Odio

Es un chiste y no es un chiste. En un primer momento parece que tiene gracia y luego resulta que no tiene ninguna. El chat de los jubilados franquistas que nos quieren fusilar y est¨¢n tan chochos que ya no saben sumar ni restar ¡ª26 millones no somos casi la mitad de los espa?oles, sino la mayor¨ªa de los 47 que vivimos en este pa¨ªs¡ª no tiene importancia en s¨ª mismo. En una conversaci¨®n privada todos podemos decir barbaridades, aunque yo ni siquiera habr¨ªa podido imaginar semejante org¨ªa verbal de sangre y cr¨ªmenes. Pero cuando esas conversaciones se hacen p¨²blicas, las opiniones que se vierten sobre ellas ya no son privadas ni intrascendentes. A Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez-Almeida, alcalde de Madrid y portavoz del PP, le parecen literalmente m¨¢s graves los acuerdos que han permitido al Gobierno aprobar los Presupuestos que el anhelo de altos mandos militares que, por muy retirados que est¨¦n, fantasean con matar a m¨¢s de la mitad de los espa?oles. El representante del segundo partido de este pa¨ªs se muestra tolerante con el lenguaje del odio, y esto ya no es un chiste, ni tiene maldita la gracia. En el fondo, pasa lo de siempre. Quienes alardean de constitucionalismo, y hasta Vox se monta ahora en ese carro aunque los principios constitucionales sean incompatibles con su programa, bordean m¨¢s o menos peligrosamente la nostalgia de la Espa?a preconstitucional. Yo creo que eso s¨ª hay que tom¨¢rselo en serio. Y por muy impecable que est¨¦ siendo el discurso de la ministra de Defensa, las continuas apelaciones al jefe del Estado que afloran en todos los mensajes de estos salvapatrias que le piden ¨®rdenes merecer¨ªa en mi opini¨®n un comunicado contundente de la Casa Real, aunque s¨®lo sea para acabar de una vez con la moda de las cartas.