El doble error del ¡®caso Jemad¡¯
Es inaceptable saltarse el protocolo, pero este deber¨ªa incluir a ciertos dirigentes
Las vacunas contra la covid-19 representan la ¨²nica esperanza de frenar de manera duradera el flagelo que ha sumido al mundo en la mayor crisis global desde la II Guerra Mundial. En este contexto, la administraci¨®n de las dosis a la poblaci¨®n es una misi¨®n cuya importancia no necesita de explicaci¨®n alguna. La transparencia, eficacia y respeto de los criterios de prioridad son el pilar de toda la operaci¨®n. Por ello, saltarse el orden de prioridades establecido es una falta muy grave, merecedora de la mayor reprobaci¨®n moral, as¨ª como de rotundas consecuencias cuando quienes quiebran el protocolo resultan ser cargos p¨²blicos.
La decisi¨®n del jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), el general Miguel ?ngel Villarroya, de vacunarse ¨¦l mismo y otros generales de la c¨²pula militar sin que ning¨²n plan previo y transparente los designara como objetivos prioritarios de vacunaci¨®n es, pues, un grave error. El uso de una posici¨®n de poder para vacunarse al margen de los protocolos no solo es ¨¦ticamente reprobable, sino que genera un grave da?o, pues mina la confianza de la ciudadan¨ªa en la capacidad de las autoridades de completar un procedimiento justo y sin ventajismos. El cese, a petici¨®n propia, del general Villarroya est¨¢ por tanto justificado, como lo est¨¢n tambi¨¦n todas las dimisiones de los consejeros, alcaldes y otros cargos que han incurrido en el mismo abuso. Ojal¨¢ sirvan de aviso para navegantes.
Dicho esto, el argumento del general Villarroya, en el sentido de que autoriz¨® la vacunaci¨®n para ¡°preservar la integridad, continuidad y eficacia de la cadena de mando de las Fuerzas Armadas¡± no debe ser deso¨ªdo. En un momento tan delicado como este hay un innegable inter¨¦s p¨²blico en preservar la salud de determinados cargos con responsabilidades clave en la lucha contra la pandemia o en el funcionamiento de servicios esenciales. En los ¨²ltimos meses muchos jefes de Estado y de Gobierno de diferentes pa¨ªses se han contagiado, lo que en algunos casos ha mermado de forma significativa o total su capacidad operativa. Ahora mismo, el Gobierno portugu¨¦s tiene hasta cinco ministros limitados en sus funciones por haber resultado infectados. Es realmente dif¨ªcil argumentar que no est¨¢ en el inter¨¦s de la ciudadan¨ªa que unas cuantas decenas de dosis se destinen a los l¨ªderes estrat¨¦gicos de un Estado.
Obviamente, esto no deber¨ªa quedar al arbitrio de los propios cargos. Para que esas vacunaciones no sean consideradas por el resto de la ciudadan¨ªa como un privilegio indebido ni dar lugar a situaciones de abuso, los cargos a vacunar deber¨ªan haberse fijado de antemano. Y no cabe duda de que no es f¨¢cil trazar el per¨ªmetro. Pero el Gobierno habr¨ªa hecho bien en estudiarlo antes de empezar. Resulta m¨¢s que sensato que el jefe del Estado, el presidente del Ejecutivo, los ministros de su Gabinete y los responsables estrat¨¦gicos de la lucha contra la pandemia reciban una vacunaci¨®n prioritaria. Es tarde, pero quiz¨¢s no demasiado. Abrir ese debate resulta ciertamente oportuno.
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