Un viaje en punto muerto
Vivir brindando y bebiendo con gente de la que no hace falta apartar la mirada es la ¨²nica y mejor forma de vida.
Cuando Miguel volvi¨® de Bolonia en 2001, pas¨® una ¨¦poca dici¨¦ndonos a todos, cuando brind¨¢bamos, guarda negli occhi, y obedec¨ªamos y aguant¨¢bamos la mirada, unos a otros, hasta acabar el trago. Hace unos d¨ªas, cenando con Romi y Gabriela, volvi¨® a repetirlo y Romi le pregunt¨® por el origen de la frase, algo que no hice yo en 20 a?os porque mi curiosidad es legendaria, propia de un periodista fuera de serie. Miguel nos cont¨® que aquel a?o en Bolonia le hab¨ªan explicado que en el medievo italiano, cuando el veneno se guardaba en el anillo y lo habitual era derramarlo en la copa del otro disimuladamente, brindar y beber mirando a los ojos era un gesto de confianza suprema, una se?al de la m¨¢xima honestidad; tambi¨¦n, chocar los vasos con fuerza de tal forma que las gotitas de uno se fueran al otro era un m¨¦todo eficaz para comprobar si alguien hab¨ªa envenenado la copa del otro previamente. As¨ª que volvimos a brindar mir¨¢ndonos a los ojos, si bien ninguno llevaba un anillo gordo en el dedo; sin la posibilidad de asesinarnos, nuestra amistad no parec¨ªa tan fuerte.
La ma?ana siguiente la pas¨¦ recogiendo la casa y haciendo algunas cajas con papeles, p¨¢ginas de peri¨®dicos (me encanta adivinar por qu¨¦ los guard¨¦, es necesario leer la p¨¢gina entera para adivinarlo) y un mont¨®n de libros, algunos reci¨¦n desempaquetados. A veces tengo ganas de cambiarme de casa y lo que hago, en lugar de buscar una nueva, es abandonar mentalmente la vieja, del mismo modo que a veces tengo ganas de irme una semana a Bali y lo que hago es comprar en la tienda de abajo dos ba?adores y unas chanclas; satisfecho el primer paso, suele olvid¨¢rseme el segundo. Entre varios de esos papeles apareci¨® una foto viej¨ªsima, creo que del a?o 2003; somos Piru, Iv¨¢n, Paula y yo en unos sanfermines. Para entonces ya brind¨¢bamos siempre con el guarda negli occhi, a saber pronunciado c¨®mo; desde tiempo atr¨¢s se hab¨ªa instalado entre nosotros la seguridad de que uno pod¨ªa ir al ba?o sin que un c¨®mplice le hubiese dejado una pistola dentro de la cisterna. No tengo ni idea de cu¨¢ntas ma?anas terminamos en aquella ¨¦poca Piru y Paula en mi casa, ya ni idea de cu¨¢ntos amigos m¨¢s viv¨ªan pr¨¢cticamente all¨ª, tampoco ni idea de los karaokes que cerr¨¦ con Paula y lleg¨¢bamos arrastrados de risa al portal. Muri¨® en 2017, ten¨ªa 38 a?os. Lo divertida y valiente que era. La chica que mejor se re¨ªa del mundo; era impresionante lo bien que se re¨ªa Paulona, y lo mucho que hac¨ªa re¨ªr.
Aquel verano despu¨¦s de Pamplona fuimos a Donosti, y de ah¨ª a Galicia. Antes de salir se nos estrope¨® el embrague del coche, y s¨®lo pod¨ªamos cambiar de marcha agach¨¢ndonos para sacar el pedal con las manos, que se quedaba atascado. As¨ª, se trataba de viajar siempre en la misma marcha, de conducir a una velocidad que valiese para una carretera nacional y una autopista; una velocidad que sirviese para coger las curvas y para no provocar caravana en las rectas. No funcion¨®. Lo siguiente fue que los copilotos nos encarg¨¢semos de agacharnos para devolver el embrague a su sitio, pero nos mareamos y yo casi vomito en los pedales; al final fue el propio conductor el que, por un momento, desaparec¨ªa de la vista de los coches que ven¨ªan enfrente para desatascar el embrague. Fue un viaje de vuelta de mierda que el tiempo ha convertido en oro, como tantas cosas. Vivir brindando y bebiendo con gente de la que no hace falta apartar la mirada es la ¨²nica y mejor forma de vida.
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