Or¨ªgenes del forofismo
La pregunta es c¨®mo hemos llegado a este punto en el que todo el mundo rechaza asumir responsabilidades por la sencilla raz¨®n de que en la liza pol¨ªtica se entienden como una debilidad
Lo natural en un pa¨ªs democr¨¢tico es que tras la sentencia de la Audiencia Nacional que ordena restituir en su cargo de la Guardia Civil de Madrid al coronel P¨¦rez de los Cobos, el ministro del Interior dimitiera. Tambi¨¦n es cierto que P¨¦rez de los Cobos dise?¨® un aut¨¦ntico disparate policial para afrontar la jornada del 1 de octubre de 2017 en Catalu?a, y lo natural es que hubiera sido cesado de manera autom¨¢tica esa tarde. La incapacidad que demostraron el presidente Rajoy y su vicepresidenta S¨¢enz de Santamar¨ªa a la hora de enfrentarse a aquel refer¨¦ndum ilegal tambi¨¦n hubiera convertido la dimisi¨®n de ambos en la ¨²nica soluci¨®n decente. Todos los protagonistas a uno y otro lado del tablero pol¨ªtico hicieron el peor uso posible de sus cargos representativos. Las cargas policiales contra los ciudadanos que acudieron a votar dibujaron la peor imagen en el exterior de la democracia espa?ola desde la Transici¨®n. Puede que por todo ello, el ministro Grande-Marlaska se vea eximido de presentar la dimisi¨®n por exigir ser informado de una investigaci¨®n que salpicaba al Gobierno. Tambi¨¦n es cierto que el coronel P¨¦rez de los Cobos manejaba un informe cuestionable sobre la autorizaci¨®n de las marchas feministas del 8 de marzo del a?o pasado. Y a¨²n m¨¢s cierto es que ese tipo de informe partidista y zafio se ha convertido en una f¨®rmula habitual fomentada por algunos mandos de nuestros cuerpos de seguridad pese al da?o que causan en su reputaci¨®n.
La pregunta es c¨®mo hemos llegado a este punto en el que todo el mundo rechaza asumir responsabilidades por la sencilla raz¨®n de que en la liza pol¨ªtica se entienden como una debilidad. En la normalidad democr¨¢tica, esa conciencia del propio error y la aceptaci¨®n de las consecuencias pol¨ªticas no tiene nada de debilidad, sino m¨¢s bien de fortaleza sist¨¦mica. Es por ello que asistimos asombrados a que un partido que afronta una serie de juicios encadenados por el desv¨ªo de millones de euros desde la obra p¨²blica a su tesorer¨ªa, juega a escarbar en la m¨ªnima factura incorrecta del partido rival. Del mismo modo, hemos visto a todo un vicepresidente segundo desautorizar a la justicia cuando no le era propicia e incluso pintar el ejercicio convencional de la prensa plural en democracia como un frente dictatorial. Y para concluir, ese mismo vicepresidente ha sufrido en su domicilio particular un acoso continuado sin que los partidos rivales se hayan unido de manera contundente para frenar esas acciones. Figurar¨¢ para siempre en la hoja de servicios de los l¨ªderes de la derecha espa?ola esa infamia, como en la del vicepresidente figura haber defendido en su d¨ªa los escraches frente a domicilios de sus rivales.
Si todos siguen trabajando en esa direcci¨®n con tanto ah¨ªnco no tardaremos mucho en joder el Per¨² y luego preguntarnos impotentes por cu¨¢ndo pas¨®. Los resultados de las ¨²ltimas elecciones en Catalu?a y los pron¨®sticos de las cercanas elecciones madrile?as no ayudan a sacudir la culpa de los ciudadanos, pues tambi¨¦n parecen participar de esta afici¨®n por la confrontaci¨®n visceral y los liderazgos divisivos. En el deporte es habitual ver c¨®mo quien es incapaz de ganar en el terreno de juego trata de reconducir la disputa hacia el ¨¢mbito en el que puede excitar los ¨¢nimos de la grada de apoyo sin rendir cuentas de su bajo nivel t¨¢ctico. As¨ª nace el forofismo.
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