Rearticular la democracia de Chile
El pa¨ªs empieza a mirarse fijamente a los ojos con el reto de acordar una carta fundamental que gu¨ªe su desarrollo futuro sin exclusiones y procurando la paz social
El fin de semana reci¨¦n pasado fui elegido, por votaci¨®n popular, junto a otros 154 ciudadanos para formar parte de la Convenci¨®n Constituyente. Cumpl¨ª 19 a?os dos semanas antes de derrotar a Pinochet en el plebiscito de 1988. Por esos d¨ªas, lo que m¨¢s me importaba en el mundo era terminar con su tiran¨ªa. Madur¨¦ con la idea de que el para¨ªso se llamaba democracia. Entonces la imagin¨¢bamos cantando, tomando y fumando en los parques. La verdad es que todos los dem¨®cratas fuimos concertacionistas. La derecha, los pinochetistas, habitaban otra ¨®rbita espiritual. Ellos quer¨ªan lo impensable: que continuara la dictadura. Hoy es visto como una cosa ?o?a y absurda ¨Cpara m¨ª mismo lo fue-, pero el presidente Patricio Aylwin dijo algo muy cierto: que aqu¨ª ten¨ªamos que caber todos. Entonces hubi¨¦ramos querido que eso maldito desapareciera, pero lo maldito no desaparece nunca. Muta. Estoy seguro de que quienes apoyaron el golpe volver¨ªan a apoyarlo, y de que quienes hubieran matado por sus sue?os volver¨¢n a intentarlo. Cada uno de otra forma y por aparentes otras razones. Unos enloquecen por el orden, otros por la transformaci¨®n.
Salvo excepciones, mi generaci¨®n se desentendi¨® de lo p¨²blico. Aquellos que no lo hicieron, fueron demasiado obedientes. Sus padres eran h¨¦roes a los que no pod¨ªa faltarse el respeto, y para que la historia avance hay que perder respetos. El resto, consideramos que el Estado y sus alrededores eran territorio de sumisos. Lo p¨²blico no permit¨ªa desenfrenos de ning¨²n tipo, y mi generaci¨®n estaba harta de controles. Si somos francos, el individualismo, el cada uno sabr¨¢, fue tambi¨¦n la respuesta de la mayor¨ªa a un hast¨ªo de distintos colores. Hicimos nuestro el neoliberalismo heredado por razones muy diferentes: para m¨ª y mis amigos signific¨® asumir una cierta anarqu¨ªa cultural, una b¨²squeda sin fronteras, mientras para otros implic¨® una invitaci¨®n a la riqueza desconsiderada. Y as¨ª perdimos de vista lo comunitario.
Tuvo que crecer otra generaci¨®n, nacida justamente el a?o de ese plebiscito, uno antes o uno despu¨¦s, para que ese tiempo de crecimiento econ¨®mico (el producto nacional se multiplic¨® por cinco), comenzara a cuestionar con fuerza lo construido durante estas d¨¦cadas de democracia neoliberal. Primero como liceanos, para el ¡°Ping¨¹inazo¡± en 2006, y poco m¨¢s tarde como universitarios para el movimiento estudiantil de 2011. Con ellos volvieron las movilizaciones sociales desactivadas por el gran acuerdo pol¨ªtico que puso fin a la dictadura. Se sumaron los movimientos ecologistas en contra de Hidroays¨¦n (una mega central hidroel¨¦ctrica en la Patagonia), las diversidades sexuales, las marchas No m¨¢s AFP, las mujeres y su lucha anti patriarcal. Y mientras todo esto acontec¨ªa, el sistema pol¨ªtico continuaba imp¨¢vido. Grosso modo, el poder segu¨ªa en manos de los mismos partidos pol¨ªticos y sus mismos dirigentes, y la riqueza cada vez m¨¢s concentrada en las mismas poqu¨ªsimas manos.
Paralelamente, las comunicaciones viv¨ªan en el mundo entero la m¨¢s grande transformaci¨®n tecnol¨®gica de su historia. En 1991, Berners Lee crea el primer sitio web, y hoy, ¡°mientras escribo estas l¨ªneas¡± ¨Cdice Alessandro Baricco en su libro The Game- hay 1.000.284.792 de esos espacios virtuales en los que pueden almacenarse y compartirse textos, m¨²sicas, fotos, videos... En 1998 aparece el buscador Google, aunque recuerdo que en The Clinic, la revista que ese mismo a?o me toc¨® fundar, no ten¨ªamos internet y dise?¨¢bamos sus p¨¢ginas en cartulinas, sobre la mesa de un taller, con im¨¢genes recortadas de otras publicaciones de papel. En 2002 apareci¨® Linkedin, la primera red social, y en 2003 Blackberry, el primer Smartphone que de verdad lleg¨® a la gente. El 2004 naci¨® Facebook, el 2005 Youtube y en 2006 Twitter. No creo que valga la pena seguir. Las conexiones fijas a internet, en territorio chileno, a mediados de 2020 superaban los tres millones y medio de terminales y los tel¨¦fonos m¨®viles con 4G quintuplicaban esa cifra. Siguen siendo muchos los desconectados, pero nunca hab¨ªan compartido tantos el acceso a datos, noticias, saberes, y todos al mismo tiempo.
El Estallido Social que vimos en Chile a partir de octubre de 2019, una vez m¨¢s detonado por escolares a prop¨®sito del alza de 30 pesos en el boleto del Metro, sac¨® a la calle todos esos mundos, culturas, identidades, carencias, frustraciones y realidades surgidas e ignoradas por el mundo del poder durante estas tres d¨¦cadas. Cecilia Morel, la primera dama, dijo que parec¨ªan ¡°alien¨ªgenas¡±. Lo cierto es que en distintos lugares del planeta estamos viendo las organizaciones pol¨ªticas en crisis. Seg¨²n el polit¨®logo e investigador del Instituto de Ciencias Humanas de Viena, Ivan Krastev, ¡°en la ¨²ltima d¨¦cada... m¨¢s de noventa pa¨ªses de todo el mundo han sido testigos de importantes protestas masivas. Millones de personas han logrado organizar numerosas y duraderas iniciativas al margen de los partidos pol¨ªticos y con desconfianza hacia los medios de comunicaci¨®n, con pocos cabecillas visibles y evitando casi siempre la organizaci¨®n formal¡± (?Ya es Ma?ana?, Debate, 2020).
La elecci¨®n de la Convenci¨®n Constituyente que acabamos de vivir en Chile dio una baj¨ªsima votaci¨®n a los partidos tradicionales, tanto de derecha como de centro izquierda. La regla de paridad de sus miembros, establecida de ante mano para favorecer a las mujeres, termin¨® corrigiendo en favor de los hombres. 17 de sus integrantes pertenecen a pueblos ind¨ªgenas, y la inmensa mayor¨ªa de los electos somos profesionales independientes, muchos provenientes de organizaciones locales, poqu¨ªsimos de la elite pol¨ªtica, social y cultural. Fueron escasos los rostros televisivos que se postularon y consiguieron el apoyo ciudadano.
La tarea que nos espera no ser¨¢ f¨¢cil -no existen partidos pol¨ªticos que la estructuren- pero sin duda necesaria e interesant¨ªsima. Se trata de la reactualizaci¨®n de nuestra democracia, de un pa¨ªs que se mira fijamente a los ojos y tiene por delante el reto de acordar una carta fundamental que gu¨ªe su desarrollo futuro sin exclusiones y procurando la paz social. El estallido, que puso al centro la palabra ¡°Dignidad¡±, ahora busca un cauce institucional. Un esfuerzo por ensalzar la colaboraci¨®n por sobre la competencia, la sustentabilidad por encima de la rentabilidad inmediata, la curiosidad por el otro m¨¢s que la imposici¨®n autoritaria. Su principal reto es religitimar las instituciones y fortalecer la soberan¨ªa ciudadana. Es un ciclo de nuestra historia pol¨ªtica que se cierra en medio de un cambio epocal. Una apuesta republicana para estos tiempos de incertidumbre.
Patricio Fern¨¢ndez, periodista y escritor, es constituyente electo
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