Polarizaci¨®n a la madrile?a
Es precisa la b¨²squeda de ciertos consensos m¨ªnimos
Si uno se ce?¨ªa a asomarse al d¨ªa a d¨ªa medi¨¢tico y en redes para seguir la campa?a madrile?a, si no miraba ni una sola encuesta, uno pod¨ªa pensar que las dos opciones m¨¢s extremas en el espectro ideol¨®gico dominaban la carrera. Que esto era un asunto, por usar las caracterizaciones que cada bando hac¨ªa del rival, entre ¡°comunismo¡± o ¡°fascismo¡±: entre UP y Vox.
Pero al final result¨® en las urnas que era m¨¢s un asunto entre una versi¨®n actualizada del liberal-conservadurismo y la nueva izquierda verde. D¨ªaz Ayuso y M¨®nica Garc¨ªa se impusieron sobre sus respectivos rivales de bloque, batieron las ya de por s¨ª buenas expectativas que les auguraban los sondeos (que, por dem¨¢s, acertaron notablemente), y se coronaron para definir la contraposici¨®n pol¨ªtica en Madrid durante los pr¨®ximos dos a?os.
?Qu¨¦ forma tomar¨¢ esta confrontaci¨®n? De nuevo, si el tono de la campa?a fuese indicador principal, uno podr¨ªa anticipar una ardiente polarizaci¨®n de tipo afectivo: aquella que se centra en la animadversi¨®n hacia el rival en lugar de en aspectos de discrepancia ideol¨®gica. Quiz¨¢s la pista m¨¢s alarmante la den los titubeos de lado y lado para condenar las amenazas sufridas por los candidatos del otro extremo: al parecer, las diferencias superan al principio de uni¨®n en torno a la censura de la violencia como v¨ªa pol¨ªtica, y siempre se han encontrado ¡°peros¡± disponibles (normalmente, atados a los propios titubeos del rival cuando se trat¨® de condenar la violencia contra los propios, alimentando un c¨ªrculo vicioso).
Este es, sin duda, un futuro plausible. De hecho, la brecha marcada por la polarizaci¨®n afectiva entre bloques se viene abriendo cada vez m¨¢s en Espa?a, seg¨²n ha podido comprobar en an¨¢lisis recientes el polit¨®logo Llu¨ªs Orriols. En la medida en que esta brecha se convierte en un abismo, razona Orriols, puede facilitar la articulaci¨®n de toma de decisiones en coaliciones ideol¨®gicamente homog¨¦neas, como lo ser¨¢ la formada con toda probabilidad por el PP y VOX en la Comunidad de Madrid. El precio que pagamos por ello son pol¨ªticas menos duraderas y estables, porque cuando el bloque contrario llega al poder la dimensi¨®n afectiva de la polarizaci¨®n se traduce en la necesidad de cambiar absolutamente todo lo que hizo el gobierno anterior. En la medida en que el proceso de toma de decisiones se ata al debate p¨²blico polarizado, gobernar se vuelve m¨¢s f¨¢cil, pero menos consensuado.
Es adem¨¢s el futuro m¨¢s probable, no s¨®lo porque la polarizaci¨®n entre bloques est¨¢ instalada, sino porque en los resultados puede leerse un cierto castigo a los discursos m¨¢s moderados. Es cierto: no han triunfado las opciones m¨¢s extremas, pero las que lo han hecho no son las versiones centradas dentro de cada bloque. Hab¨ªa dos candidatos con un tono n¨ªtidamente convergente que han obtenido resultados por debajo de lo posible, e incluso de lo esperado. Mientras, D¨ªaz Ayuso ha colocado su tono lo m¨¢s alejado del centro que se pod¨ªa dentro de su partido. Lo ha hecho adem¨¢s remarcando la vertiente cultural, firmemente arraigada en el individualismo, definiendo una manera (para ella ¡°la¡± manera) de ser madrile?o. De manera quiz¨¢s menos obvia pero no menos consecuente, en torno al mensaje de M¨¢s Madrid hay una proposici¨®n contrapuesta, conectada con la vertiente comunitaria, de ese mismo ser madrile?o, heredera directa de las campa?as de Manuela Carmena.
Esta vertiente identitaria es la principal facilitadora de la conexi¨®n entre el voto y el discurso. Expandida, asegura la articulaci¨®n entre polarizaci¨®n afectiva y decisiones de gobierno en bloque. De nuevo, un ejemplo de la ¨¦poca de Carmena acude a la memoria: Madrid Central se vendi¨® a la ciudadan¨ªa m¨¢s como la defensa de un estilo de vida determinado (y as¨ª fue atacado desde el otro lado) que como una decisi¨®n que reportar¨ªa una serie de beneficios a cambio de otros costes distribuidos de tal o cual manera entre la sociedad.
Pero aunque este futuro sea el m¨¢s probable, no es inevitable. Las ganadoras netas de esta elecci¨®n pueden (deber¨ªan, de hecho) entender que su posici¨®n como segundas en la fila de la polarizaci¨®n partidista por cada extremo es una virtud ahora para acaparar votos, pero se puede convertir en un riesgo. Al final, hay un punto en el que el votante pasa a preferir la versi¨®n m¨¢s genuina, aut¨¦ntica, dentro de su propio bloque.
Este viaje es m¨¢s notable (y m¨¢s peligroso) ahora mismo para Ayuso, por el simple hecho de que ella se movi¨® del centro hacia la derecha, mientras que M¨¢s Madrid es una escisi¨®n hacia el centro desde la izquierda. Pero lo corre cualquiera en un contexto de polarizaci¨®n exacerbada. Desactivarlo requiere de un sabio equilibrio que renuncie a ciertas ganancias hoy para mantener el espacio ma?ana. Las dos herramientas b¨¢sicas para ello: la b¨²squeda expl¨ªcita de ciertos consensos m¨ªnimos y, sobre todo, el enfoque de todas las decisiones que Madrid tiene por delante en qui¨¦n ganar¨¢, qui¨¦n perder¨¢ y por qu¨¦ con cada una de ellas.
Jorge Galindo es soci¨®logo y co-editor de Politikon
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