Colateral

La covid-19 es un virus caprichoso. M¨¢s all¨¢ de las variantes, de las reinfecciones, de las pol¨¦micas surgidas alrededor de la eficacia de las vacunas, la pandemia se ha extendido con ferocidad en ¨¢mbitos distintos del sanitario. El primero, obviamente, es la econom¨ªa pero en este continente tenemos, adem¨¢s, otro problema. La Uni¨®n Europea, aquel sue?o com¨²n, inalcanzable durante d¨¦cadas para generaciones de espa?oles que la miraban anhelantes, como el ¨²nico horizonte posible de progreso y felicidad, se ha convertido en otra v¨ªctima colateral de la covid. Para los europeos de cierta edad, lo que est¨¢ pasando es incomprensible, incompatible con lo que hab¨ªamos aprendido, con lo que sab¨ªamos y, lo que es peor, con lo que cre¨ªamos como un dogma de fe. El problema principal no es que la gesti¨®n comunitaria de las vacunas haya sido deficiente, que lo ha sido aunque sobre el papel no existiera una idea mejor. La compra centralizada de vacunas y el reparto proporcional garantizaba la equidad entre los pa¨ªses m¨¢s grandes, m¨¢s ricos, y los m¨¢s peque?os, m¨¢s pobres. Lo que no nos pod¨ªamos imaginar era que los laboratorios farmac¨¦uticos se atrevieran a incumplir sus contratos tras recibir subvenciones millonarias de la UE. Tampoco que la burocracia comunitaria fuera incapaz de reaccionar ante esta crisis. Los europeos hemos visto c¨®mo, siendo la Uni¨®n m¨¢s grande y poderosa, otros pa¨ªses nos han aventajado en todo mientras nuestras autoridades daban vueltas y m¨¢s vueltas a la seguridad de AstraZeneca o a la autorizaci¨®n de vacunas nuevas. Cuando termine la pandemia, deberemos afrontar el problema de nuestra propia decadencia, la p¨¦rdida de influencia y poder a nivel mundial de la anta?o todopoderosa Uni¨®n Europea.