Las elecciones de EE UU o la ambici¨®n del hombre blanco
Mientras que aspirar a lo m¨¢s alto se considera un rasgo obvio y neutral para los candidatos hombres, esa actitud produce no ya rechazo sino incluso indignaci¨®n moral para el caso de las mujeres
Cada cuatro a?os los especialistas en el an¨¢lisis electoral de todo el mundo se ponen a prueba tanto prediciendo como despu¨¦s analizando los resultados de las elecciones en los EE UU. La realidad siempre va m¨¢s all¨¢ de las expectativas y una vez m¨¢s, los resultados de las elecciones de 2020 sorprenden. La nefasta gesti¨®n de la crisis de la pandemia de Donald Trump vaticinaba un castigo mayor de sus electores. Al menos de aquellos m¨¢s afectados por la pandemia y sus consecuencias. Se trata de la l¨®gica de la rendici¨®n de cuentas: cuando los dirigentes lo hacen muy mal, por lo general cae el Gobierno en las siguientes elecciones. Hasta el mismo Trump mostr¨® una cierta aprensi¨®n respecto a la rendici¨®n de cuentas cuando intent¨® por todos los medios que las elecciones se retrasaran. Al fin y al cabo, ya lo dec¨ªa Key hace varias d¨¦cadas: ¡°los votantes no son tontos¡±.
El mecanismo de la rendici¨®n de cuentas tambi¨¦n pod¨ªa operar a trav¨¦s del aumento del incentivo a votar de colectivos que en elecciones anteriores no lo hab¨ªan hecho. Era de esperar, por tanto, que la participaci¨®n aumentara de forma significativa: como as¨ª ha sido. Al menos en algo hemos acertado: la votaci¨®n anticipada y por correo ha alcanzado niveles desconocidos hasta el momento y, a falta de los datos exactos, se estima un porcentaje de participaci¨®n entre el 66% y el 67%, cuando en las anteriores elecciones de 2016 fue del 59,2%. Lo que supone un aumento del 7% u 8% en la participaci¨®n.
Sin embargo, el efecto del aumento significativo de la participaci¨®n en los resultados de las elecciones parece no haber sido el esperado. La literatura sobre los determinantes de la participaci¨®n electoral sugiere que aquellos que no votan suelen ser quienes menores recursos y motivaciones tienen. Quienes sienten que la pol¨ªtica no va con ellos y que est¨¦ quien est¨¦ en el poder no parece importar mucho. Precisamente un perfil de elector que m¨¢s probablemente habr¨¢ sufrido las consecuencias de la infeliz gesti¨®n de la pandemia que ha realizado Trump. Se esperaba, por tanto, que una buena parte de estos nuevos votos se fuera para el candidato dem¨®crata. El famoso economista Galbraith lo resum¨ªa as¨ª: ¡°si todo el mundo votara en este pa¨ªs, los dem¨®cratas ganar¨ªan por los siguientes cien a?os¡±.
?Qu¨¦ ha pasado con los nuevos votantes? Aunque de momento s¨®lo se puede especular, todo parece indicar que una parte de esos votantes ha conectado con el universo Trump. Un universo que sigue aglutinando intereses a favor de la causa del hombre blanco que trae el pan a su hogar cada mes. Hombres blancos que sin complejos denuncian que su papel fundamental en las sociedades pierde relevancia. Es muy posible que colectivos de hombres latinos, quienes con mil fatigas han conseguido trabajos decentes tras a?os de sufrimiento, hayan conectado con la emoci¨®n de identificarse con un colectivo cuyos roles est¨¢n siendo contestados y criticados por anticuados, e incluso fuera de lugar. Y todo por culpa de que las mujeres ya no quieren asumir el rol social que les toca: aquel circunscrito al ¨¢mbito familiar. Cuidar de la familia, ser su soporte emocional, ejercer de madres y de hijas responsables. Un rol social que en el universo Trump a menudo se presenta como moralmente superior al de los hombres, al m¨¢s puro estilo ¡°sexista benevolente¡±. Se trata de un discurso que recuerda mucho a aquellos que las sufragistas tuvieron que escuchar de la clase pol¨ªtica institucional de las primeras d¨¦cadas del siglo XX.
Esper¨¢bamos una victoria m¨¢s rotunda de Joe Biden. Sin embargo, si utilizamos la perspectiva de g¨¦nero para el an¨¢lisis, claramente podr¨ªa haber sido peor. Les propongo un ejercicio, imaginen qu¨¦ habr¨ªa pasado si en lugar de Joe Biden la candidata dem¨®crata a la presidencia hubiera sido su vicepresidenta Kamala Harris: una mujer negra con una brillante trayectoria como fiscal general. En mi opini¨®n, Donald Trump se habr¨ªa alzado con una contundente victoria. El motivo tendemos a olvidarlo porque se suele considerar anecd¨®tico y es, de nuevo, el g¨¦nero (y por supuesto, tambi¨¦n la raza).
Investigaciones en el campo de la psicolog¨ªa muestran c¨®mo el g¨¦nero influye en las percepciones pol¨ªticas de las, y los, americanos. Por ejemplo, en un estudio que utiliza experimentos para motivar reacciones de los participantes frente a posibles rasgos o cualidades de hipot¨¦ticos candidatos pol¨ªticos, se muestra que la ambici¨®n penaliza de forma especial a las candidatas mujeres. Mientras que la ambici¨®n se considera por los participantes en los experimentos un rasgo bastante obvio y neutral para el caso de los candidatos hombres, la ambici¨®n produce no ya rechazo sino incluso indignaci¨®n moral para el caso de las mujeres. Y si no que se lo pregunten a la senadora Elizabeth Warren (una de las competidoras m¨¢s solventes en la pugna por la selecci¨®n del candidato dem¨®crata), aquella a quien el perdedor de estas elecciones lleg¨® a apodar Pocahontas, haciendo gala de su misoginia chapucera.
Lo dicho, la ambici¨®n de las mujeres sigue provocando antipat¨ªa y rechazo entre el electorado porque supone un verdadero reto al hist¨®rico monopolio del hombre blanco en la esfera pol¨ªtica.
Marta Fraile es cient¨ªfica titular del CSIC, IPP.
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