Argelia, un polvor¨ªn detr¨¢s de los selfis
El movimiento que en 2019 congreg¨® a millones de personas est¨¢ agotado y sometido a los intentos islamistas y radicales de utilizarlo. El rechazo anunciado a las elecciones es atractivo, pero ser¨¢ catastr¨®fico

Viernes en Or¨¢n. Hace muy bueno. A las 14 horas, los fieles salen de las mezquitas con sus alfombras de oraci¨®n bajo el brazo. Hoy es d¨ªa de asueto. Algunos ir¨¢n de fiesta y otros llevar¨¢n a sus familias a los escasos bosques o parques de los alrededores. Hoy es tambi¨¦n el aniversario del Hirak o ¡°Movimiento¡±. El nombre ¨¢rabe de este levantamiento nacido el 22 de febrero de 2019 tiene sentido en un pa¨ªs paralizado durante 20 a?os por el r¨¦gimen de Buteflika (hoy depuesto, sus hombres encarcelados), ¨¦l mismo impotente desde hace tiempo. En sus primeros d¨ªas, el movimiento congregaba a millones de personas. Gracias a su apuesta por un pacifismo escrupuloso ante un poder acostumbrado a las represiones en nombre de la ¡°estabilidad¡±, supo encontrar la f¨®rmula para hacer caer al r¨¦gimen. El ej¨¦rcito, centro del poder, comprendi¨® el mensaje: hab¨ªa que deshacerse de la banda de oligarcas y ministros de Buteflika, preservar el car¨¢cter pac¨ªfico del movimiento y ¡°no derramar sangre¡±, juzgar a los se?ores de la corrupci¨®n e iniciar la transici¨®n. Estos compromisos fueron suficientes para muchos. Para otros hac¨ªa falta una ruptura m¨¢s profunda. Entre radicalismos, concentraciones elitistas urbanas de la oposici¨®n en Argel, casi sin v¨ªnculo con el resto del pa¨ªs ?m¨¢s conservador?, regionalismos, idealismo y extremismo, el ¡°movimiento¡± se agot¨® y algunos ya no parecen encontrarle sentido, mientras que a otros les aterra. Prueba de esta radicalidad y de su secuestro a manos de corrientes identitarias extremistas es que est¨¢ ¡°prohibido¡± dar cuenta de su retroceso. La apropiaci¨®n de la imagen del Hirak, las redes sociales y los medios opositores, impiden desde hace tiempo toda discusi¨®n racional sobre el movimiento. No es posible afirmar ni su incapacidad para dar una respuesta adecuada a las expectativas de la mayor¨ªa de los argelinos, a su miedo al caos, ni cuestionar la imagen idealista encerrada en la l¨®gica ¡°Dictadura contra pueblo v¨ªctima¡± que reproducen los medios occidentales. El Hirak contribuye a hacer invisible el pa¨ªs real tanto como lo hace el poder.
En Or¨¢n, el lugar de reuni¨®n es la Plaza de Armas, en el centro de la ciudad. All¨ª fue donde el urbanismo colonial estableci¨® el meollo oran¨¦s, entre un teatro magn¨ªfico, el imponente edificio del ayuntamiento y la salida hacia los barrios espa?oles de anta?o. A las 14:30, unos cuantos furgones policiales rodean a algunas docenas de manifestantes que corean a pleno pulm¨®n esl¨®ganes ya conocidos: ¡°Estado civil, no militar¡±, ¡°Ni laicos ni islamistas¡±, ¡°?Independencia!¡± o ¡°Servicio secreto terrorista¡±. La referencia es indescifrable para los extranjeros: intentan recordar el dudoso papel del ej¨¦rcito frente a los islamistas de los a?os 90. Estos ¨²ltimos maniobran hoy para blanquear sus cr¨ªmenes y presentarse como alternativa. El n¨²cleo de la muchedumbre es compacto, rodeado por la polic¨ªa. Una multitud de smartphones filman a la concurrencia. A lo lejos, los curiosos observan mientras esperan el tranv¨ªa o simplemente deambulan. Son mucho m¨¢s numerosos que los ¡°revolucionarios¡±. Hace dos a?os se manifestaban con fervor. Hoy, observan con prudencia. Muchos confiesan en voz baja que no comprenden lo que quiere este Hirak, que ellos se han ¡°retirado¡± (es su expresi¨®n) o te explican que ¡°el verdadero Hirak termin¨® y ya cumpli¨® su misi¨®n¡±. Esta mayor¨ªa no aparece en los medios locales ni internacionales. ?Su retirada del movimiento? No fue una muestra de aprobaci¨®n concedida al r¨¦gimen, sino una muestra de realismo y de prudencia: las im¨¢genes de la vecina Libia rondan todas las mentes. De hecho, las reivindicaciones de los manifestantes son ahora indescifrables para estos paseantes de fin de semana.
La impotencia para ofrecer una soluci¨®n pol¨ªtica divide el espacio pol¨ªtico argelino en tres campos: ¡°un poder d¨¦bil, un gobierno sin autoridad y la calle secuestrada por los islamistas¡±, resume un colega y buen observador. Le falta a?adir a unos ¡°progresistas¡± sin visi¨®n. Por supuesto, esta conclusi¨®n provoca aspavientos entre los idealistas del Hirak: desde las redes sociales, velan por borrar las profundas divisiones argelinas, el peso cada vez m¨¢s notable de los islamistas, que se mantienen en un segundo plano (aprendieron la lecci¨®n despu¨¦s de las primaveras ¨¢rabes), y la dram¨¢tica impotencia del Hirak urbano para llegar hasta la vasta Argelia profunda. Mientras que, entre represi¨®n policial, covid, confinamiento y vacilaciones, algunos grupos segu¨ªan celebrando las marchas semanales, la corriente islamista avanzaba eficazmente infiltr¨¢ndose en sindicatos, escuelas, asociaciones, voluntariado, mecenazgo y medios arab¨®fonos. El juego de la propaganda queda para los dem¨®cratas, con las redes sociales, los selfis narcisistas y las declaraciones entusiastas m¨¢s legibles para Occidente. Enfrente, a¨²n m¨¢s incapaz de concebir una transici¨®n inteligente, carente de coherencia y paralizado por las purgas del personal del r¨¦gimen anterior, el poder camina a tientas. Solo los islamistas progresan con el apoyo franco de la ¡°internacional islamista¡±, lejos de los retratos de los barbudos en kamis de los a?os 90 (d¨¦cada de la guerra civil argelina).
Alguien enarbola una bandera palestina en la plaza de Armas para obtener la adhesi¨®n de la gente, pero es en vano. Los oraneses permanecen mayoritariamente al margen. Algunos abren sus comercios. Otros buscan un taxi. A ojo de buen cubero, los ¡°revolucionarios¡± son apenas ciento veinte, siempre rodeados por la polic¨ªa.
Entonces, ?en qu¨¦ punto se encuentra el Hirak?
De vuelta a casa, descubrimos en las redes sociales la amplitud artificial del movimiento. ¡°Im¨¢genes de la inhumana represi¨®n en Or¨¢n¡±, reza el hilo de un simpatizante residente en... Francia. Los comentarios virales no se hacen esperar. Alimentan sus iras. Nadie se molesta en verificar la informaci¨®n. Tal es el resumen del efecto internet sobre la realidad del Hirak: amplifica su peso, falsea la percepci¨®n de su naturaleza y de sus actores y oculta las realidades argelinas. M¨¢s desastroso a¨²n... Los medios occidentales elaboran sus an¨¢lisis a partir de las im¨¢genes fuera de contexto de una chiquilla llorando. Para los testigos locales resulta hasta peligroso recordar la obligaci¨®n de matizar, pues, en Argelia, los tribunales digitales enseguida te se?alan como partidario del r¨¦gimen si insistes en la necesidad de un m¨ªnimo de exactitud. ¡°Muchos pensamos que el Hirak ha sido desnaturalizado, ha sido v¨ªctima de los selfis y ha perdido el v¨ªnculo con la realidad y las relaciones de fuerzas necesarias para tener algo de peso frente al r¨¦gimen, pero personalmente no me atrever¨ªa a escribirlo¡±, precisa un periodista de la capital. En Argel, el 8 de marzo, y seg¨²n distintos testimonios, unas mujeres hirakistas discretamente escoltadas por los islamistas presionaron a la concentraci¨®n feminista semanal para que se disolviera. Una realidad de la que nadie quiere hacerse eco. Todos prefieren el lirismo revolucionario. ¡°Millones de personas volvieron a marchar por las calles y callejas de las ciudades y pueblos de Argelia¡±, rezaba el editorial de un gran peri¨®dico capitalino, ignorando hist¨¦ricamente la realidad del descenso demogr¨¢fico de las manifestaciones, que apenas reunieron a unas decenas de miles de personas.
El an¨¢lisis del Hirak argelino choca con una dificultad importante: la imposibilidad de acceder al pa¨ªs. De ah¨ª que las fuentes habituales sean militantes locales y comunidades de exiliados, con el consiguiente riesgo de contaminaci¨®n por entusiasmos y c¨®leras varios. Las redes sociales a?aden un efecto ilusivo que hoy parece la regla para tratar los territorios pol¨ªticos ex¨®ticos. Por m¨¢s que uno repita que en Or¨¢n hay pocas ¡°horribles represiones¡±, que los polic¨ªas repartieron algunos porrazos y que, sorprendentemente, ciertos cabecillas intentaron provocarles con insistencia, justamente para obtener ¡°im¨¢genes concretas¡±, las percepciones no cambian: una revoluci¨®n es a menudo binaria, ex¨®tica, reducida a las simplificaciones medi¨¢ticas. Solo mucho tiempo despu¨¦s de la ca¨ªda de la denostada dictadura descubrimos a los ayatol¨¢s.
El caso argelino es dif¨ªcil de descifrar. Est¨¢ el cambio de estrategia de los islamistas, la incre¨ªble impotencia del r¨¦gimen para garantizar una transici¨®n o incluso su propia supervivencia, y el ejercicio de negaci¨®n de las ¨¦lites urbanas democr¨¢ticas, esencialmente capitalinas. Los que avanzan claramente son los agitadores islamistas exiliados en Londres o en Francia. ¡°En 2019, los islamistas contemplaron la posibilidad de un escenario tunecino¡±, explica a este autor un brillante analista. ¡°Contaban con la ca¨ªda del r¨¦gimen, pensaban servirse de los dem¨®cratas como vitrina y tomar el poder a la chita callando. El r¨¦gimen no cay¨®. Por eso ahora quieren retroceder hacia la confrontaci¨®n, como a comienzos de los a?os noventa. Esto explica mejor las provocaciones y la voluntad deliberada de buscar un enfrentamiento para mediatizar las im¨¢genes internacionalmente¡±.
Deseoso de conservar la iniciativa, el poder acaba de anunciar la organizaci¨®n de unas elecciones legislativas para el pr¨®ximo junio. Pero los hirakistas las rechazan, despejando as¨ª el camino a los populistas e islamistas. Un rechazo atractivo medi¨¢ticamente que sin duda ser¨¢ catastr¨®fico.
Oculta por las im¨¢genes de las redes sociales, la realidad argelina ha escapado poco a poco a los an¨¢lisis l¨²cidos. Est¨¢ en juego sin embargo el futuro de un pa¨ªs cuya desestabilizaci¨®n, o cuya futura deriva hacia un Ir¨¢n sunita en el norte de ?frica, afectar¨ªa a toda la cuenca mediterr¨¢nea. Sin embargo, los entusiasmos voyeristas encuentran m¨¢s adeptos que el an¨¢lisis de este riesgo.
Kamel Daoud es escritor.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez Silva.
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