El general¨ªsimo del brazo largo
V¨¢zquez Montalb¨¢n, Vargas Llosa y Junot D¨ªaz escribieron obras que sirven para conocer y comprender la era del dictador Rafael Le¨®nidas Trujillo, due?o del poder absoluto en la Rep¨²blica Dominicana
En septiembre de 1956 se celebr¨® en Panam¨¢ una cumbre de las Am¨¦ricas a la que asisti¨® el general Dwight Eisenhower, presidente de Estados Unidos, quien se vio rodeado de lo m¨¢s conspicuo de la fauna de dictadores latinoamericanos, todos en sus m¨¢s vistosas galas militares, y el pecho sobrados de medallas.
Era el tiempo de las rep¨²blicas bananeras, cuando en plena guerra fr¨ªa los hermanos John Foster y Allen Dulles, el uno jefe de la CIA, el otro secretario de estado, quitaban y pon¨ªan presidentes en el Caribe, si as¨ª lo quer¨ªa la United Fruit Company.
Las fotos tomadas en aquella ocasi¨®n en los salones del reci¨¦n inaugurado hotel El Panam¨¢, son memorables. En ellas aparecen, disputando el sitio m¨¢s pr¨®ximo a Eisenhower, entre otros, el general Anastasio Somoza de Nicaragua, el coronel Carlos Castillo Armas de Guatemala, el general Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez de Venezuela, el general Gustavo Rojas Pinilla de Colombia, y el general Fulgencio Batista, de Cuba.
Falta, sin embargo, el m¨¢s poderoso e influyente de todos aquellos s¨¢trapas vestidos con trajes de opereta, el General¨ªsimo Rafael Le¨®nidas Trujillo. Due?o del poder absoluto en la Rep¨²blica Dominicana, por razones protocolarias no pod¨ªa estar presente en el conclave, pues hab¨ªa dado en pr¨¦stamo temporal la presidencia a su hermano, el general H¨¦ctor Bienvenido Negro Trujillo, quien ocupa su lugar en la foto de familia.
El General¨ªsimo, que no hab¨ªa tenido empacho en llamar a la capital Ciudad Trujillo, en su propio homenaje, aparentando pudor hab¨ªa dejado en dep¨®sito la banda presidencial a H¨¦ctor Bienvenido, el m¨¢s d¨®cil y apagado de sus hermanos, mientras ¨¦l preservaba en su pu?o todos los poderes, empezando por el de vida o muerte.
Esta fauna tan peculiar no tardar¨ªa mucho en desaparecer del mapa. Somoza fue muerto a tiros, al apenas regresar a Nicaragua, por un poeta desconocido; Rojas Pinilla fue obligado a renunciar por un paro nacional en mayo de 1957; en julio del mismo a?o Castillo Armas cay¨® bajo las balas de un custodio del palacio presidencial; P¨¦rez Jim¨¦nez fue derrocado en enero de 1958; y Batista huy¨® de Cuba la nochevieja de ese mismo a?o. Y el gran ausente, el General¨ªsimo Trujillo, fue emboscado y muerto el 31 de mayo de 1961, hace ahora sesenta a?os.
El General¨ªsimo se consideraba situado en un sitial m¨¢s alto que el de sus dem¨¢s colegas del zool¨®gico. Somoza, tras una visita oficial a Ciudad Trujillo en 1952, regres¨® quej¨¢ndose de que en las reuniones oficiales, el sill¨®n de su anfitri¨®n se hallaba siempre colocado en lo alto de una tarima, lo cual lo obligaba a mirar hacia arriba. Tampoco se conformaba Trujillo con reinar solamente en su isla; y fueron sus ambiciones de poder m¨¢s all¨¢ de las fronteras, y su sed de venganza, llevada tambi¨¦n m¨¢s all¨¢ de las fronteras, lo que termin¨® perdi¨¦ndolo. Y, astuto como era, tampoco pude leer el cambio de los tiempos.
El primer clavo de su ata¨²d lo puso con el secuestro, en plena quinta avenida de Nueva York en 1956, del profesor Jes¨²s Gal¨ªndez, un exiliado vasco que tras la ca¨ªda de la rep¨²blica espa?ola hab¨ªa vivido en Rep¨²blica Dominicana. Fue trasladado en un vuelo clandestino a Ciudad Trujillo, y asesinado por la polic¨ªa secreta en las erg¨¢stulas de la dictadura, en venganza porque Gal¨ªndez hab¨ªa revelado en un libro un secreto de alcoba: Ramfis Trujillo, heredero del General¨ªsimo, no era hijo suyo.
En 1957 extendi¨® su largo brazo hasta Guatemala para asesinar a Castillo Armas, tambi¨¦n por venganza ante la vanidad herida: Trujillo lo hab¨ªa apoyado con armas y dinero para derrocar al coronel Jacobo ?rbenz en 1954, y esperaba que lo invitara a presenciar el desfile de la victoria; o que, una vez en la presidencia, lo condecorara con la Orden del Quetzal. La tarea de dirigir el complot la confi¨® nada menos que el jefe de sus servicios secretos, Johnny Abes Garc¨ªa, a quien acredit¨® como diplom¨¢tico en la embajada dominicana en Guatemala.
Y por ¨²ltimo, el atentado contra el presidente R¨®mulo Betancourt de Venezuela, en junio de 1960, lo cual lo llev¨® a meterse en aguas profundas, y fatales. Betancourt era un respetado l¨ªder, electo democr¨¢ticamente tras la ca¨ªda de P¨¦rez Jim¨¦nez. Sobrevivi¨®, con quemaduras, a la carga de explosivos que estall¨® al paso de su caravana en una avenida de Caracas; pero Trujillo pag¨® esa cuenta, y muchas otras, antes de que se cumpliera un a?o.
Como la historia se suele contar mejor en las novelas, hay tres que leer sobre la era Trujillo: Gal¨ªndez, formidable y poco frecuentado libro de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n; La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa; y La maravilla vida breve de Oscar Wao, de Junot D¨ªaz.
Tres enfoques diferentes, pero que concurren a develar la figura del dictador de bicornio emplumado que se propuso ¨¦l mismo como candidato al Premio Nobel de la Paz, y se dio a ¨¦l mismo una infinita cauda de t¨ªtulos entre los que se hallaban los de Padre de la Patria Nueva, Palad¨ªn de la Libertad, Invicto de los Ej¨¦rcitos Dominicanos, Primer Agricultor Dominicano, Primer Maestro de la Patria, Genio de la Paz, Protector de Todos los Obreros, H¨¦roe del Trabajo, Primer Anticomunista de Am¨¦rica.
Sergio Ram¨ªrez es escritor, premio Cervantes 2017.
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