Escol¨¢stico M¨¦ndez ten¨ªa un doble
?Qu¨¦ pasa con los dobles de una celebridad cuando la celebridad muere? ?Tienden a reunirse, como los de Elvis? ?Cuelgan los b¨¢rtulos en soledad tras expirar el contrato?
?Qu¨¦ pasa con los dobles de una celebridad cuando la celebridad muere? ?Tienden a reunirse, como los de Elvis? ?Cuelgan los b¨¢rtulos en soledad tras expirar el contrato?
La primera vez que supe de Escol¨¢stico M¨¦ndez fue en R¨ªo de Janeiro, adonde yo hab¨ªa llegado para cubrir varios partidos del Mundial de f¨²tbol. En el diario Clar¨ªn me encontr¨¦ una nota que avisaba de que en Copacabana andaba suelto Escol¨¢stico, el doble de Diego Armando Maradona. ¡°El Manolo del Bombo argentino¡±, pens¨¦, y sal¨ª del hotel y me fui a pasear por Copacabana para ver si lo encontraba y armar un art¨ªculo con ¨¦l. No hubo ¨¦xito.
Escol¨¢stico M¨¦ndez trabajaba en Buenos Aires de mec¨¢nico y decidi¨® dejarlo todo para ser Maradona despu¨¦s de que le parasen varias veces por la calle confundi¨¦ndole con el Pelusa. Supongo que pens¨® que era hora de monetizar el parecido, y durante un tiempo lo hizo a lo grande: viajes y reclamo de restaurantes caros y terrazas. Fue gancho de innumerables bromas, entre ellas, una al Pibe Valderrama, al que llam¨® a la puerta de su casa en Barranquilla antes del Colombia-Argentina del Mundial de Francia: ¡°?C¨®mo est¨¢, maestro? ?Pasad a mi casa!¡±, le dijo el Pibe mientras lo abrazaba sin cre¨¦rselo.
?Pero qu¨¦ se hace para ser el doble de un tipo que ha pesado entre 65 y 120 kilos, dependiendo del a?o, y ha tenido el pelo de todos los colores y tama?os? En la revista The Clinic dijo que su trabajo, como doble de Maradona, era estar atento a los cambios de look del genio. En eso ten¨ªa suerte: Maradona ha debido de ser fotografiado uno de cada tres d¨ªas de su vida: ¡°Cuando Diego estaba muy gordo, llegu¨¦ a usar una almohada para rellenarme. Cuando est¨¢ muy flaco, no se puede hacer nada¡±. Escol¨¢stico M¨¦ndez, pasados los grandes fastos del Maradona posfutbol¨ªstico, incluida La Noche del Diez, el show de Diego al que Escol¨¢stico fue invitado, sobreviv¨ªa en Caminito, en el barrio de La Boca, cerca de La Bombonera, como atracci¨®n tur¨ªstica. Hace siete a?os cobraba entre cinco y diez d¨®lares la foto.
Ser el doble de alguien es un trabajo muy cansado, sobre todo porque hay que envejecer en sincron¨ªa. En las ¨²ltimas fotos que he visto de Escol¨¢stico M¨¦ndez, que espero que viva (y de haber fallecido, espero que no lo haya hecho el 25 de noviembre), reviv¨ªa al Maradona entrenador, aquel de la perilla blanca que tambi¨¦n est¨¢ inmortalizado a lo grande en la pared de un edificio de San Giovanni Teduccio, N¨¢poles. Para entonces se parec¨ªa a Maradona ya de forma graciosa, incapaz de hacerse pasar por ¨¦l como para enga?ar a alguien, pero s¨ª adivinarle el aire, sobre todo cuando se pon¨ªa las gafas de sol. Sin la camiseta argentina y el bal¨®n, Escol¨¢stico M¨¦ndez podr¨ªa pasar por un mec¨¢nico de un taller de la capital federal.
Me gusta pensar que hubo un momento en el que Maradona corri¨® m¨¢s que su doble, dribl¨¢ndolo tambi¨¦n a ¨¦l, si bien para terminar en el estado semimomificado con el que se le paseaba, como un santo en sus ¨²ltimas procesiones, por los estadios de Argentina para ser ovacionado. Ese Maradona incapaz de vocalizar al que llegaron a sentar un d¨ªa en un sill¨®n en el banquillo, a la manera de un trono. El Maradona al que le vinieron a las piernas todas las patadas de 20 a?os atr¨¢s, y todos los excesos le cobraron juntos un peaje hasta colapsarle. Un Maradona sin dobles porque ya lo era ¨¦l de s¨ª mismo, su propia estatua de cera.
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