Ustedes ponen en peligro nuestra convivencia
?C¨®mo va a querer un ciudadano sensible participar en la vida p¨²blica? Somos m¨¢s ¨²tiles, como el doctor Bouza, mejorando el mundo a nuestra escala
Fue en septiembre cuando el prestigioso doctor Bouza, exjefe del Servicio de Microbiolog¨ªa y Enfermedades Infecciosas del Gregorio Mara?¨®n, fue nombrado portavoz del Grupo Covid-19, ¨®rgano creado para que los Gobiernos de Espa?a y Madrid cooperaran de una maldita vez. Quienes lo conocemos respiramos aliviados: solo una persona de la calidad profesional y humana de Bouza pod¨ªa poner sensatez en semejante guirigay. En La Ventana, el programa de Carles Francino, el doctor nos hab¨ªa contado una tarde de la ¨¦poca m¨¢s dura del confinamiento c¨®mo estaba sobrellevando la embestida un macrohospital como el Mara?¨®n donde ¨¦l sigue colaborando tras la jubilaci¨®n. Daos cuenta, dijo, que esto es como trabajar en un portaviones en estado de guerra. En su estilo cordial describi¨® c¨®mo los sanitarios hab¨ªan aparcado diferencias, viejas rencillas, para remar en la misma direcci¨®n, flexibilizando adem¨¢s su actividad hasta el punto de dejar a un lado las especialidades que les prestigian para salvar vidas arrolladas por la covid. Pero la alegr¨ªa de su nombramiento dur¨® poco. A los dos d¨ªas el doctor Bouza hab¨ªa dimitido. ?Las razones? Sinti¨® que era m¨¢s ¨²til en un hospital, donde la gravedad del momento se hab¨ªa impuesto al conflicto, que entre pol¨ªticos adiestrados en la confrontaci¨®n. Cuando observ¨® que los dos Gobiernos se contraprogramaban ruedas de prensa, dijo, aqu¨ª os qued¨¢is.
Los ciudadanos particulares, como se dice en castizo, hemos acabado convencidos de que para dedicarse a la vida pol¨ªtica hay que tener piel de crust¨¢ceo. En el universo cotidiano cada persona habita una comunidad, sea en un edificio, barrio, pueblo, urbanizaci¨®n. Somos tan diferentes los unos de los otros que es milagroso que en l¨ªneas generales sepamos mantener el equilibrio. Nos cuidamos de no ofender para no desencadenar un mal mayor.
Estas leyes no escritas que facilitan la convivencia y que tan necesarias est¨¢n siendo en este a?o de mierda que ahora se cierra no han traspasado los muros del Congreso de los Diputados. En primavera pensamos, pecando de ingenuos, que el n¨²mero de muertos, el sacrificio de los sanitarios, la paciencia tensa de los ciudadanos, la paciencia infinita de los que han perdido todo, rebajar¨ªa el exabrupto, la tendencia al espect¨¢culo vulgar, a la gracieta irreprimida que maldita la gracia que tiene, a la frivolidad. Tengo la certeza de que les falta caminar por la calle. ?Por qu¨¦ no salen a la intemperie y se mezclan con el pueblo que dicen representar? Percibir¨ªan una especie de tristeza colectiva, de hartazgo, ver¨ªan las cabezas m¨¢s gachas que de costumbre, los hombros encogidos, la pesadumbre. Si prestaran o¨ªdo reparar¨ªan en que han ido desapareciendo las risas ¡ªesas fiestas temerarias de las que dan cuenta los telediarios son minoritarias¡ª, y si son perspicaces advertir¨ªan que la tensi¨®n contenida se va traduciendo en una ansiedad creciente de cada uno de los individuos que conformamos esta sociedad. Aquel ¡°por doquiera que el hombre vaya lleva consigo su novela¡± de Gald¨®s cabr¨ªa ser modifcado por ¡°lleva consigo su neurosis¡±.
Est¨¢ claro que no perciben esa angustia a punto de desbordarse y si es as¨ª poco o nada les importa. La burla se antepone a la cr¨ªtica, la necesidad de derrumbe al esp¨ªritu colaborativo, de tal manera que a los representantes p¨²blicos les sale m¨¢s a cuenta gozar de un buen caparaz¨®n y de un car¨¢cter g¨¦lido que de habilidades colaborativas. No todos los diputados son as¨ª, desde luego, pero el aire de la C¨¢mara es pestilente y lo respira el hemiciclo. No hay que olvidar que en su funesta toxicidad interviene una prensa que aplaude el enfrentamiento, el escarnio, la mentira. La prensa se convierte a menudo en altavoz de ese ambiente putrefacto, no para denunciarlo sino para celebrarlo. ?C¨®mo va a querer un ciudadano sensible participar en esa vida p¨²blica? Somos m¨¢s ¨²tiles, como el doctor Bouza, mejorando el mundo a nuestra escala. Pero hay un peligro verdadero de que esa furia que les observamos con aprensi¨®n a diario invada esta convivencia nuestra, ahora significativamente vulnerable.
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