Iniquidad

La iniquidad produce iniquidad que produce iniquidad, y as¨ª ser¨¢ hasta el fin de los tiempos. La iniquidad padecida en el pasado nunca puede justificar la iniquidad ejercida en el presente, y no resta un ¨¢pice de dolor a las v¨ªctimas de quienes sufrieron esa misma condici¨®n antes de convertirse en sus verdugos. En teor¨ªa, cualquiera estar¨ªa de acuerdo con esto, pero mientras los privilegiados nos preocupamos por las vacunas, las elecciones de Madrid, el Gobierno catal¨¢n, la Liga Santander y nuestras vacaciones, Oriente Pr¨®ximo explota de nuevo para arrojar sobre la conciencia de la humanidad muertos y m¨¢s muertos, malheridos, mutilados, familias destrozadas, en una siniestra espiral de destrucci¨®n y ruina que parece no importarle demasiado a nadie. El mundo contempla la en¨¦sima cosecha de vidas arrebatadas sin mover un dedo. El Estado de Israel lo sabe, y esgrime continuamente su derecho a defenderse, con la certeza de que sus poderosos aliados lo aceptar¨¢n sin cuestionarse las consecuencias. Mientras tanto, en los territorios palestinos, millones de personas hacinadas, desabastecidas de los bienes m¨¢s b¨¢sicos, desprotegidas frente a la pandemia, afrontan la inc¨®gnita de la proximidad de su muerte. Si sobreviven a la pobreza, a las enfermedades, al coronavirus, pueden morir en un bombardeo. Si adem¨¢s tienen la suerte de sobrevivir a las bombas, morir¨¢n m¨¢s despacio, de desesperaci¨®n, de tristeza, de miseria, hasta la completa extinci¨®n de su pueblo. Ese horizonte, el ¨²nico que tienen desde hace muchas d¨¦cadas, permanecer¨¢ intacto mientras las cosas no cambien. Y las cosas, ya lo sabemos, no van a cambiar, porque la iniquidad produce iniquidad que produce iniquidad. Y as¨ª, hasta el infinito.