Un nuevo contrato social
El clima pol¨ªtico no facilita un debate en el que afloren las buenas ideas sobre c¨®mo hacer compatible el dinamismo econ¨®mico con la capacidad para mejorar las condiciones de vida de todos
Las elecciones en Madrid van a seguir ocupando la atenci¨®n de todos los partidos pol¨ªticos, aunque la realidad de un pa¨ªs sea m¨¢s compleja que la que afecta a uno de sus territorios. Con todo, este proceso electoral podr¨ªa tener cierto inter¨¦s para el conjunto si al menos permitiera clarificar los ejes sobre los que deber¨ªa gobernarse una regi¨®n pr¨®spera que no quiera resignarse a convivir con una desigualdad obscena. Todo ello est¨¢ conectado, obviamente, con la manera en la que aquellos a los que les va econ¨®micamente mejor quieran comprometerse con quienes corren el riesgo de quedar descolgados. En este sentido, Madrid puede constituir un experimento pol¨ªtico en torno a c¨®mo actualizar nuestro deteriorado ¡°contrato social¡±.
No es necesario insistir en las brechas de desigualdad que la pandemia ha ensanchado hasta l¨ªmites que pueden comprometer la viabilidad de la democracia. S¨ª es importante recordar que la legitimidad de nuestro sistema pol¨ªtico pasa precisamente por hacer posible la coexistencia arm¨®nica entre, de una parte, los intereses de los actores que operan en una econom¨ªa de mercado y, de otra, la ineludible necesidad de garantizar que la generaci¨®n de riqueza se proyecte de manera justa sobre toda la sociedad haciendo posible as¨ª su cohesi¨®n interna. De hecho, la idea de contrato social ha constituido siempre esa inteligente f¨®rmula de compromiso voluntariamente asumido y capaz de preservar el dinamismo del modelo econ¨®mico sin impedir la extensi¨®n de los beneficios generados al conjunto de la comunidad.
A nadie se le oculta que ese compromiso ha quedado seriamente erosionado por una pluralidad de factores en los que no vale la pena detenerse ahora. Basta con advertir que Madrid es un buen exponente de la p¨¦rdida de expectativas para amplias capas de poblaci¨®n, a pesar de la solidez y el vigor de su tejido productivo. La pandemia ha contribuido tambi¨¦n a visibilizar la urgencia de romper con una din¨¢mica de grave quiebra de la cohesi¨®n social, acelerada por una precariedad laboral sist¨¦mica que resulta amenazante para la sostenibilidad del propio sistema. Los partidos pol¨ªticos deber¨ªan aprovechar el proceso electoral para debatir sobre los elementos en los que deber¨ªa descansar la renovaci¨®n de dicho contrato social. Pero, ?es realista imaginar que la campa?a electoral de Madrid vaya a contribuir a hacer de este tema un eje vertebral de la conversaci¨®n con la ciudadan¨ªa?
Hasta el momento el clima pol¨ªtico de polarizaci¨®n, unido a la simplicidad de planteamientos, no facilita un debate en el que afloren las buenas ideas sobre la mejor manera de hacer compatible el dinamismo econ¨®mico de la regi¨®n con la capacidad para mejorar las condiciones de vida de todos, a trav¨¦s principalmente de la generaci¨®n de empleos de calidad y la previsi¨®n de una amplia red de protecci¨®n social. Asistimos m¨¢s bien a un espect¨¢culo que poco puede contribuir a repensar la arquitectura de un nuevo contrato social que, m¨¢s all¨¢ de Madrid, toda Espa?a necesita afrontar con urgencia y resolver con garant¨ªas de acierto.
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