Macron, el elitismo y la gente corriente
La supresi¨®n de la prestigiosa Escuela Nacional de Administraci¨®n suena m¨¢s a operaci¨®n de propaganda del presidente que a una respuesta concreta a los problemas de los ciudadanos
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?Ha comprendido Emmanuel Macron que el movimiento de los chalecos amarillos no era m¨¢s que el preludio? ?Se ha dado cuenta de que la protesta popular no se ha interrumpido? ?De que no deja de mutar, transformarse, evolucionar, tanto en Francia como en los dem¨¢s pa¨ªses occidentales, a medida que se vuelve m¨¢s fr¨¢gil la clase media? ?Es consciente de la importancia que tiene la fractura cultural entre las clases populares y las clases dirigentes? ?La eliminaci¨®n de la ENA es se?al de una epifan¨ªa o, por el contrario, la confirmaci¨®n de que, despu¨¦s de cuatro a?os de ejercer el poder, parece haberse consumado el divorcio de J¨²piter y la gente corriente?
Mientras Francia sobrepasa la barrera simb¨®lica de los 100.000 muertos por covid, dos a?os despu¨¦s de la revuelta de los chalecos amarillos, el poder se enfrenta a una crisis econ¨®mica, social y cultural sin precedentes. La econom¨ªa est¨¢ hundida y ya no es una minor¨ªa de excluidos la que sufre por el modelo neoliberal, sino la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Ante estas realidades, los franceses esperan una soluci¨®n pol¨ªtica que est¨¦ a la altura.
Ahora bien, la respuesta de Emmanuel Macron ante esta crisis de civilizaci¨®n consiste en una medida rid¨ªcula: la supresi¨®n de la Escuela Nacional de la Administraci¨®n (ENA). Una vez m¨¢s, prefiere el espect¨¢culo a la pol¨ªtica. Si los franceses tienen un problema con sus ¨¦lites, quememos el s¨ªmbolo del elitismo. Con la vista puesta en los sondeos, especialmente en la intenci¨®n de voto en favor de Marine Le Pen, que alcanza un nivel inigualado (48%), el presidente de la Rep¨²blica se remite a la comunicaci¨®n. Es decir, J¨²piter, al frente de una agencia de publicidad, revela su impotencia y su incapacidad para comprender a la sociedad.
En esta operaci¨®n, todo suena a falso. Para empezar, el momento escogido: como en cualquier campa?a publicitaria digna de respeto, la eliminaci¨®n de la ENA se anunci¨® por sorpresa. En segundo lugar, el envoltorio. La ENA va a ser sustituida por el Instituto de Servicios P¨²blicos, un nombre sin contenido en el que resulta simb¨®lica la desaparici¨®n de la palabra ¡°nacional¡±. Esta nueva estructura, propia de los tiempos que corren, ser¨¢ fiel al pliego de condiciones que figura en las producciones de Netflix, es decir, ser¨¢ m¨¢s inclusiva y m¨¢s abierta a la diversidad. El ¨¦nfasis en la comunicaci¨®n da la sensaci¨®n de actividad y permite que durante un tiempo se deje de prestar atenci¨®n a los fracasos del Gobierno pero, sobre todo, revela hasta qu¨¦ punto est¨¢ desconectado Emmanuel Macron y, a¨²n peor, que se equivoca de objetivo.
Al suprimir el t¨®tem del elitismo franc¨¦s, el poder est¨¢ atacando tambi¨¦n un s¨ªmbolo del Estado y la Rep¨²blica. El El¨ªseo parece haber olvidado que la carta fundacional de la escuela no solo lleva la firma del general De Gaulle, sino tambi¨¦n del secretario general del partido Comunista Franc¨¦s, Maurice Thorez. La ENA, fruto de un consenso pol¨ªtico, pretend¨ªa seleccionar a sus miembros independientemente del origen social. Esa es la paradoja: si bien es cierto que la ENA ha dejado de cumplir su prop¨®sito inicial, se cre¨® como s¨ªmbolo de la meritocracia republicana.
Pero lo m¨¢s preocupante es otro aspecto, el hecho de que esta medida no aborda el obst¨¢culo que bloquea la sociedad francesa: el proceso de selecci¨®n de las ¨¦lites.
La reproducci¨®n social es, ante todo, consecuencia del abandono del bien com¨²n y el conformismo de las clases dirigentes. Por consiguiente, el motivo de la endogamia no es la ENA, sino la adhesi¨®n a un modelo neoliberal que agudiza las desigualdades. Aunque el principio de igualdad figura en las fachadas de todos los centros educativos, la realidad es que estamos en un pa¨ªs en el que la movilidad social ha dejado de existir. En Francia hacen falta seis generaciones para que los descendientes de una familia pobre lleguen a ser clase media, uno de los peores resultados entre los pa¨ªses de la OCDE.
Pero hay cosas a¨²n m¨¢s preocupantes. Esta decisi¨®n pone de manifiesto un profundo desconocimiento de la gente corriente. Concebida como una campa?a para hacer olvidar la imagen de un Macron ¡°presidente de los ricos¡±, revela la importancia de la fractura cultural entre el pueblo y sus representantes.
El El¨ªseo ha presentado la disoluci¨®n de la ENA como una respuesta al movimiento de los chalecos amarillos. Dos a?os despu¨¦s del mayor movimiento social que ha conocido el pa¨ªs desde 1968, no parece que Emmanuel Macron haya entendido todav¨ªa los motivos de fondo de esta revuelta ni a los franceses que lo originaron.
La desaparici¨®n de la ENA no ha sido nunca una petici¨®n fundamental de las clases medias y populares que saltaron a las calles en noviembre de 2018. La movilizaci¨®n, que comenz¨® por la bajada del poder adquisitivo, era ante todo un movimiento de reconocimiento cultural. Reaccionar a esta protesta con la eliminaci¨®n de un s¨ªmbolo del elitismo equivale a reducir una revuelta existencial a las pasiones tristes de unos ¡°deplorables¡± que rechazan a las ¨¦lites por principio. Esta imagen de un pueblo que se opone a la meritocracia, el elitismo y la inteligencia oculta un profundo desprecio de clase. Se elimina la ENA igual que se daba pan y circo a la plebe.
Sin embargo, en contra de lo que piensa Macron, las clases populares son muy sensibles al nivel cultural de las ¨¦lites y siempre se han sentido atra¨ªdas por los personajes pol¨ªticos que dominan la lengua, no por los publicistas que manipulan la nueva jerga. El lenguaje cuidado fue lo que hizo que los dirigentes comunistas, de Maurice Thorez a Georges Marchais, pasando por Jacques Duclos, captaran la atenci¨®n de los obreros. Los asesores de comunicaci¨®n del El¨ªseo se equivocan cuando explican el grado de desconfianza de los medios populares con la famosa expresi¨®n ¡°todos corruptos¡±. Este an¨¢lisis equipara a la gente corriente con una masa embrutecida y permite apartar la vista de la mediocracia de los de arriba. Impide ver la correlaci¨®n entre el hundimiento intelectual de las clases dirigentes y la aversi¨®n que inspiran.
Es frecuente hablar de antielitismo como ejemplo de la cerraz¨®n cultural de la gente de a pie. La tesis es que, al rechazar los intelectuales y, por tanto, la inteligencia, la gente corriente demuestra no ser capaz de evolucionar. Esta explicaci¨®n es muy c¨®moda para la clase dominante y la estructura tecnol¨®gica, que as¨ª se libera de cualquier responsabilidad. Pero lo que rechazan las clases populares no es el principio ni la existencia de una ¨¦lite, sino a una clase dirigente que no brilla ni por su inteligencia ni por su nivel cultural. Lo que llaman antielitismo no es en realidad sino la cr¨ªtica a una clase dirigente mediocre que demuestra a diario su incompetencia. Ese peque?o mundo superior cuyo horizonte se limita al mercado, que no siente ya ning¨²n inter¨¦s por el bien com¨²n y cuya moral se limita a un progresismo de cart¨®n-piedra ?puede seguir sirviendo de modelo? Sensatamente, las personas de a pie dicen que no.
Pero eso no significa que rechacen lo bueno ni que sean incapaces de reconocerlo e inspirarse en ello. Lo que critican es la peque?a tecnoestructura olig¨¢rquica que se considera a s¨ª misma ¨¦lite. Hay que recordar que las clases populares nunca se han opuesto a la excelencia, sino todo lo contrario. No hace tanto tiempo que la izquierda ¡ªespecialmente el Partido Comunista¡ª intentaba utilizar la educaci¨®n popular para crear ¨¦lites a partir de or¨ªgenes modestos. La cultura, la educaci¨®n y una cierta trascendencia han acompa?ado siempre a la sociedad popular. Lo que le preocupa no es la existencia de las ¨¦lites, sino para qu¨¦ sirven hoy en d¨ªa. En lugar de responsabilizar a la ENA, Macron deber¨ªa plantearse la incompetencia de las clases dirigentes y su alejamiento cultural de la gente corriente; y, sobre todo, responder a las peticiones concretas, es decir, dedicarse m¨¢s a la pol¨ªtica y menos a la comunicaci¨®n.
Christophe Guilluy es ge¨®grafo, y autor de No society: el fin de la clase media occidental (Taurus).
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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