La buena educaci¨®n
En lugar de dedicarnos a glosar los errores que cometemos por ser como somos, quiz¨¢ ser¨ªa bueno analizar qu¨¦ nos ha llevado a ser as¨ª
Se supone que para cualquiera que siga las informaciones nacionales la cosa est¨¢ clara. Los nuevos Presupuestos del Estado los ha redactado un comando de ETA en la clandestinidad y la reci¨¦n aprobada ley educativa ha sido perpetrada por ni?os con necesidades especiales que quieren invadir los colegios convencionales y dar la murga. A nadie se le escapa que la coalici¨®n de Gobierno es fruto del equilibrismo fr¨¢gil. Hay rumores de que la ampliaci¨®n del Bernab¨¦u podr¨ªa servir para albergar el Consejo de Ministros en caso de que los egos all¨ª convocados sigan creciendo. Pero la oposici¨®n no est¨¢ para presumir. Se comportan como la familia Pantoja, que logran picos de audiencia ocasionales, pero la constante parece ser el latrocinio y la traici¨®n. La realidad que enfrentamos precisa mejores capitanes, nadie lo duda. Pero esto es como si el d¨ªa en que nos deja tirados el coche maldecimos no haber pasado la revisi¨®n del taller cuando tocaba. Es evidente que la reforma educativa que anhelan los espa?oles tendr¨ªa que llegar fruto del consenso. Pero no va a poder ser. As¨ª que en lugar de dedicarnos a glosar los errores que cometemos por ser como somos, quiz¨¢ ser¨ªa bueno analizar qu¨¦ nos ha llevado a ser as¨ª.
La divisi¨®n de los espa?oles nace en el colegio. Seg¨²n el colegio al que acudes, se interioriza una sensibilidad social que ya nunca te abandona. Por eso las mejores personas casi siempre son fruto de una mala educaci¨®n. Porque en alg¨²n momento de su formaci¨®n detectaron las se?ales de adoctrinamiento y se fugaron en rebeld¨ªa hacia el para¨ªso del pensamiento cr¨ªtico. Basta acudir a la liga deportiva colegial los s¨¢bados por la ma?ana para entender el enfrentamiento b¨¢sico de nuestra sociedad. Uno lleva su colegio adentro como lleva el ri?¨®n y la ves¨ªcula. La m¨¢s peligrosa desidia en nuestro sistema educativo es la que acepta la irreversible ley del m¨¢s fuerte. Es esa que empuja a la ense?anza p¨²blica hacia el gueto marginal, preservando las escuelas privadas y concertadas como refugio de los nacionales, los privilegiados y los que no quieren ver la desigualdad porque est¨¢n tan arriba en la escalera social que no les conviene bajar la mirada si quieren dormir tranquilos.
Que el reparto de alumnado se haga apelando a un sentido m¨¢s proporcional no nos convertir¨¢ en un pa¨ªs comunista, sino m¨¢s finland¨¦s y sueco. En la Noruega de la mente, los colegios no se eligen pensando en que el compa?ero de pupitre te colocar¨¢ en un consejo de administraci¨®n, sino promoviendo que el centro escolar m¨¢s cercano a tu casa sea igual de bueno que aquel que presume de ruta en autob¨²s, uniforme y polideportivo cubierto con piscina. A ese desfase segregador, rancio e intolerable, ya le ha salido una competencia natural. Los mejores colegios de Espa?a son rurales, mezclan alumnos de distintas edades, pero tienen alto n¨²mero de profesores para baja ratio de chavales. Incluso en entornos rurales aislados se disparan sus resultados pedag¨®gicos. Podr¨ªa corregirse la nueva ley para que el dibujo, el idioma franc¨¦s, el lat¨ªn y la filosof¨ªa no sean residuales, pues nos invitan a establecer relaciones distintas con la realidad. Ayudar a entendernos a nosotros mismos es la tarea principal de la escolarizaci¨®n. Llegados al Parlamento, esto ya no tiene arreglo. Va cada cual con su colegio, como los ni?os el s¨¢bado al partido.
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