Empat¨ªa, la palabra maldita
Quien muestra alguna preocupaci¨®n social en los altos lugares del pensamiento es acusado de buscar de manera baratuna la aprobaci¨®n del p¨²blico
En este a?o reci¨¦n terminado se habl¨®, y con raz¨®n, de los lazos de solidaridad que se estrecharon en las comunidades para ayudar a quienes lo iban perdiendo todo. Se dir¨ªa que quienes escribimos sobre lo que sacude la vida p¨²blica no consideramos pol¨ªtica aquellas acciones que emprenden los ciudadanos para paliar la precariedad de sus vecinos. El clamor de sus necesidades concretas no llega a rozar el razonamiento te¨®rico ni la jerga acad¨¦mica o politiqueril. Los desasistidos tienen su lugar asignado en las p¨¢ginas de sociedad, pero dejan de estar presentes en an¨¢lisis pol¨ªticos siempre ricos en conceptos abstractos, que es lo que da categor¨ªa a un opinador. En los ¨²ltimos tiempos, apelar a las necesidades urgentes de los humildes comienza a considerarse cursi, sentimentaloide y, a¨²n peor, falso de toda falsedad, de tal manera que quien muestra alguna preocupaci¨®n social en los altos lugares del pensamiento es acusado de buscar de manera baratuna la aprobaci¨®n del p¨²blico. Fruto de esta corriente de distanciamiento c¨ªnico que comienza a gozar de una preocupante popularidad son los opinadores que a cada poco abominan de la palabra ¡®empat¨ªa¡¯. A veces hay que fijarse no en la singularidad de cada prosista, sino en aquellas ideas en las que coincide con sus pares. A m¨ª me pareci¨® significativo leer varias piezas aqu¨ª y all¨¢ en contra de la empat¨ªa. Justo adem¨¢s en el momento en que ciertos colectivos, desde los sanitarios hasta ciudadanos solidarios sin m¨¢s, se arriesgaban mientras otros nos qued¨¢bamos en casa. Muchos sent¨ªamos empat¨ªa por el enfermo o el necesitado; solo unos cuantos lo traduc¨ªan en acci¨®n directa.
La empat¨ªa es un t¨¦rmino cercano a la compasi¨®n o al altruismo, pero tiene que ver m¨¢s estrechamente con la manera en la que est¨¢ construida nuestra personalidad. Con raz¨®n los psic¨®logos, y los psiquiatras, se valen de esta palabra para medir el mayor o menor grado de una sociabilidad saludable. La falta de empat¨ªa es un signo alarmante durante el desarrollo de crecimiento de un ni?o. Por tanto, es dif¨ªcil entender por qu¨¦ una serie de personas que en principio no se han puesto de acuerdo deciden escribir contra la empat¨ªa sin tener en cuenta el justo valor del t¨¦rmino. ?Consideran de m¨¢s altura intelectual carecer de ella?
De pronto, el extraordinario documental de Ric Burns Oliver Sacks: una vida (Filmin) nos devuelve el concepto de empat¨ªa en toda su complejidad, porque ese era el don del que andaba sobrado Sacks para vislumbrar el mundo interior de sus pacientes. Con esa precisa palabra describen sus colegas neur¨®logos la virtud del m¨¦dico y as¨ª lo comprobamos nosotros en im¨¢genes asombrosas en las que Sacks se aproxima al enfermo, lo toma de la mano y trata de imaginar cu¨¢les son los mecanismos de su pensamiento. En vez de situarse en el nivel superior del especialista, trata de aprender como ser humano; ¨¦l mismo padec¨ªa la extra?eza de tener una personalidad ind¨®mita, inclasificable. Por supuesto que una parte de la comunidad cient¨ªfica, seguramente recelosa de la popularidad de Sacks, le reprochaba usar sus habilidades de acercamiento a los pacientes para la escritura de libros de divulgaci¨®n. Otro ejemplo m¨¢s de interpretaci¨®n mezquina de la generosidad ajena: lo que hizo el escritor fue traducir a un lenguaje popular su conocimiento de ciertos trastornos solo descritos en publicaciones cient¨ªficas.
Siendo Oliver Sacks un ser genial no era su capacidad de sentir empat¨ªa algo inusual. Por fortuna, somos seres colaborativos que nos crecemos en la tragedia para sobrevivir, como escribe Rebecca Solnit en su ensayo Un para¨ªso en el infierno. ?Por qu¨¦ acusar entonces al pr¨®jimo de fingimiento en las emociones? Suele ser la forma que tiene el taca?o de ocultar su propia ro?oser¨ªa. Tambi¨¦n es una opci¨®n pol¨ªtica destinada a neutralizar el discurso social y dejarlo como cosa de pobres. Como se canta en el villancico de Pl¨¢cido: ¡°Pues dile que entre y se calentar¨¢ / porque en esta tierra ya no hay caridad / ni nunca la ha habido / ni nunca la habr¨¢¡±.
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