Esparta y Atenas
?Qu¨¦ papel juegan las generaciones en nuestra incapacidad para entendernos? ?Puede afirmarse que existe un conflicto generacional entre la de la Transici¨®n y las posteriores?
?Qu¨¦ papel juegan las generaciones en nuestra incapacidad para entendernos? ?Puede afirmarse que existe un conflicto generacional entre la de la Transici¨®n y las posteriores? Parto de la siguiente intuici¨®n: la primera de ellas, la de la Transici¨®n, no acaba de entender el cambio social y pol¨ªtico producido en Espa?a; las posteriores no comprenden a aquella, no acaban de ver por qu¨¦ se aferran de esa manera al consenso originario que dio vida a nuestro actual orden pol¨ªtico. A la primera le da v¨¦rtigo, le produce incluso un rechazo primario, el cambio de una sola coma en la narraci¨®n de la epopeya posfranquista y sus resultados; la segunda quiere reescribirlos.
Hasta aqu¨ª nada que no supi¨¦ramos: cada nueva generaci¨®n crea una tensi¨®n entre continuidad e innovaci¨®n, entre lo heredado y la expectativa de cambio. No hace falta haber estudiado la teor¨ªa de las generaciones de Ortega para saber que toda vivencia generacional es conformadora de identidad, pero que esta no se obtiene sin una cierta ruptura con la anterior. La de la Transici¨®n, nuestros baby boomers, fue una quiebra dr¨¢stica, no dej¨® t¨ªtere con cabeza del mundo que hab¨ªa heredado. Pero no hay que olvidar que esa Espa?a era pobre y autoritaria. Toda su infancia y adolescencia la pas¨® en Esparta, en una sociedad de la escasez, la disciplina y la cutrer¨ªa. Poco a poco, sin embargo, fue accediendo a la libertad y la abundancia, el ascenso social fue mete¨®rico. Sin apenas percibirlo acab¨® encontr¨¢ndose en Atenas. La siguiente, nuestros millennials, vivi¨® esa misma experiencia ¡°ateniense¡± a lo largo de su infancia y adolescencia, pero al llegar a la vida adulta se encontr¨® de golpe con que, salvo para los hijos de los pudientes, su destino era vivir en, s¨ª, una nueva ?Esparta!
Por eso mismo es la ¡°generaci¨®n de la crisis¡±. O, despu¨¦s de la pandemia, de las crisis, en plural. En este mismo peri¨®dico se hizo hace poco un adecuado retrato de esos j¨®venes a los que se hab¨ªa hurtado el futuro. ?C¨®mo no entender que se resistan a aceptar lo existente como lo ¨²nico posible; que se rebelen frente al paternalista discurso de que ya les fue entregado el orden perfecto e inalterable? Es algo que, adem¨¢s, no encaja con su propia experiencia vital, producto de su anterior educaci¨®n ateniense, el atreverse a pensar por s¨ª mismos, a experimentar nuevas formas de vivir lo pol¨ªtico. ?O acaso quer¨ªamos crear hijos que fueran perfectos clones de sus padres?
Sus inquietudes y temores no solo son razonables, son casi obligados cuando se les cercenan todas las salidas y cuando el poder acceder a las oportunidades de sus padres se les presenta como una utop¨ªa. Pero lo que no entienden de ellos es que si estos presentan ese orden como inamovible es porque es de una fragilidad extrema y por eso hay que ir cambi¨¢ndolo con tino y pragmatismo, no a golpe de visceralidad o conveniencias puntuales. Con prudencia, que dir¨ªa Arist¨®teles, el ateniense por antonomasia, aunque fuera macedonio. Aun as¨ª, hay que atreverse a hacerlo. E incorporando el di¨¢logo y la justicia intergeneracional como una de sus gu¨ªas. No hay presente sin futuro, y este no podr¨¢ conseguirse si lo atamos firmemente al pasado o lo abrimos en exceso a la incertidumbre.
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