Diagn¨®stico urgente de la innovaci¨®n en Espa?a
El proceso de transmitir los resultados de la investigaci¨®n cient¨ªfica al mercado y a la sociedad en general no acaba de ofrecer los resultados que cabr¨ªa esperar. Los fondos europeos son una oportunidad para corregir esto
Ahora o nunca. Esa deber¨ªa ser la frase que sonara como un mantra este a?o en las universidades, los centros de investigaci¨®n, los departamentos de innovaci¨®n de las empresas y las start-ups espa?olas. En juego est¨¢n los fondos Horizonte Europa de la Comisi¨®n Europea, el programa transnacional de investigaci¨®n e innovaci¨®n m¨¢s grande del mundo con un presupuesto de 95.500 millones de euros. Si a eso le sumamos una parte importante de los fondos del plan de recuperaci¨®n Next Generation EU destinados a I+D+I en el presupuesto espa?ol, la cantidad ser¨ªa hist¨®rica y podr¨ªa dar al pa¨ªs el impulso que necesita para estar en la vanguardia.
Pero no todo es cuesti¨®n de dinero. Con el anterior programa, Horizonte 2020, Espa?a ya fue con 4.762 millones el cuarto pa¨ªs m¨¢s beneficiado por detr¨¢s de Alemania, Reino Unido y Francia. Y sin embargo eso no se tradujo en una efervescencia tecnol¨®gica. ?D¨®nde est¨¢n todos los productos innovadores made in Spain que deber¨ªan haber resultado de la inversi¨®n de esos fondos?
La respuesta a esa pregunta parece remitir a un antiguo problema que Espa?a no acaba de resolver: la baja transferencia tecnol¨®gica y de conocimiento. Es decir, que el proceso de transmitir los resultados de la investigaci¨®n cient¨ªfica al mercado y a la sociedad en general no acaba de alcanzar un nivel alto.
En la jerga del mundo de la innovaci¨®n suele hablarse de ¡°la paradoja europea¡± para explicar la distancia que hay entre la alta producci¨®n cient¨ªfica y su escasa materializaci¨®n en nuevos productos y servicios. Es decir, seg¨²n esa paradoja, los pa¨ªses europeos, ¡ªquiz¨¢ excluyendo a Alemania y Francia¡ª, son muy buenos en la primera de esas tres letras, en la I de investigaci¨®n, y no tanto en las dos ¨²ltimas, en la D de desarrollo y la I de innovaci¨®n.
Espa?a, seg¨²n distintos r¨¢nkings internacionales, ocupa el puesto 11 o 12 a nivel mundial en volumen de producci¨®n cient¨ªfica, pero eso no se traduce en una gran industria innovadora. De hecho, a pesar de haber mejorado en muchos ¨¢mbitos, en el Cuadro de indicadores de la innovaci¨®n de la Comisi¨®n Europea del 2020 Espa?a qued¨® en el puesto 15 entre 27 en la franja de los ¡°innovadores moderados¡±, con un rendimiento de I+D por debajo de la media. Resulta claro que para que este conocimiento que se produce en el pa¨ªs pueda ahora transformar la econom¨ªa antes habr¨¢ que revisar las reglas del juego.
Primero hay que desburocratizar la innovaci¨®n para atraer talento y facilitar el acceso a los fondos de I+D+I por parte de actores m¨¢s diversos. Espa?a tiene el potencial para atraer a investigadores de talento que buscan conjugar trabajo y calidad de vida. Sin embargo, la precariedad de los contratos, la complejidad de los requisitos para los solicitantes y las pocas perspectivas de crecimiento en el ¨¢mbito acad¨¦mico desalientan tanto a los investigadores locales como a los extranjeros.
Adem¨¢s, es fundamental modernizar los instrumentos para acceder a fondos para la investigaci¨®n: la cantidad de publicaciones en revistas indexadas no puede ser el principal indicador para juzgar el valor de un investigador. Por ejemplo, hay disciplinas tecnol¨®gicas donde se prioriza la publicaci¨®n de conferencias, ya que los tiempos de la publicaci¨®n en revistas son m¨¢s lentos que el propio avance de la tecnolog¨ªa. Finalmente, es necesario flexibilizar unos sistemas de solicitud de becas y subvenciones que siguen encasillados en clasificaciones antiguas que dejan fuera trabajos interdisciplinarios, precisamente de donde suele surgir la innovaci¨®n. En ciertos campos tecnol¨®gicos, como la inteligencia artificial y la ciencia de datos, las universidades se enfrentan a una fuga de cerebros si no colaboran proactivamente con la industria.
La inversi¨®n p¨²blica es vital para desarrollar innovaci¨®n disruptiva en el largo plazo. Pero no basta con financiar a investigadores. La innovaci¨®n y, sobre todo, la transferencia tecnol¨®gica requieren en segundo lugar de un ecosistema. Suele pensarse que la innovaci¨®n es siempre fruto de una genialidad, pero lo cierto es que tiene m¨¢s que ver con el intercambio continuo de conocimiento y la capacidad para preservarlo, compartirlo y fomentarlo.
Quiz¨¢ Silicon Valley sea el ejemplo m¨¢s conocido ¡ªaunque no exento de problemas¡ª, donde las universidades, los agentes de inversi¨®n (desde los llamados business angels hasta los grandes fondos de inversi¨®n), las incubadoras, las aceleradoras, las personas con experiencia que ejercen de mentores y hasta los medios especializados y los influencers ¡ªy esto incluye un amplio abanico que abarca incluso la revista Wired o las conferencias TED¡ª contribuyen a que la investigaci¨®n acabe en manos de la gente en forma de productos que se consumen en todo el mundo. Las spin-offs espa?olas o incubadoras especializadas, por ejemplo el Collider de Barcelona, por m¨¢s que se esfuercen, necesitan del resto de los actores, de un ecosistema de innovaci¨®n para alcanzar transferencia de impacto.
Por ¨²ltimo, y lo m¨¢s importante: la innovaci¨®n solo es viable en una cultura que mira sin aversi¨®n al riesgo y al fracaso. No tiene sentido exigir innovaci¨®n y al mismo tiempo penalizar siempre que no se haya logrado el ¨¦xito. Eso solo lleva a la par¨¢lisis. Las pol¨ªticas para catapultar la innovaci¨®n tienen que contar con el acuerdo de los partidos pol¨ªticos, porque el progreso de un pa¨ªs deber¨ªa ser un objetivo com¨²n y a largo plazo. No hay peor enemigo para impulsar la innovaci¨®n que un pa¨ªs polarizado.
Mara Balestrini es doctora en Ciencias de la Computaci¨®n por University College London.
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