desde la inquina, el menosprecio, la ignorancia o el s¨ªndrome de superioridad.
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