Tiempo de cerezas
Todos deseamos estos frutos en nuestras mesas, porque mientras duran sabemos que el oto?o y el invierno est¨¢n muy lejos y que ya habr¨¢ tiempo de lamentarse de las penas
¡°Quand nous chanterons le temps des cerises,/ et gai rossignol et merle moqueur/ seront tous en f¨ºte,/ les belles auront la folie en t¨ºte/ et les amoureux du soleil au coeur¡± (¡±Cuando llegue el tiempo de las cerezas,/ el alegre ruise?or y el mirlo burl¨®n estar¨¢n de fiesta,/ las mujeres hermosas tendr¨¢n la locura en la cabeza/ y los enamorados sol en el coraz¨®n¡±) dice el poema de Jean Baptiste Cl¨¦ment, poeta de la Comuna francesa, de la que tom¨® prestado el t¨ªtulo Montserrat Roig para la novela que integra la trilog¨ªa que inici¨® con Ramona, adi¨®s y complet¨® con La hora violeta, tres novelas publicadas en los a?os setenta del pasado siglo y dedicadas a la Barcelona en la que creci¨® y vivi¨® la escritora hasta que falleci¨® prematuramente hace 30 a?os con solo 45 de edad. El poema de Cl¨¦ment, convertido en canci¨®n por Antoine Renard, fue el himno de la Comuna de Par¨ªs, aquel movimiento obrero que quiso establecer principios de libertad en contra de la monarqu¨ªa, pero tambi¨¦n una de las canciones de amor m¨¢s c¨¦lebres de la m¨²sica francesa, que han cantado cantantes de todos los tiempos. La canci¨®n dice que el tiempo de las cerezas ¡ªel de la felicidad¡ª es breve, pero que siempre vuelve, por lo que siempre habr¨¢ un tiempo de las cerezas en el que recuperar la alegr¨ªa despu¨¦s de ¨¦pocas de tristeza y muerte.
Met¨¢fora o no de la felicidad, lo cierto es que el tiempo de las cerezas ha llegado nuevamente al hemisferio norte y en los mercados se ofrece esa fruta roja cuyo color evoca a la sangre mientras que su sabor trae dulzura al paladar. Despu¨¦s de un invierno oscuro (m¨¢s oscuro que otros a?os por culpa de la situaci¨®n del mundo), el sol y el brillo de las cerezas invitan a vivir y a disfrutar un tiempo que ya sabemos ser¨¢ fugaz pero que no por eso es menos real. Como los revolucionarios del poema de Cl¨¦ment o los protagonistas de la novela de Montserrat Roig, que se obstinan en encontrar un sentido a la vida en la promesa de un tiempo de felicidad, todos los hombres y las mujeres identificamos el tiempo de las cerezas, esta primavera tard¨ªa que dejar¨¢ pronto paso al verano, con el de la felicidad por m¨¢s que sepamos que esta no existe del todo y que su p¨¦rdida nos llenar¨¢ de melancol¨ªa. Sabemos que es as¨ª, pero tambi¨¦n que las cerezas siempre vuelven a los mercados y a nuestras mesas y con ellas el tiempo de la alegr¨ªa y el sol, esos dos ingredientes tan necesarios para nuestro bienestar ¨²ltimamente no muy abundantes por desgracia. Como al soldado franc¨¦s que cant¨® la canci¨®n a una enfermera antes de morir seg¨²n la leyenda popular, saber que el tiempo de las cerezas siempre regresa y que podremos disfrutarlo nos consuela pese a que tambi¨¦n sepamos que tendr¨¢ fin. Por eso, algunos cuelgan cerezas de las orejas de sus amantes (para perpetuar su amor) y por eso todos las deseamos en nuestras mesas, porque mientras las cerezas duran sabemos que el oto?o y el invierno est¨¢n muy lejos y que ya habr¨¢ tiempo de lamentarse entonces de las penas que ni la novela de Montserrat Roig ni el poema de Cl¨¦ment ocultan: ¡°Mais il est bien court le temps des cerises,/ pendants de corail qu¡¯on cueille en r¨¦vant¡± (¡±Pero es muy corto el tiempo de las cerezas,/ pendientes de coral que se cortan so?ando¡±).
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