El coraz¨®n del ciervo
La hermosa pel¨ªcula ¡®El peral salvaje¡¯ contiene el s¨ªmbolo de la verdadera cultura. Los poetas y ni?os que aman los cuentos guardan, como Blancanieves, la memoria del animal que muri¨® para que ellos vivieran
En El peral salvaje, la ¨²ltima pel¨ªcula de Nuri Bilge Ceylan, un joven que quiere ser escritor, Sinan, regresa a su pueblo, situado en la zona de Turqu¨ªa donde yacen los vestigios de la m¨ªtica Troya. All¨ª se encuentra con las personas que en otro tiempo formaron parte de su vida: una antigua compa?era de juventud, un escritor famoso con el que termina discutiendo con violencia, unos imanes que le ofrecen una visi¨®n idealizada de una religi¨®n en la que ya no cree; y, sobre todo, con su padre, al que considera un fracasado que dilapida su escaso sueldo de maestro en el juego y que vive obsesionado con cavar un foso en una tierra donde no puede haber agua. Sinan quiere alejarse de un mundo al que no quiere pertenecer por sentirse superior a los que viven en ¨¦l, y ser¨¢n esos encuentros los que le devuelvan inesperadamente las im¨¢genes y sonidos de un territorio poblado de historias que forman el tejido escondido de su ser. El propio Ceylan, en una entrevista que concede con motivo del estreno de la pel¨ªcula, resume con un dicho de su pueblo el sentido que la historia tiene para ¨¦l: todo lo que el padre esconde aparecer¨¢ un d¨ªa en el hijo.
Es casi al comienzo de la pel¨ªcula cuando Sinan coincide con su antigua compa?era. La chica le habla de su deseo de escapar de all¨ª y de las cosas que sue?a encontrar cuando lo haga: calles iluminadas, barcos que llegan a los puertos, noches de verano, enamorarse¡ Y le dice que tambi¨¦n ella se ir¨¢ muy pronto del pueblo. Se ir¨¢ a un lugar lleno de oro y joyas. Sinan le pregunta en broma si acaso es la isla del tesoro. Y ella se r¨ªe y le dice que no, que si le ha hablado de una habitaci¨®n as¨ª es porque se va a casar con un joyero. Se quita entonces el pa?uelo y su pelo, agitado por una racha de viento, se derrama sobre sus hombros mientras Sinan la mira como si nunca antes hubiera sucedido en el mundo algo as¨ª. Ya que lees tantos libros, le dice ella, ?hay escorpiones debajo de ese oro? Sinan le contesta que hay escorpiones en todas las partes. En ese caso, insiste la joven, ?debe entrar en ese cuarto elegante? Eso depende de ti, le contesta. Qu¨¦ dice tu coraz¨®n. Mi coraz¨®n, ?cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que dijo algo?, dice ella.
¡°Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre¡±, escribe Wislawa Szymborska en uno de sus poemas. El alma de este poema es otro nombre de ese coraz¨®n que la joven de El peral salvaje ha dejado de sentir. Su queja es la queja silenciosa de todos los hombres y mujeres cuando su coraz¨®n deja de decirles cosas. Pero ?es ¨¦l quien calla o somos nosotros quienes no queremos escucharlo por el temor a lo que nos pueda pedir? ?Cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que mi coraz¨®n dijo algo?, se pregunta con tristeza la compa?era de Siam.
En un cuento de George MacDonald, los gigantes dan su coraz¨®n a una nodriza para evitar la responsabilidad de tener que ocuparse de ¨¦l. No queremos tener coraz¨®n, por el compromiso que supone tenerlo. Los ni?os no pueden vivir sin ¨¦l, por eso aman los cuentos. Los cuentos le piden a la oscuridad un lugar donde ese coraz¨®n pueda seguir latiendo. ¡°Yo no quiero el mundo esclarecido¡±, dice N¨¦lida Pi?¨®n. ¡°Quiero el asombro. Porque el esclarecimiento tiene un aspecto dictatorial, tiene una versi¨®n ¨²nica. El misterio garantiza m¨²ltiples versiones. Y el misterio alimenta la imaginaci¨®n. La muerte y la vida son un misterio. Los dos se confunden. No se pueden resolver¡±. Todo el mundo del arte es la historia de los avatares de ese coraz¨®n que es a la vez lo m¨¢s nuestro y lo m¨¢s extra?o que tenemos.
El que ama, dec¨ªan los ¨¢rabes, muere para s¨ª, y si no es amado, es decir, si no vive en el ser amado, muere dos veces. Una idea que, en los albores de la Edad Media, da lugar al mito del intercambio de los corazones entre los amantes. Irene Vallejo dice que cuando oye hablar de ese coraz¨®n que se entrega no puede evitar pensar en el coraz¨®n del ciervo del cuento de Blancanieves. Es ¨¦l quien salva a la ni?a a la muerte, pero tambi¨¦n quien la cambiar¨¢ para siempre, pues a partir de ese momento se tendr¨¢ que hacer responsable de ¨¦l. No es f¨¢cil ser la guardiana del coraz¨®n de un ciervo. La vincula al bosque y al mundo de la noche, que es el mundo de lo Otro: el mundo donde viven los animales, los hombrecillos buscadores de oro, donde espera agazapada la muerte, pero tambi¨¦n el mundo de la libertad y el conocimiento, el de los deseos que por fin pueden decir lo que quieren.
La muchacha de la pel¨ªcula de Ceylan no es que no oiga los latidos de ese coraz¨®n, sino que no quiere escuchar lo que viene a decirle. Porque el coraz¨®n de un ciervo ?qu¨¦ nos puede pedir, ad¨®nde nos llevar¨ªa si le hici¨¦ramos caso? Escucharle es el mayor riesgo de nuestra vida. ¡°?Qui¨¦n es el que me pide que halle / lenguaje para el sonido / que hace la pezu?a de una oveja al golpear / una piedra? ?Y qui¨¦n pronuncia / las palabras que son mi alimento¡±, escribe Jane Kenyon en uno de sus poemas. Por eso cuando, en la pel¨ªcula de Ceylan, Sinan y su compa?era se besan bajo el ¨¢rbol, ella le muerde rabiosa en el labio y le hace sangrar. Es el ciervo quien le pide que lo haga.
Poco despu¨¦s ser¨¢ el propio Sinan quien reproche a su madre que se haya casado con un in¨²til como su padre, que se gasta el poco dinero que gana en el juego y que se empe?a en cavar un pozo en una tierra donde no puede haber agua. Pero la madre defiende a su esposo. ¡°Cuando los dem¨¢s estaban hablando de dinero, o que eran due?os de esto o aquello, ¨¦l hablaba del olor de la tierra, de los corderos y del color de los campos. Eso no ha cambiado. Puede que ahora me enfade con ¨¦l cuando hable as¨ª, pero entonces nunca era suficiente para m¨ª. Ten¨ªa 16 a?os, nunca hab¨ªa conocido a nadie as¨ª, y me fugu¨¦ con ¨¦l. Har¨ªa lo mismo otra vez. No lo defiendo, solo digo lo que siento¡±. ¡°Ustedes est¨¢n todas locas, le contesta Sinan fuera de s¨ª, todo ese amor, esa emoci¨®n sensiblera y pegajosa de d¨®nde viene¡±. Pero ni la muchacha que acaba de besar ni su madre est¨¢n locas, todo lo que quieren es no dejar de o¨ªr los latidos de ese coraz¨®n que guardan en su pecho. Y ya se sabe lo que pasa con el coraz¨®n. Pide cosas que no son f¨¢ciles de encontrar: cuartos llenos de oro, libros que hablen del olor de los campos, besos con sangre, pozos de agua en la tierra m¨¢s seca. El peral que crece al lado de ese pozo y que da t¨ªtulo a esta hermos¨ªsima pel¨ªcula es el s¨ªmbolo de ese viaje al coraz¨®n de lo real que es el viaje de la verdadera cultura. Los poetas y los ni?os que aman los cuentos guardan, como Blancanieves, la memoria del coraz¨®n de ese ciervo que muri¨® para que ellos pudieran vivir. No se equivocan al hacerlo. Es ¨¦l quien les pone en contacto con cuanto de asombroso e inesperado hay en sus vidas.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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