El Bol¨ªvar de Malamud
La biograf¨ªa ejemplar de Sim¨®n Bol¨ªvar ha sido la ¨²nica filosof¨ªa pol¨ªtica que los venezolanos hemos sido capaces de discurrir en casi dos siglos de vida independiente
Por todo lo que sabemos, Sim¨®n Bol¨ªvar era chaparrito: med¨ªa un metro sesenta y pico de estatura. Cinco pies, ocho pulgadas.
Sin embargo, un afiche que todo miembro de mi generaci¨®n recuerda de sus d¨ªas de escuela elemental mostraba a un Bol¨ªvar de un metro noventa en la misma pose del c¨¦lebre cartel de reclutamiento del T¨ªo Sam.
Ce?udo, en uniforme de general¨ªsimo, con un pu?o sobre los mapas del mes¨®n de campa?a nos increpaba se?al¨¢ndonos con el ¨ªndice: ¡°Yo la hice libre, hazla t¨² pr¨®spera. Consume lo que tu Venezuela produce, ?compra venezolano!¡±
Soberbio e imponente, aquel Bol¨ªvar precursor de Ra¨²l Prebisch y la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina, empapel¨® el paisaje urbano y rural de Venezuela a comienzos de los a?os sesenta del siglo pasado. Desde el palacio de Miraflores hasta la ¨²ltima pulper¨ªa del caj¨®n del Arauca: Bol¨ªvar partidario de la pol¨ªtica de industrializaci¨®n y sustituci¨®n de importaciones para Am¨¦rica Latina; Bol¨ªvar, ¡°desarrollista¡± avant la lettre.
Los promotores de aquel anacronismo eran influyentes empresarios criollos que abogaban por aranceles proteccionistas, cr¨¦ditos blandos, exenciones tributarias y subsidios a los precios al consumidor. Eran, como lo han sido much¨ªsimos venezolanos durante del ¨²ltimo siglo, astutos cazadores de la renta del petroestado. El extravagante afiche que concibieron no era, sin embargo, un extrav¨ªo de la norma en el pa¨ªs de lo que el desaparecido Luis Castro Leiva, penetrante historiador venezolano de las ideas, llam¨® ¡°teolog¨ªa bolivariana¡±.
El culto a la figura de Bol¨ªvar ha sido, desde su concepci¨®n, all¨¢ por 1870, bajo la dictadura del general Antonio Guzm¨¢n Blanco, no solo una enga?ifa autoritaria y militarista, sino tambi¨¦n, para mal nuestro, una especie de misticismo moral que ha envenenado durante mucho m¨¢s de un siglo nuestra idea de la rep¨²blica, de la pol¨ªtica y del ciudadano.
Castro Leiva mostr¨® c¨®mo la rumia de la biograf¨ªa ejemplar de Sim¨®n Bol¨ªvar ha sido la ¨²nica filosof¨ªa pol¨ªtica que los venezolanos hemos sido capaces de discurrir en casi dos siglos de vida independiente. Esa ¡®filosof¨ªa¡¯ solo ha servido para alentar el uso pol¨ªtico del pasado.
Hugo Ch¨¢vez se propuso servirse pol¨ªticamente de la teolog¨ªa bolivariana y no hay duda de que encontr¨® soluci¨®n al superlativo problema que, desde siempre, tuvo la izquierda latinoamericana a la hora de apropiarse de la figura de Bol¨ªvar, secular objeto de culto de la derecha conservadora, cat¨®lica y militarista.
En su empe?o, lleg¨® a oficiar personalmente como presentador y comentarista, en julio de 2010, un escalofriante rito necrol¨®gico, al exhumar en horario estelar de televisi¨®n el cad¨¢ver de Bol¨ªvar y someterlo a una bater¨ªa de ex¨¢menes de patolog¨ªa forense.
Su prop¨®sito era autenticar la identidad del cad¨¢ver y establecer si hab¨ªa sido o no envenenado en 1830 por ¨®rdenes del pr¨®cer colombiano Francisco de Paula Santander, prefiguraci¨®n, seg¨²n el chavismo, de ?lvaro Uribe V¨¦lez.
Aunque el espectr¨®grafo de masas no mostr¨® trazas de ars¨¦nico en el tejido ¨®seo, la grotesca pantomima de medicina legal sirvi¨® de pretexto a la espectacular transfiguraci¨®n del aquilino y vascongado rostro de Bol¨ªvar al rostro incre¨ªblemente parecido al propio Ch¨¢vez que figura en los ya inservibles billetes de 500 bol¨ªvares.
Nada de esto era siquiera imaginable hace un cuarto de siglo, cuando el bolivarianismo de Ch¨¢vez apenas comenzaba su andadura electoral en el hinterland venezolano. No se piense que la manipulaci¨®n del pasado hist¨®rico se limit¨® a las representaciones y simbolizaciones venezolanas.
?El gran ¨¦xito del proyecto chavista fue su profunda implantaci¨®n en el resto de Am¨¦rica Latina, incluso en aquellos pa¨ªses donde la figura del Libertador hab¨ªa sido marginal o inexistente, como Argentina o Brasil. De este modo el ¡°culto a Bol¨ªvar¡± se expandi¨® por todo el continente?.
Son palabras del argentino Carlos Malamud, eximio historiador de Am¨¦rica Latina, extra¨ªdas de su libro m¨¢s reciente, El sue?o de Bol¨ªvar y la manipulaci¨®n bolivariana: falsificaci¨®n de la historia e integraci¨®n en Am¨¦rica Latina ( Alianza, 2021).
Uno de los t¨®picos del culto, sublimizado al m¨¢ximo por Ch¨¢vez, sus propagandistas y sus acad¨¦micos internacionales hasta convertirlo en santo y se?a de los populismos ¡°progre¡± del continente, propone a Bol¨ªvar como remoto precursor intelectual de la integraci¨®n latinoamericana.
Suena a escarpado y monogr¨¢fico, ?verdad? Asunto de historia de las ideas o de historiograf¨ªa independentista. Malamud, sin embargo, hace de todo ello y sus consecuencias para nuestra actualidad un libro de lectura fascinante.
?Qu¨¦ relaci¨®n puede haber, por ejemplo, entre la Carta de Jamaica¡ªcontrovertido texto escrito por Bol¨ªvar en 1815 y sacralizado como documento seminal del ALBA y del Unasur¡ª y la escola de samba ¡°Unidos do Vila Isabel¡± que con una enorme carroza aleg¨®rica de Bol¨ªvar y agitando banderas venezolanas al son de un tema de Caetano Veloso, cantado en portu?ol, gan¨® la competici¨®n entre todas las escuelas del samb¨®dromo en el Carnaval de R¨ªo 2006?
La respuesta de Malamud no se limita a impartir que, seg¨²n algunas fuentes, Petr¨®leos de Venezuela (Pdvsa) habr¨ªa pagado a la agrupaci¨®n sambista 450.000 d¨®lares, generoso aporte de la petrodiplomacia bolivariana, sino que desarrolla una frondosa y persuasiva exposici¨®n al cabo de la cual el lector de hoy puede defenderse mejor de la sicodelia populista bolivariana y sus ep¨ªgonos internacionales.
Este libro desbarata la da?ina presunci¨®n de que los problemas de nuestra parte del mundo se resolver¨¢n solo cuando sus naciones terminen la obra antiimperialista y protosocialista que Bol¨ªvar dej¨® inconclusa. Su ex¨¦gesis de los textos fundamentales bolivarianos ¨CManifiesto de Cartagena, Carta de Jamaica, discurso de Angostura...¡ª disipa el enga?o de que ¡°Latinoam¨¦rica no se ha integrado porque el imperialismo yanqui y las ¨¦lites conservadoras no la dejan¡±. El n¨²cleo de su argumentaci¨®n resalta cu¨¢n falso es afirmar que Bol¨ªvar conceb¨ªa como fin ¨²ltimo no la independencia de su pa¨ªs sino la integraci¨®n latinoamericana.
?Se trata de un relato que ha servido de sustento te¨®rico para impulsar el ALBA (Alianza Bolivariana de Nuestra Am¨¦rica) y otras empresas semejantes, como UNASUR y la CELAC, ha sido una recreaci¨®n ex post, libre e interesada, del pensamiento y la pr¨¢ctica pol¨ªtica y militar del Libertador?.
Malamud nos recuerda que ning¨²n europeo piensa en Napole¨®n, Bismarck o alg¨²n destacado emperador romano como los grandes precursores de la integraci¨®n regional. Es muy diferente lo que ocurre con el culto Bol¨ªvar y otros pr¨®ceres de la emancipaci¨®n latinoamericana
?Por qu¨¦ Am¨¦rica Latina no tiene sus Jean Monnet, Robert Schuman, Konrad Adenauer o Alcide de Gasperi; en fin, figuras contempor¨¢neas que mostrar como precursores, no ya de la Patria Grande, sino de algo m¨¢s verdadero y tecnocr¨¢tico, desde luego menos heroico, sin dejar de ser complejo, como es la cesi¨®n de soberan¨ªas parciales?
En su respuesta Malamud ofrece, de paso, una exquisita recensi¨®n de la m¨¢s actual historiografia latinoamericana.
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