La lecci¨®n del virus: el v¨ªnculo social importa
La pandemia ha hecho a?icos la idea de la soberan¨ªa individual cultivada por el neoliberalismo
El a?o 2020, el dif¨ªcil y desconcertante a?o de la pandemia, ya ha quedado atr¨¢s. Un a?o de permanente estado de excepci¨®n desde primavera, de continua interrupci¨®n de la vida cotidiana y de aplazamiento a un impreciso m¨¢s adelante. El nuevo a?o ha empezado y, sin embargo, nada ha concluido.
Nos encontramos en plena segunda ola. El hecho de que fuese previsible no mejora las cosas. A la pandemia le son indiferentes nuestros ritmos o la cr¨®nica de nuestros rituales. Tambi¨¦n la vacilaci¨®n hamletiana de algunos pol¨ªticos que permitieron que el virus se descontrolase exactamente como los modelos hab¨ªan calculado que se descontrolar¨ªa si ellos segu¨ªan vacilando. A pesar de la alegr¨ªa por el comienzo de la vacunaci¨®n en algunos pa¨ªses, el desasosiego interior y la sospecha de que todav¨ªa nos esperan amargas p¨¦rdidas permanecen. Vamos por ah¨ª con los hombros encorvados, como si hiciese fr¨ªo, preparados para el siguiente adi¨®s o, sencillamente, para la larga privaci¨®n de compa?¨ªa. Por m¨¢s sensatos y razonables que nos parezcan la autodisciplina y el nuevo r¨¦gimen f¨ªsico de distancia y mascarilla, no es posible acostumbrarse a no tocarse, a evitar la espontaneidad. Aislado no se puede vivir bien.
Quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa resulte que el dolor de estos tiempos de pandemia ha sido algo bueno porque no solo echamos de menos a nuestros seres queridos, sino tambi¨¦n la acci¨®n colectiva. Tal vez en el futuro sea ¨²til que nos hayamos dado cuenta de cu¨¢ntas veces nuestros encuentros tienen lugar inevitablemente en p¨²blico, cu¨¢ntas veces solo podemos debatir y llegar a acuerdos en comunidad pol¨ªtica o cultural, en definitiva, de qu¨¦ est¨¢ hecha realmente la textura de lo social. Aprendemos qu¨¦ es lo irrenunciable precisamente ahora que tenemos que renunciar a ello.
¡±Sobre el reino de la soberan¨ªa del yo planea el p¨¢jaro de la infelicidad¡±, dice un verso de Elke Erb de su libro Es el caso. Sobre aquellos que, antes de la crisis, se supon¨ªan individuos autosuficientes, que se cre¨ªan yoes soberanos e invulnerables, planea al p¨¢jaro de la infelicidad. La idea de la soberan¨ªa individual del neoliberalismo, que aboga por una cohesi¨®n social y una regulaci¨®n estatal lo m¨¢s limitadas posible, se ha estrellado contra una experiencia m¨¦dica en la que el sentido de comunidad juega en favor del inter¨¦s personal.
Quien no quiere enfermar, quien desea proteger su negocio de la insolvencia, quien espera salir a escena y volver a dar conciertos o conferencias, quienes quieren volver con sus amigos y amigas a api?arse en una discoteca oscura, tienen todo el inter¨¦s personal en reducir el n¨²mero de contagios y tener el virus bajo control. Pero la falsa oposici¨®n entre sentido de comunidad e inter¨¦s individual es una maldici¨®n recurrente del discurso neoliberal, cuyo prop¨®sito es privatizar los bienes p¨²blicos y reducir las obligaciones solidarias porque se supone que ello redunda en beneficio de la autodeterminaci¨®n de los ciudadanos y las ciudadanas. As¨ª, se da por sentado que es l¨®gico que quien no utilice las instalaciones o las instituciones p¨²blicas no pueda comprometerse a su mantenimiento o su financiaci¨®n, o que es razonable que quien tenga propiedades no est¨¦ a favor de un impuesto sobre el patrimonio.
Como si los privilegiados, por muchos privilegios individuales que tengan, no pudiesen reconocer el valor de una infraestructura social para todos y, por tanto, tambi¨¦n para ellos; como si no nos benefici¨¢ramos todos de una sociedad que invierte en la sostenibilidad y la accesibilidad de sus estructuras p¨²blicas o en la protecci¨®n del clima; como si el sentido de comunidad no favoreciese al inter¨¦s individual ilustrado.
En Democracia presentista, la te¨®rica pol¨ªtica Isabell Lorey dice: ¡°En las actuales sociedades neoliberales, la protecci¨®n social lleva d¨¦cadas siendo objeto de una reestructuraci¨®n a gran escala. Est¨¢ siendo desmantelada, se orienta menos a las familias y se individualiza cada vez m¨¢s¡±. La pandemia, en cambio, ha vuelto a identificar inevitablemente los cuidados y la protecci¨®n como tareas centrales de la acci¨®n de gobierno. Ha superado la contradicci¨®n ideol¨®gica entre inter¨¦s y solidaridad.
La protecci¨®n de los m¨¢s vulnerables se ha convertido en la tarea de todos; el cuidado no solo de los ancianos, sino tambi¨¦n de las personas con patolog¨ªas previas, ha tra¨ªdo consigo todo un espectro de formas y gestos creativos de solicitud que deber¨ªamos preservar para ese impreciso m¨¢s adelante. ¡°Pero, ?qu¨¦ forma podr¨ªa adoptar un v¨ªnculo social¡±, pregunta luego Lorey en su texto, ¡°que no deval¨²e los lazos y los cuidados, sino que parta de ellos?¡±. Hemos visto c¨®mo fracasaban precisamente aquellas sociedades que hab¨ªan descuidado o desmantelado el v¨ªnculo social. Cuanto m¨¢s liberalizados y privatizados los sistemas de protecci¨®n social de un pa¨ªs, cuanto m¨¢s tenue la infraestructura social de la comunidad, m¨¢s crudo ha podido ser el ataque del virus. Con la experiencia de lo vedado, el a?o pasado se ha vivido en muchos sentidos como una p¨¦rdida de control, como una ¨¦poca opresiva de falta de libertad y restricci¨®n. Pero tambi¨¦n ha sido una ¨¦poca de reflexi¨®n sobre los cuidados de unos a otros y entre nosotros. Esto es lo que me ha quedado grabado y lo que para una sociedad democr¨¢tica deber¨ªa ser especialmente valioso, ese v¨ªnculo social, a menudo ridiculizado y tantas veces negado, que promete protecci¨®n y ayuda, que reconoce a las personas como individuos libres, pero tambi¨¦n como seres f¨ªsicos, dolientes y sociales que dependen de los dem¨¢s, de un modo de vida comunicativo, de una comunidad solidaria. Por esto es por lo que estoy agradecida, y lo que deseo que permanezca de este a?o y m¨¢s all¨¢ de la pandemia.
Carolin Emcke es periodista, escritora y fil¨®sofa.
Traducci¨®n de News Clips.
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